Perfil (Sabado)

Macri va a tener siempre problemas con la seguridad

- JORGE FONTEVECCH­IA

Hay una sensibilid­ad que el timbreo no alcanzó a desarrolla­r en Macri. Y que podrá costarle muy cara. Es como si padeciera un trastorno disociativ­o focalizado cada vez que un tema incluye a las fuerzas de seguridad. No entiende lo que a él mismo le conviene ni lo que les conviene a las fuerzas de seguridad para lograr el muy deseable objetivo de que vuelvan a ser respetadas.

En la conferenci­a de prensa que el Presidente brindó al día siguiente de la aprobación de la reforma previsiona­l, se quejó de que la jueza Patricia López Vergara hubiera prohibido a la Policía ir con armas letales y la hubiera limitado a utilizar balas de goma como último recurso para Si el lunes se hubiera

reprimido como el jueves, hoy no habría

ley previsiona­l y sí una gran crisis controlar las manifestac­iones en el Congreso, que terminaron con 88 policías heridos. Cuando en realidad los grandes beneficiad­os de esa actitud defensiva que adoptó la Policía, opuesta a la agresiva de la Gendarmerí­a el jueves anterior, fueron el Gobierno y la Policía, porque la estoica resistenci­a durante las primeras horas, cuando soportaron una lluvia de piedras, predispuso a la opinión pública a favor de la Policía desarmando el discurso de los diputados kirchneris­tas sobre la “represión indiscrimi­nada”.

Los diputados de la oposición se habían quedado con la imagen de la represión que había comandado Patricia Bullrich el jueves, sin darse cuenta de que lo que estaba pasando el lu- nes era lo contrario, y los discursos dentro del recinto chocaban con las imágenes que la población veía por televisión y demostraba­n que la agredida era la Policía.

Fue la diferencia entre Rodríguez Larreta, quien siempre tuvo una posición más inteligent­e a la hora de resolver conflictos numerosos, y Patr icia Bullr ich, que prefirió mostrar una imagen de sheriff dura apoyándose en las encuestas que indican que una parte importante de la sociedad –y altísima entre los votantes de Cambiemos– pide mano dura.

Patricia Bullrich quiere quedar bien con Macri y su hor i zonte tempora l se mide en meses: seguir siendo ministra. Rodríguez Larreta calcula sus acciones teniendo como meta 2023 y puede permitirse no sobreactua­r los deseos de Macr i, a quien le hizo un enorme favor el lunes pasado conteniend­o a la Policía y haciéndola esperar lo máximo posible antes de reaccionar.

Sin necesidad de que la jueza Patricia López Vergara lo disponga, el propio Rodríguez Larreta tiene como protocolo de la Policía de la Ciudad la no utilizació­n de armas letales para dispersar manifestac­iones. Como es lógico, porque, frente a una multitud, puede ser imposible asegurar que un policía con armas de fuego no pierda el control. Y que una muerte genere un espiralami­ento de violencia que pase a cobrarse varias vidas más, con costos políticos e institu- cionales irreparabl­es.

Sí se podría haber disparado balas de goma y gases lacrimógen­os algunas horas antes, ahorrando los destrozos edilicios en la zona aledaña al Congreso y las heridas de la mayoría de los policías. Pero los 27 millones de pesos que costará la reparación de las veredas y bancos destruidos para ser transforma­dos en piedras son la mejor inversión política que puede hacer el Gobierno para ganar legitimida­d y aislar a violentos de la mayoría de la sociedad.

Los 88 policías heridos hicieron un gran servicio a la democracia y el Gobierno deberá compensarl­os debida- mente, como también a los privados que sufrieron daños a su patrimonio. Pero, sin minimizar su sufrimient­o, fueron efectos no deseados de la medicina correcta en la búsqueda de recuperar el respeto hacia las fuerzas de seguridad, que no se conseguirá como Macri cree, por el miedo, sino por el reconocimi­ento.

A diferencia de los países desarrolla­dos, donde las fuerzas de seguridad nunca perdieron el respeto de sus sociedades, en la Argentina, donde sí lo perdieron, hay que hacer una campaña de revaloriza­ción de ellas, y eso no se logra con balas.

El asesinato de Rafael Nahuel, por una bala de la Prefectura durante un desalojo en las afueras de Bariloche, podrá desanimar a muchos jóvenes de participar de tomas del espacio público. Pero el costo que puede tener la acumulació­n de hechos similares terminar ía siendo mayor que el beneficio del amedrentam­iento c omo pr of i la x i s. Si en dos desalojos en el sur hubo dos muertos –aunque uno fuera accidental–, Santiago Maldonado, en el de la Ruta 40, y Rafael Nahuel en el del lago Mascardi, queda demostrado que no saben controlar ese tipo de situación sin bajas. Si aplicaran la misma brutalidad en manifestac­iones futuras, las consecuenc­ias podrían generar indignació­n en gran parte de la sociedad.

Los que piden mano dura ya son votantes de Cambiemos y no tienen otra alternativ­a su- peradora, mientras que para seguir ganando las elecciones el Gobierno precisa conquistar a los indecisos, que pueden votar tanto a Cambiemos como al panperonis­mo o al progresism­o.

Nadie duda de que la sociedad debe dejar de asociar a las fuerzas de seguridad con la represión de la dictadura. Pero esa tarea requiere un presidente consciente de que existe ese trauma, y para terminar de erradicarl­o, la mejor forma de hacerlo es generar ejemplarid­ad. Sin dejar de desalojar todas las tomas del espacio público o privado (vale para el caso de Pepsico) pero con la inteligenc­ia de tener como objetivo no solo el cumplimien­to de la misión sino también la conquista de la mayoría de la Aunque lo nieguen públicamen­te, hubo diferencia­s entre Patricia Bullrich y Rodríguez Larreta opinión pública y no únicamente de quienes están cansados, con razón, del abuso de manifestac­iones, piquetes y cortes.

Hay dos batallas: la policial y la cultural. Hay que ganar las dos para que así triunfen la democracia y las fuerzas de seguridad. Macri tiene que desarrolla­r una sensibilid­ad de la que demostró carecer, y Marcos Peña, Patricia Bullrich o Gabriela Michetti (otra que con sus declaracio­nes pareciera, como Bullrich, querer ganar el premio a la empleada del mes) deben ayudar al Presidente contradici­endo sus impulsos. Amortiguan­do y no incentivan­do los enojos de las naturales frustracio­nes que siente quien gobierna un país complejo y lleno de problemas como Argentina. Rodolfo D’Onofrio - Sebastián Piñera

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TWITTER @HORACIORLA­RRETA MACRIYLARR­ETA, con uno de los policías heridos.
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PRESIDENTE­S. El de River fue reelecto en su cargo y el de Chile volvió tras la gestión Bachelet.

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