Pixar vuelve al gran nivel de sus inicios
Animada Dirección: Lee Unkrich y Adrián Molina Guión: Adrián Molina y Matthew Aldrich Origen: Estados Unidos (2017) Duración: 105’
Alguna vez usina perfecta de cuentos modernos, sentidos, de esos que se quedan más allá del medio que los respira como ningún otro, el gigante de la animación Pixar demasiado pronto comenzó a repetir los tics de Disney, su actual dueño. Lo que sonaba a “one hit wonder” (con énfasis en el “wonder”), es decir, cada una de sus películas ( Toy Story, Monsters Inc., Los increíbles, Ratatouille) se sentía como exploración tan excepcional del mundo, del diseño, de la posibilidades lúdicas de rincones que mirábamos de reojo antes, que solo queríamos ver cuál era el nuevo hallazgo. Y entonces llegó el tío Walt con sus eternas ganas de mutar las posibilidades en fertilidad comercial. Ojo, esa lectura no implica “ay, pobres artesanos de Pixar, comprados y sometidos por la megaempresa de entretenimiento más grande del mundo”. Sí implica que esa exploración prácticamente dejó de ser tan poderosa en pantalla: la animación era perfecta, todoanimado-detalle-por-detalle, puede que la sinceridad para contar también ( Toy Story 3, es un ejemplo), pero no estaba la chispa. Y entonces, de uno de los directores de Toy Story 3, llega Coco. Lo más masticable, con furia o con pasión, y picante de Coco es cómo Pixar decide usar el imaginario del Día de los Muertos mexicano (tics a la hora de animar lo latino en Hollywood) como parque visual y temático, y la historia del niño mexicano que cruza el umbral hacía el más allá sirve de excusa. Ahí empieza una pelea interna, por un lado, la película responde a ciertos tics rancios (un villano, por ejemplo) que su fluir esquivaba (hay una virtud en que el relato esté atado al descubrimiento de la muerte, de la memoria de la familia fallecida y de los ídolos como fantasmas). Pero en un momento ambos, tic y corazón, se aúnan, y entre chistes de Frida Kahlo y perros Xolos, la película apunta al sentimiento puro, amable pero poderoso (por genuino). Y ahí se siente que no quiere ser franquicia, y que su idea sobre la muerte es tan solo la forma en que vivimos como relato, y como eso se explica, vive y siente con simpleza y belleza la hace una película distinta no solo en la escudería Pixar sino en el cine todo.