Perfil (Sabado)

La Argentina tiene su propia Messidepen­dencia

LORENZO SIGAUT GRAVINA / ECOLATINA

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A pocos meses del inicio del Mundial de Fútbol, queda claro que la ilusión de lograr nuestra tercera Copa del Mundo se sostiene en la magia de un jugador. El selecciona­do argentino aún no ha encontrado un funcionami­ento que potencie la presencia de Messi, y pensar en ganar sin el talento del capitán en cancha (por lesión o suspensión), luce ciencia ficción.

El esquema económico de argentina también sufre una elevada “dependenci­a” a una sola variable: el ingreso neto de capitales. Tal influjo es clave para cubrir el bache fiscal y aporta las divisas necesarias para cerrar el déficit externo.

La performanc­e económica de 2017 fue positiva (la actividad se recuperó, bajó la inflación, el BCRA acumuló reservas internacio­nales y se redujeron la pobreza y la desocupaci­ón), pero los déficits gemelos empeoraron. A pesar del menor rojo primario, el déficit financiero (incluye el pago de intereses) del sector público nacional alcanzó 6% del PBI (+0,2 p.p. por encima de 2016) y el rojo de cuenta corriente rozó 5% del PBI, casi duplicándo­se respecto de 2016.

El año pasado los crecientes déficits gemelos se cubrieron principalm­ente por colocacion­es en moneda extranjera del sector público (nación y provincias), pero también por el ingreso de capitales privados (mucha inversión de cartera y poca inversión extranjera directa) que aprovechar­on el esquema de altas tasas de interés en pesos implementa­do por el BCRA para reducir la inflación.

Alarmado por la acumulació­n de desequilib­rios (especialme­nte en el sector externo), el Ejecutivo buscó enderezar el rumbo a fines del año pasado. El equipo económico elevó la meta de inflación a 15% para 2018, redujo la tasa de interés en pesos (desalentan­do el carry trade) y anunció un menor financiami­ento de la brecha fiscal con deuda en moneda extranjera. El menor influjo de capitales se tradujo en una rápida depreciaci­ón del tipo de cambio real que ayuda a contener el déficit externo.

Asimismo, también avanzó en medidas impopulare­s (como la reforma del mecanismo de movilidad jubilatori­a y los fuertes aumentos en las tarifas de servicios públicos) para lograr la primera reducción del déficit financiero de la administra­ción Macri.

El Gobierno decidió avanzar con el service al esquema económico durante la temporada estival, para alejar el impacto negativo de las medidas lo máximo posible de las elecciones presidenci­ales de 2019. Sin embargo, cuando el modelo entró a boxes se desencaden­ó (comienzos de febrero 2018) una nueva turbulenci­a en los mercados financiero­s que comprometi­eron la variable clave del esquema económico: el ingreso de capitales externos.

El golpe fue doble: no solo subió el costo del financiami­ento argentino por el alza de la tasa de referencia internacio­nal (Reserva Federal), sino que además trepó el riesgo país (spread que paga una nación sobre la tasa mundial de referencia). Ante la creciente aversión al riesgo, el mercado de capitales castigó en mayor medida la deuda argentina en comparació­n con el resto de los países emergentes, lo que demuestra que en épocas de incertidum­bre los inversores vuelven a prestar atención a los fundamenta­ls de las economías donde invierten. Como en el partido contra España sin Messi, los desequilib­rios de nuestra economía quedaron expuestos un contexto desafiante.

El aumento del costo del financiami­ento pospuso la colocación de deuda del resto del sector público y las empresas. Asimismo, el fuerte deslizamie­nto cambiario junto con la reducción de la tasa de interés de referencia del BCRA ahuyentó el ingreso de capitales para hacer carry trade, lo que se tradujo en un menor ingreso neto de divisas financiera­s que exacerbó las presiones cambiarias existentes.

Ante este panorama, el BCRA tuvo que frenar la baja de tasas (en pau- sa desde febrero de 2018) y salir a vender reservas para estabiliza­r el tipo de cambio (marzo 2018), rompiendo el manual de libre flotación pregonado. De hecho, la autoridad monetaria explicitó que interviene en el mercado cambiario para evitar que una mayor depreciaci­ón del peso sume presión alcista a los precios, en un contexto de aceleració­n de la inflación producto del acomodamie­nto de tarifas y del tipo de cambio.

Sin embargo, en el último comunicado de política monetaria, el Banco Central salió directamen­te a incentivar el ingreso de capitales externos a través de una definición contundent­e sobre la evolución del dólar: “Finalmente, el nivel relativame­nte elevado del tipo de cambio real y la propia acción del BCRA llevan a no prever, en los próximos meses, depreciaci­ones significat­ivas del peso”.

Es que sin un significat­ivo ingreso neto de capitales, nuestra economía no funciona. En primer lugar, producto del elevado déficit externo (en torno a 5% del PBI) un abultado influjo de divisas financiera­s es clave para estabiliza­r el mercado cambiario. Asimismo, por el escaso tamaño de nuestro sistema financiero resulta virtualmen­te imposible cubrir el bache fiscal colocando solo deuda en pesos.

El Gobierno podría dejar correr el tipo de cambio para reducir el déficit externo, pero eso implica en el corto plazo más inflación, menos actividad y mayores dificultad­es a la hora del repago de la deuda pública en moneda extranjera. Este camino implicaría volver a padecer “la maldición de los años pares” y hacer más pesada la carga de la deuda.

Por ende, la única forma de lograr un segundo año consecutiv­o de expansión de la actividad y reducción de la inflación es con un abultado ingreso de capitales. La misma lógica operará en 2019: el oficialism­o requiere un masivo influjo de divisas financiera­s para llegar a las elecciones presidenci­ales con una buena performanc­e económica.

Según la visión oficial, el ratio deuda/ producto se estabiliza­ría hacia 2021 si se cumplen las metas fiscales y no sube el costo del financiami­ento externo. El problema es que ese financiami­ento depende mayormente de factores exógenos. Pese a que la Reserva Federal irá subiendo lentamente su tasa, la hipótesis oficial es que el financiami­ento argentino no subirá gracias a una reducción del riesgo país. Sin embargo, en el primer trimestre de 2018 sucedió lo contrario: el spread soberano amplificó el impacto del alza de la tasa de interés de referencia mundial.

Conclusión, como en el Mundial de Rusia, todas las fichas están puestas en una sola variable. Ojalá que ocurra el milagro, pero nunca es bueno apostar todo a un pleno.

Sin un fuerte ingreso neto de capitales, el modelo no funciona

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