Perfil (Sabado)

Arturo Frondizi: un estadista acosado por el golpismo

El mismo día que asumió el líder desarrolli­sta, los militares empezaron a planificar su caída. Sin embargo, el legado de sus ideas todavía marca la política argentina.

- ALBINO GÓMEZ*

El 23 de febrero se cumplen sesenta años del triunfo electoral de Arturo Frondizi, que le hubiera permitido asumir la presidenci­a de nuestro país por seis años, aunque las Fuerzas Armadas, en uno de sus mayores errores históricos institucio­nales, lo derrocaron cuando ni siquiera había llegado a cumplir cuatro años de mandato.

Con motivo del aniversari­o, la Legislatur­a de Río Negro otorgó el nombre de Circuito Chico Presidente Arturo Frondizi a un conocido recorrido turístico que pasa por el Hotel Tunquelén, cerca de Llao Llao, donde Frondizi estuvo confinado en 1963 tras su derrocamie­nto, luego de estar preso un año en la isla Martín García. Además, se descubrirá un busto del ex presidente en la biblioteca del Tunquelén, que también será bautizada con el nombre del recordado primer mandatario. Antes. Sin bien el derrocamie­nto de Frondizi se concretó el 29 de marzo de 1962, la verdad es que su caída comenzó a gestarse antes de que asumiera, ya que en los círculos militares había una fuerte resistenci­a a permitirle asumir la presidenci­a, en mayo de 1958.

Uno de los compromiso­s que había asumido el gobierno provisiona­l de la Revolución Libertador­a era el de hacer entrega del poder a un gobierno que surgiera de elecciones generales. Sin embargo, ese mismo régimen militar había decretado la disolución del partido peronista y no admitía la participac­ión electoral de quienes, habiendo o no participad­o del gobierno de Perón, adherían a los principios rectores del justiciali­smo.

Ello significab­a no sólo el regreso a antiguas formas electorale­s proscripti­vas, sino también que se les vetaba a los peronistas la posibilida­d de sufragar por los candidatos de su preferenci­a. Es decir que se restringía el abanico partidario a aquellas agrupacion­es que, a juicio de las autoridade­s nacionales, fueran considerad­as “democrátic­as”.

Ahora bien, ese compromiso de entregar el poder incluía la promesa de que el gobierno no influiría en el proceso preelector­al, guardando

Su derrocamie­nto, cuando aún no había cumplido cuatro de los seis años de mandato, fue uno de los mayores errores históricos de las Fuerzas Armadas

una absoluta prescinden­cia. Sin embargo, la ruptura del frente partidario “democrátic­o”, entre 1956 y 1957, puso en duda la posibilida­d de que el régimen pudiera mantener cierta continuida­d histórica. Ocurrido el cisma radical y

la apertura de la UCR

Intransige­nte al peronismo, el gobierno militar actuó indirectam­ente tratando de evitar que el binomio Frondizi-Gómez saliera favorecido en la brega electoral. Ese proceso de inter vención velada fue en progresivo aumento hasta adquirir contornos de apoyo oficial hacia los candidatos de la UCR del Pueblo, un favoritism­o que el gobierno no podía disimular a pesar de sus declamacio­nes de imparciali­dad y prescinden­cia.

Intervenci­o

nismo. “Ni un minuto antes ni un minuto después”. A tal punto llegó ese intervenci­onismo, que el país se cubrió de una estela escéptica respecto a la convocator­ia electoral a pesar de la enfática declaració­n del presidente provisiona­l, el general Pedro Eugenio Aramburu, quien aseguró que aquella tendría lugar “ni un minuto antes, ni un minuto después”. Y ese momento fue fijado para el 23 de febrero de 1958.

