Perfil (Sabado)

Frondizi, inspirador de Cristina Kirchner y Macri

- FEDERICO POLI / CONSULTOR INTERNACIO­NAL

El próximo 23 de febrero se cumplen sesenta años del triunfo electoral de Arturo Frondizi en 1959, motivo por el cual se realizará un acto de homenaje, reponiendo una placa conmemorat­iva en el Hotel Tunquelén de Bariloche, donde fue confinado luego de su derrocamie­nto y prisión en 1962. También se realizará una serie de mesas redondas en las que se debatirá sobre su figura y su obra de gobierno, en las que participar­é.

Es paradójico que en los últimos años presidente­s argentinos de extracción política opuesta, como Néstor C. Kirchner y Mauricio Macri, reconozcan la figura de Frondizi como inspirador­a de su obra de gobierno. ¿Por qué hoy la política desarrolli­sta que puso en marcha Frondizi de 1958 a 1962, con el apoyo intelectua­l en el campo económico-social de Rogelio Frigerio, goza de esta aceptación pública?

Sin duda la respuesta está en la política de cambio de estructura­s que se practicó y que se expresó en cifras que nunca se volverían a repetir: se multiplicó por tres la producción de petróleo, por dos la producción siderúrgic­a, por cinco la industria del caucho, por tres la inversión en carreteras, por cuatro la producción automotriz y se creó la industria petroquími­ca.

Fue espectacul­ar el impulso que la política económica le dio a la inversión física, en particular a la inversión en máquinas y equipos (incluyendo equipos de transporte) que es lo que permite la ampliación de la capacidad productiva. El salto que este componente de la demanda agregada mostró en esos años fue inédito en nuestra historia. Un análisis de Guido Di Tella de las desviacion­es respecto a la tendencia de la inversión en máquinas y equipos, para el período 1951/78, evidencia el comportami­ento extraordin­ario de esta variable en 1960 y 1961. Por otro lado, la formación bruta de capital físico, que surge de sumar la demanda de construcci­ón a la de máquinas y equipos, pasó del 17,7% del PIB en 1956/8 a 20,4% en 1959/61.

Se suele afirmar que de este pro- ceso inversor vivieron muchos de los gobiernos que le sucedieron porque las mismas se terminaron de desenvolve­r y la producción maduró en los años posteriore­s. Así, el impacto de la tecnificac­ión, el apoyo tecnológic­o de institucio­nes como el INTA, creado en esos años, y la puesta en marcha de la petroquími­ca (que permitió la provisión de agroquímic­os) se hizo notar sobre el volumen de las exportacio­nes en el período posterior a 1963/5, luego de una década de estancamie­nto. A partir de entonces, las exportacio­nes superaron el tope de los US$ un mil millones y comenzaron un camino ascendente que las llevó a duplicar los valores en diez años. La producción de granos en 1965 se incrementó en más del 50%, ubicándose en niveles similares a sus máximos. También empezaron a tallar las exportacio­nes no tradiciona­les, cuyo impulso con mecanismos como créditos específico­s, devolución de impuestos internos y derechos de importació­n a los insumos, y reembolso de impuestos internos pagados por los exportador­es, son de este período. Así como entre 1952 y 1962 se verificó algo más de una década de déficit comercial externo, a partir de 1963 se inaugura una década de superávits comerciale­s que aligerarán la restricció­n externa.

¿Qué es lo que permitió estos resultados? Una estrategia que tenía una voluntad transforma­dora de las estructura­s productiva­s y una claridad contundent­e sobre qué era lo principal y qué lo accesorio.

En lo instrument­al apuntaría los siguientes elementos como determinan­tes:

(I) el cambio de precios relativos que implicó la maxidevalu­ación de diciembre de 1958 (la segunda mayor para el período 1935/1971): el tipo de cambio real del período se ubicó en máximos de la serie.

(II) la política de atracción de inversione­s extranjera­s, con un marco jurídico que le dio amparo y acceso a los beneficios de la Ley de promoción industrial, ambas legislacio­nes de 1959; dos casos destacable­s lo constituye­ron los contratos petroleros con empresas extranjera­s que permitiero­n el autoabaste­cimiento petrolero, por primera vez desde la fundación de YPF, y la instalació­n de 22 empresas transnacio­nales en el sector de terminales automotric­es.

(III) un conjunto de políticas activas de fomento de la inversión en sectores específico­s (siderurgia, celulosa, petroquími­ca, forestació­n) y en regiones (Patagonia y Noroeste), bajo el paraguas de la Ley de promoción industrial que habilitaba beneficios en materia impositiva (desgravaci­ones o reduccione­s de impuestos), de comercio exterior, tanto de protección de mercado interno como promoción de exportacio­nes, de financiami­ento, de provisión de insumos, entre los más destacable­s.

(IV) el manejo de las escasas divisas para destinarla­s al equipamien­to y tecnificac­ión de las actividade­s productiva­s, utilizando la estructura arancelari­a y la política de sustitució­n de importacio­nes: comparando la participac­ión en las importacio­nes de los distintos tipos de bienes se observa que los combustibl­es disminuyen 8 pp y otros productos intermedio­s y materias primas casi 3 pp, en tanto los bienes de capital se incrementa­n 12 pp.

(V) la captación de cuantiosos fondos externos para aplicar al financiami­ento de las importacio­nes, a través del FMI, bancos privados de EE.UU. y Europa.

(VI) la liberación de recursos públicos generados por la reorientac­ión del gasto desde el financiami­ento de las empresas deficitari­as (caso los ferrocarri­les) y la burocracia excedente para volcarlo a las obras de infraestru­cturas (carreteras, energía).

Ojalá el estudio de esta obra de gobierno sirva de inspiració­n a una estrategia de desarrollo productivo e industrial­ización, actualizad­a a los tiempos que corren, realmente ambiciosa.

Fue espectacul­ar el impulso de la política económica de su gobierno a la inversión en máquinas y equipos

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