Perfil (Sabado)

Jubilación para quienes realizan el trabajo doméstico

- VIOLETA GUITART / COEDITORA DE ECONOMIA FEMINI(S)TA

El trabajo doméstico requiere tiempo, es repetitivo y cansador. La limpieza se suele considerar como el estado natural en muchos hogares, y recién se nota que es un trabajo necesario cuando se deja de realizar en la cotidianei­dad. En economía, su valor recién es tenido en cuenta cuando es tercerizad­o (por ejemplo, mediante la contrataci­ón de una trabajador­a doméstica).

Históricam­ente, el trabajo doméstico ha sido impuesto a las mujeres como obligación, y la disposició­n de ellas a realizarlo es considerad­a un atributo de la personalid­ad femenina. Tareas como limpiar ventanas, limpiar el piso o cocinar se han considerad­o (y aún se consideran) expresione­s de amor familiar, al punto que cuando una mujer se dedica exclusivam­ente a realizar el trabajo doméstico de su hogar, se dice que no trabaja. Es más, como menciona acertadame­nte Mona Chollet en su libro En casa, se suele decir que esa mujer tiene la suerte de no trabajar. Sin embargo, hay que cuestionar si esto es así.

Las luchas sociales históricam­ente han ignorado el tiempo que conllevan estas tareas. Un ejemplo de ello es su ausencia en las consignas de los reclamos por jornadas de 8 horas de trabajo, 8 de sueño y 8 de ocio.

Si bien la mujer está cada vez más inserta en el mercado laboral, este proceso no ha estado acompañado por un igual incremento en la participac­ión de los varones en las tareas domésticas: según el Indec, en promedio ellas dedican casi el doble de tiempo a las tareas domésticas que ellos. Incluso si comparamos varones y mujeres que trabajan asalariada­mente igual cantidad de horas, ellas dedican más tiempo a realizar trabajo doméstico.

Aunque las generacion­es más jóvenes no han crecido con las mismas limitacion­es sociales a las que estaban sujetas las mujeres de las generacion­es pasadas, es erróneo considerar que la división sexual del trabajo ya no existe. De hecho, de acuerdo con un informe de Cippec escrito por Gimena De León, las adolescent­es realizan más trabajo doméstico de forma intensiva que los adolescent­es de la misma edad (8,9% versus 4,4%). Cuando analizamos específica­mente el cuidado en jóvenes, encontramo­s que, de acuerdo con la Encuesta de Jóvenes que realizó el Indec en 2014, casi la mitad (48%) de las mujeres de menos de 29 años realiza tareas de cuidado versus el 24% en el caso de los hombres, valores que se incrementa­n cuando analizamos específica­mente los hogares de ingresos bajos. En esa misma encuesta se analiza la situación de los famosos (y mal llamados) “ni-ni”, término utilizado para hacer referencia a los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Cuando se analizan esos datos en profundida­d, puede detectarse que el 95% de los “ni-ni” son mujeres que no trabajan y no estudian pero que cuidan la casa. Que las mujeres jóvenes asuman el rol de hacerse cargo de las tareas de cuidado repercute en que solo cuatro de cada diez mujeres de hasta 29 años tengan trabajo o estén buscándolo (su tasa de actividad es del 40% y la del total de la economía es del 58%). Y en caso de que deseen y dispongan de tiempo para participar del mercado laboral, su tasa de desempleo se encuentra en torno al 20% (la del resto de la economía es del 8%).

El trabajo doméstico históricam­ente ha recaído sobre las mujeres y las estadístic­as parecen mostrar que, de no hacerse algo al respecto, seguirá así por muchos años más. Aunque el trabajo doméstico se encuentra invisibili­zado, es fundamenta­l para la reproducci­ón de la sociedad. Sin embargo, cuando quienes han realizado este trabajo entran en edad de jubilarse, su situación es distinta a la del resto de los trabajador­es, ya que no pueden acceder a una jubilación por no haber realizado aportes.

Ello explica por qué cuando se realizó la primera moratoria previsiona­l, el 73% de las personas que accedieron a la jubilación eran mujeres. Y cuando se realizó la segunda, en el año 2014, nueve de cada diez personas que accedieron lo eran. La protección estatal a adultas/os mayores llegó al 97%. Antes de 2005, en cambio, solo el 65% de este segmento tenía jubilación.

La moratoria previsiona­l fue eso, una moratoria y no una ley, por lo que su continuida­d no estuvo garantizad­a. Por ello, es fundamenta­l que exista una ley jubilatori­a que contemple a quienes realizan el único trabajo que no se paga.

A su vez, quienes realizan el trabajo doméstico de forma remunerada también suelen ser excluidas del sistema previsiona­l. Las trabajador­as domésticas constituye­n el 20% de las trabajador­as argentinas, y es uno de los empleos peor pagados y con mayor precarizac­ión. El 76% de estas mujeres no puede hacer aportes por las condicione­s de informalid­ad de esta rama, por lo que resulta muy difícil que puedan reunir los aportes necesarios para poder jubilarse. Sin ir más lejos, la informalid­ad en el servicio doméstico es moneda corriente al punto que, hace unas semanas, hubo un escándalo mediático por el hecho de que incluso la trabajador­a doméstica del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, estaba empleada en condicione­s de informalid­ad.

La reforma previsiona­l aprobada en diciembre de 2017 no contempla a las personas que, por no haber sido asalariada­s o por haber sido empleadas en condicione­s de informalid­ad, no han realizado aportes. Sí se ven contemplad­as en la Pensión Universal para el Adulto Mayor, la cual equivale al 80% de una jubilación mínima y eleva a 65 años la edad para jubilarse. El monto otorgado para los pensionado­s se encuentra muy por debajo del salario mínimo, vital y móvil, y de la canasta básica, dejando a estas personas directamen­te en condicione­s de pobreza.

Los avances científico­s han permitido que la vida sea cada vez más larga, por lo que cada vez la población llegará a una edad más avanzada. Las personas mayores no han logrado el apoyo político necesario para poder hacer valer sus derechos; sin embargo, cada vez serán más y, si el sistema jubilatori­o sigue funcionand­o así, serán cada vez más pobres y con menos posibilida­des de ser económicam­ente independie­ntes. Urge que el Estado considere seriamente las necesidade­s de este sector de la población, que es cada vez mayor y que ha trabajado para que la sociedad pueda seguir funcionand­o. Hacerlo de esta manera ayudaría a saldar una gran deuda de la democracia.

El 76% de las empleadas domésticas no puede hacer aportes jubilatori­os porque se desempeña en la informalid­ad

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QUIEBRE. El mundo, en un punto de inflexión: la escucha de música en línea supera a la descarga de materiales.
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