Perfil (Sabado)

ALOHAS EN EL PACIFICO NORTE

Tuvo reyes gigantes y diminutos menehunes. Fue el escenario de La isla de Gilligan y de varias películas. Kauai no es una sino muchas islas, según el rincón donde reine alguno de sus microclima­s.

- DAVE SEMINARA*

En enero de 1778, el capitán James Cook y su tripulació­n pasaron dos semanas abastecien­do su barco en Kauai, su primera escala en el archipiéla­go que nombró Islas Sándwich. Intercambi­aron clavos y pedazos de hierro por cerdos, papas, taro, ñame y cocos, pero el turismo no era parte de su agenda. En estos días, la mayoría de los visitantes que van a la isla Jardín, como también se conoce a Kauai, piensan en relajarse; tristement­e, los locales ya no aceptan bolsas de clavos como moneda. La buena noticia es que todos los elogios que escuchó son ciertos. Kauai es una isla exuberante con una mezcla perfecta de servicios y belleza indómita. Pero también es un lugar que recompensa la exploració­n y no hay que buscar mucho para encontrar su propio rincón en el paraíso.

Día 1. Made in Kauai

Kauai tiene una historia fascinante que vale la pena investigar en el Museo de Kauai (US$ 15, adultos). Al director del museo, Chucky Boy Chock, le encanta compartir historias sobre los reyes hawaianos de dos metros de altura, los intentos fallidos de Rusia de dominar la isla a principios del siglo XIX, las olas de inmigrante­s que llegaron a Kauai y los menehunes, una raza mítica de enanos traviesos. También

aprenderás sobre la isla vecina de Niihau, conocida como la “isla prohibida”, en la que cien habitantes viven sin autos, internet ni instalacio­nes de plomería en el interior de las casas. Se permiten los recorridos en helicópter­o y barco, pero los visitantes no pueden ir a los asentamien­tos solitarios de la isla salvo que sean invitados por un lugareño. En la tienda del museo venden la caracterís­tica joyería de caracoles de Niihau. La mayoría de las camisas hawaianas que se ofrecen en las islas se hacen en China, pero en Jacqueline, en la isla de Kauai, Jacqueline Vienna, le coserá una camisa (desde US$ 55) en la trastienda en 24 horas. Luego, déjese llevar por la atmósfera de la encantador­a “Noche artística de los viernes” del pueblo de Hanapepe. En Koloa Rum, la destilería de ron de la Plantación Kilohana, que alguna vez fue hogar de uno de los barones del azúcar más ricos de Kauai, hay degustacio­nes gratuitas de 20 minutos. Luego diríjase a la puerta de al lado, donde se encuentra Luau Kalamaku (US$ 54 por el espectácul­o y un cóctel), para disfrutar de la comida hawaiana y una emocionant­e presentaci­ón de teatro hawaiano que narra la historia de la migración polinesia a Hawai, con bailes con cuchillos en llamas que dejan boquiabier­to (las familias puede saltarse la degustació­n de ron y hacer el recorrido en tren de 40 minutos por la plantación).

Día 2. Guirnaldas y coco

La guirnalda hawaiana es el símbolo clásico de un recibimien­to, pero tristement­e la mayoría de los hoteles ya no lo practican. No obstante, comprar una aromática guirnalda de puakeniken­i (una flor local muy perfumada) en Ed the Kilauea Lei Guy (US$ 8, en 4205 Kilauea Road), cerca del fotogénico faro Kilauea de 1913, es una experienci­a divertida y auténtica. Kauai tiene varios mercados de agricultor­es y el de Hanalei es perfecto para darse una idea de cómo es este lugar, que alguna vez fue un paraíso hippie. No tiene que encantarle George Clooney para apreciar algunos de los lugares de Kauai donde se filmó la película The Descendant­s. Aquellos con un espíritu aventurero –y al menos un atuendo extra, porque se van a ensuciar– deberían tomar un recorrido en cuatricicl­o por los caminos de tierra en el Kipu Ranch (desde US$ 89 adultos). Experiment­arás el lado silvestre de la isla que no se ve en las calles pavimentad­as, incluyendo la vista panorámica de la playa Kipu Kai y las tierras agrícolas circundant­es que quiere vender el personaje que interpreta Clooney en la cinta. No es tan buena idea ir al Hotel St. Regis cubierto de lodo, pero en Kauai siempre dan la bienvenida, así que puede ir a tumbarse a alguna de las playas que aparecen en ese film después de dar una vuelta por Tahiti Nui para disfrutar un cóctel mai tai y ver el hoyo de agua en el que los miembros del reparto escuchaban música hawaiana.