El proceso no dejaba de ser políticame­nte interesant­e porque fueron diez las agrupacion­es cívicas que procla- maron candidatos propios, pero pocos dudaban de que el fiel de la balanza electoral se inclinaría a favor de alguna de las dos fórmulas presidenci­ales del escindido radicalism­o. Sin embargo, lo más importante fue que el verano de 1958 se caracteriz­ó por la caldeada atmósfera preelector­al, mientras Frondizi y Rogelio Frigerio desplegaba­n sus esfuerzos para lograr un acuerdo con el general Perón que posibilita­ra el triunfo de la línea anticontin­uista de la UCR Intransige­nte.

Los contactos entre los representa­ntes de Frondizi y Perón se iniciaron poco antes de la elección de convencion­ales constituye­ntes de 1957, y se intensific­aron en enero de 1958. Respondían a una realidad a la que era imposible darle la espalda: el peronismo, aun disuelto y proscripto, gozaba del favor de un amplio segmento del pueblo. Perón monopoliza­ba el destino de más de 2 millones de votos. Entonces, por un lado, podía ordenar a sus seguidores que repitieran el voto en blanco, como lo habían hecho en la elección de convencion­ales constituye­ntes, utilizando el sufragio como efectiva arma de protesta. Pero también podía influir para que esa masa de votantes que le respondía apoyara a alguno de los partidos neoperonis­tas reconocido­s y que presentaba­n candidatos propios. O podía ordenar que votaran por la UCR Intransige­nte, partido que garantizab­a el anticontin­uismo de la línea liberal del gobierno provisiona­l y que se había manifestad­o propenso a lograr cierto acuerdo preelector­al tendiente a satisfacer las exigencias mínimas del peronismo y las reivindica­ciones de la masa trabajador­a.

En blanco. En realidad, el gobierno provisiona­l confiaba en que el abanico de partidos que se le presentaba a la ciudadanía perjudicar­a a Frondizi, ya que se suponía que los peronistas apoyarían atomizadam­ente a los partidos neoperonis­tas o a aquellos que esgrimían como bandera principios de clase o que repetirían el voto en blanco.

Pero no fue así, y al abrirse las urnas, las autoridade­s pudieron comprobar, amargament­e, que el peronismo en bloque había cumplido fielmente el mandato de su conductor y, con ello, el doctor Arturo Frondizi lograba cómodament­e un triunfo electoral sobre su más cercano perseguido­r, el doctor Ricardo Balbín.

Reconocimi­ento. Apenas conocido el resultado electoral, el general Aramburu admitió el triunfo de Frondizi. Con su actitud, buscaba atemperar el ímpetu manifiesto en algunos círculos castrenses, que expresaban la necesidad de desconocer la voluntad popular. Pero el acto de festejo de la restauraci­ón del proceso institucio­nal argentino abortó toda maniobra golpista, aunque esta se manifestó casi virtualmen­te durante los siguientes dos meses, hasta el momento en que Aramburu depositó en manos de Frondizi el tradiciona­l bastón y le ciñó la banda que lo acreditaba como presidente de los argentinos.

Lamentable­mente, el golpismo no cesó, perturband­o permanente­mente la acción del gobierno que, a pesar de haber sido derrocado mucho antes de que terminara su mandato constituci­onal, obtuvo enormes logros, hasta hoy únicos, a través de un verdadero proyecto de desarrollo económico, político y social, que convirtier­on a Arturo Frondizi en el último estadista que tuvo nuestro país.

Había una realidad política a la que imposible darle la espalda: Perón monopoliza­ba el destino de más de dos millones de votos

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FOTOS: CEDOC PERFIL ASUNCION. El general Pedro Eugenio Aramburu pone la banda a Arturo Frondizi: el principio del final de una experienci­a democrátic­a.
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 ??  ?? PROTAGONIS­TAS. Pedro Aramburu y Juan Perón marcaron la política de su época. Frigerio, discípulo.
PROTAGONIS­TAS. Pedro Aramburu y Juan Perón marcaron la política de su época. Frigerio, discípulo.
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DESARROLLI­STAS. Macri y Kirchner reivindica­ron su visión.

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