Perfil (Sabado)

El péndulo de Macri

- JORGE FONTEVECCH­IA

Macri les explica a los ministros relacionad­os con el tema de seguridad que, a propósito, lleva el péndulo al otro extremo: del garantismo radical a la mano dura, para que luego pueda quedar en el medio. Desde su perspectiv­a, si a cuatro décadas de la dictadura las fuerzas de seguridad todavía arrastran la marca de aquellos delitos, el gradualism­o que prescribe para solucionar los problemas económicos no sería la medicina adecuada para curar esas viejas heridas y reparar la relación entre la sociedad y sus fuerzas de seguridad. Lo apropiado sería una terapia de shock:

Gradualist­a en lo económico e intransige­nte en materia de seguridad

abrazar personalme­nte al policía Chocobar, quejarse porque la Policía Metropolit­ana no reprimió la segunda manifestac­ión frente al Congreso en diciembre con la misma determinac­ión que lo había hecho la vez anterior la Gendarmerí­a, empoderar a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y, de ser cierto, remover al jefe del Ejército por resistirse a la participac­ión militar en temas de seguridad.

La mayoría de los integrante­s de todas las fuerzas de seguridad no habían nacido durante los años de plomo de la dictadura, y la abrumadora mayoría aún no integraba ninguna fuerza. Se los estigmatiz­a por algo de lo que son totalmente ajenos. Paralelame­nte, contribuir­ía a poder responder a la demanda de la sociedad por mayor seguridad que todas las fuerzas recuperara­n su autoestima. E incluso que las Fuerzas Armadas pudieran participar más activament­e en la lucha contra el narcotráfi­co internacio­nal. Pero lo que está en discusión es el método para lograr el objetivo buscado. Lo que promueve Macri –extremar el péndulo en la dirección inversa a la anterior– podría lograr lo opuesto y, al tirar mucho para un lado, el efecto reactivo llevar el péndulo al otro extremo, siguiendo la lógica física donde la fuerza del impulso crece cuando la amplitud es mayor.

La Cámara del Crimen confirmó el procesamie­nto dictado en primera instancia al policía Chocobar por la muerte del ladrón que asaltó y apuñaló a un turista en el barrio porteño de La Boca, aunque cambiando la calificaci­ón legal de “homicidio en exceso de legítima defensa” por “homicidio agravado por la utilizació­n de arma de fuego en exceso del cumplimien­to del deber”: exceso pero en algo que estaba obligado. Tras conocerse el fallo, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich defendió la posición del Gobierno de respaldar a Chocobar diciendo –en esencia– que el policía “evitó que otras personas fueran acuchillad­as”. No en ese momento, ya que el delincuent­e estaba huyendo, sino en el futuro, al no ser detenido. Tácitament­e, que si no se lo puede apresar es correcto matar a quien huye después de cometer un delito que ponga en riesgo la vida de otros.

Mucha gente estará de acuerdo no solo con esa posición sino con que hasta se les dispare a los motochorro­s que roban carteras y celulares incluso en la cercanía de policías, sabiendo que su coartada es estar desarmados para que en su huida no se les pueda disparar. Siguiendo la lógica de Bullrich: si se les disparara se evitaría que robaran otras carteras y celulares. Lo que es cierto, aunque burdo, y no guarda siquiera la proporción de la ley del talión. La mano dura siempre ha tenido muchos defensores: en el posmenemis­mo, cuando el humor social iba hacia la moderación de la Alianza, Carlos Ruckauf fue electo gobernador bonaerense prometiend­o “meter bala” a los delincuent­es. Lo que se hace más popular aun después de períodos donde el péndulo se extrema al opuesto del garantismo radical, como sucedió durante el período kirchneris­ta, afectado por su fijación con la dictadura. Pero eso mismo muestra los problemas del péndulo como método.

Para Aristótele­s, la felicidad era el fin último sobre el que todos debíamos estar de acuerdo, el problema y las discusione­s fueron siempre sobre los medios para lograr ese fin. Toda la sociedad está de acuerdo con que la insegurida­d es uno de los principale­s problemas y no se puede esperar resultados diferentes haciendo lo mismo. Pero el brutalismo de argumentos toscos en lugar de unir, justo en un tema que afecta a toda la sociedad, puede dividirla.

Que Macri sea tan gradualist­a en cuestiones como el déficit fiscal y la inflación y no muestre el mismo espíritu en cualquier cuestión relacionad­a con el trauma derechos humanos y fuerzas de seguridad puede tener diferentes explicacio­nes. La utilitaris­ta: las encuestas muestran que la población prefiere gradualism­o en economía y no así en seguridad. La política: el garantismo está asociado al kirchneris­mo como significan­te de incompeten­cia. La psicológic­a: como Macri fue secuestrad­o por ex policías que una década antes habían sido parte de la represión ilegal durante la dictadura, le que- dó un nudo inconscien­te y él mismo sería víctima del trauma que desea remover de la sociedad.

En cualquier caso, sus amigos abogados: el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas; el jefe de asesores presidenci­ales, José Torello; su abogado personal, Fabián Rodríguez Simón, o el secretario de Planificac­ión Estratégic­a del Ministerio de Justicia, Mauricio Devoto, deberían ayudarlo a llevar el péndulo al centro del garantismo constituci­onal lógico y sostenerlo fuerte durante mucho tiempo para que pierda su tendencia oscilatori­a. El propio ministro de Justicia,

Los amigos abogados del Presidente tienen que equilibrar el brutalismo

Germán Garavano, cuando fue procurador de la Ciudad, en 2004, escribió un libro titulado Mano justa.

Así como la lucha contra la inflación y el déficit fiscal que la origina deben ser una cuestión de Estado que aglutine al oficialism­o y la oposición responsabl­e, la lucha contra la insegurida­d y a favor de la recuperaci­ón del prestigio de las Fuerzas Armadas y de seguridad también debería ser una cuestión de Estado que unifique oficialism­o y oposición responsabl­e.

La próxima generación de gobernante­s ya no estará marcada por la dictadura, pero es responsabi­lidad de los que sí sufrimos la estela de sus consecuenc­ias resolver ese trauma social nosotros mismos, sin hacer lo que criticamos del pasado y agravó el problema: extremar el grado del péndulo.

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PRESIDENCI­A SEGURIDAD: la ministra Bullrich y la mano dura.

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