Cómo defendernos de la posverdad y las #fakenews
El relator especial para la libertad de expresión del organismo regional advierte que un mal control de las noticias falsas puede poner en riesgo el acceso a la información.
“Encontraron el submarino desapa recido”. Y hasta l a Red Globo de Brasil lo repitió. Era falso. En medio de la dura búsqueda del submarino desaparecido, la supuesta primicia de su hallazgo “confirmada” por el International Submarine Escape and Rescue Liaison Office causó revuelo y esperanza. #Fakenews. Horas después, MDZ online pidió disculpas por equivocarse al publicar sin chequear. Otros medios no lo hicieron nunca. Más ejemplos: “Una perita de la CIDH dictaminó que Santiago Maldonado murió por ahogamiento intencional”. #Fakenews. “Nelson Castro, durísimo contra Macri, se va de TN”. Falso. Sin embargo, logró más de 35 mil interacciones en Facebook, según dio a conocer Chequeado.com. “Docentes casi matan a una persona que fue a dar clases en día de paro”. Falso.
#Fakenews: circulación deliberada de mentiras, respondiendo a un interés no declarado. ¿Podemos los ciu- dadanos comunes y de a pie defendernos ante este tipo de operaciones? ¿Debe el Estado controlar la circulación de contenidos en las redes? Para el relator especial para la libertad de expresión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) Edison Lanza, la respuesta es clara: “No podemos rebajar un estándar de protección de la libertad de expresión para combatir un fenómeno. Necesitamos proteger las discusiones y la libertad de expresión en el ámbito del discurso político, del control social, de los temas de interés público o los temas de derechos humanos. Gobiernos y ciudadanos deberemos seguir lidiando con las falsedades, en tanto medios y periodistas deberán chequear más a fondo antes de publicar”, sostiene.
Pero atenti: desde el otro lado del espejo, la bandera de las “noticias falsas” puede ser esgrimida también por interés propio de determinados gobiernos ante denuncias certeras de la prensa. “Deberíamos tener un concurso para determinar cuál de las grandes cadenas es más deshonesta, corrupta y/o distorsionada en su cobertura política de vuestro presidente favorito (yo)”, escribió Donald Trump en su Twitter días atrás. “El ganador recibirá el trofeo de noticias falsas”, se mofó. Sin concurso de por medio, desde hace más de una década, el Sur también existe para esta clase de estrategias de negación.
“Penalizar la discusión de noticias falsas sería eliminar 200 años de democracia”, afirma el relator, que es además abogado y periodista.
Las #fakenews trabajan de la mano de la posverdad, un fenómeno que copó procesos sociales como la discusión del Brexit o la última campaña presidencial estadounidense, y que relega la verdad a segundo o tercer plano: lo que realmente importa son las sensaciones, es la opinión por sobre la evidencia. Una “corrupción de la integridad intelectual”, según lo definió ante la BBC el filósofo y humanista británico A.C. Grayling.
La difusión de noticias falsas con intencionalidad política siempre existió. “Sin embargo, ahora, hay dos novedades: las redes sociales han vuelto masivo este fenómeno. Y se crean medios falsos para difundir información falsa –dice Lanza–. Combinado ello con las nuevas tecnologías, el perfilamiento a la población y el bombardeo informativo, tenemos un fenómeno importante y complicado”.
La bandera de las “noticias falsas” puede ser esgrimida en interés propio por determinados gobiernos ante denuncias certeras de la prensa