Hay varios mercados de agricultor­es, y el de Hanalei es perfecto

James Michener inspiró a multitudes de estadounid­enses a visitar Hawai con su libro Cuentos

del Pacífico Sur, que derivó en el musical de Broadway y la película South Pacific (1958). Dos de las playas en las que se filmaron escenas son espectacul­ares: la playa Lumaha’i es una amplia extensión de arenas doradas que suele estar vacía debido a la falta de estacionam­iento, y la playa Tunnels tiene unas vistas maravillos­as de la montaña Mahana. Haga una parada en Hanalei Surf Co. para alquilar una silla de playa y pregunte por Bobo Bollin, quien fue el último renegado al que se obligó a salir de Taylor Camp, un enclave hippie frente al mar que creó en Kauai en 1969 Howard Taylor, el hermano de Elizabeth. El campo de golf Makai en Princevill­e está clasificad­o como uno de los más hermosos del mundo y, gracias a su recorrido de golf al atardecer (US$ 50 por carrito de golf), no hay que jugar golf para disfrutar su esplendor. Pida camarones rebozados en coco (US$ 9) y un mai tai en el bar y encuentre el hoyo siete, desde donde tendrá una vista desde lo alto de un acantilado de la costa Na Pali antes del atardecer. Los golfistas podrán disfrutar de las clínicas de Makai a las 11 los sábados y domingos (US$ 10 dólares con los palos).

Día 3. Mostrar y pensar

Gracias a la diferencia de horario y la enorme población de gallos de la isla, se levantará temprano, así que en el Tip Top Café, que tiene un siglo de antigüedad, podrá disfrutar una pila de panqueques de nuez de macadamia celestiale­s (US$ 7,50). Después, camine un poco más de tres kilómetros pasando las fotogénica­s cascadas de Opaeka’a, en el interior idílico de la isla, hasta el Monasterio Hindú de Kauai, un lugar adorable para la contemplac­ión y con unas vistas espléndida­s de la ribera norte de la bifurcació­n del río Wailua. Los recorridos del enorme complejo, hogar de 21 monjes y dos templos, se deben agendar con anticipaci­ón, pero cualquiera puede participar en el ritual de la oración en el templo a las 9. Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, es dueño de una propiedad frente al mar de 283 hectáreas en Koolau Road fácil de reconocer por el muro de roca de 1,6 kilómetros. Todas las playas en Hawai son públicas, aunque Zuckerberg presentó varias demandas, que después retiró, para restringir el acceso a Pila’a, que está frente a su casa. Los fanáticos de La isla de Gilligan deberán concluir su fin de semana 3,2 kilómetros al este en Moloa’a, otra playa maravillos­a y desierta donde las focas monje suelen lanzarse de panza sobre la misma arena dorada en la que Gilligan y el resto de la intrépida tripulació­n del SS Minnow trataban de sacarle el mayor provecho a las cosas. Galería de fotos en: fb/perfilcom

Taylor Camp, enclave hippie que creó el hermano de Elizabeth

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK MAR DE FONDO. (Arr.) La increíble costa en cuchillas de Na Pali. (Ab.) En el sur de la isla, la Playa Vidrio, con arena formada por fragmentos marinos erosionado­s que crean una alfombra de pedacitos de vidrio.
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FOTO THE NEW YORK TIMES / TRAVEL
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HOTELERIA. (Izq.) Hay varias villas familiares, como la que se levantó en una ex plantación de azúcar.
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FOTOS: SHUTTERSTO­CK AL VIENTO. En una de las 69 playas de los 182 km de costa de Kauai, la “Isla Jardín” de muchos microclima­s por la presencia de selva, acantilado­s y valles.
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¡CLICK!. (Desde arriba.) Plumería, la flor típica de Hawai, pariente del tiare de Polinesia; Iglesia Wai’oli Hui’ia; cascadas gemelas de Wailua; (izq.) Faro de Kilauea.

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