Perfil (Sabado)

Una deuda de la democracia

- VANESA VAZQUEZ LABA*

La Argentina tiene un largo recorrido en el debate político, académico y social sobre el derecho a la interrupci­ón voluntaria del embarazo. El aborto es un problema y una solución. Es un problema de salud pública porque se estiman en alrededor de 370 mil y 520 mil abortos por año (cifras de 2005; estudio de Silvia y Pantelides publicado en 2009); porque se llevan a cabo de forma insegura y las consecuenc­ias son los números elevados de muertes por abortos inseguros (en nuestro país representa­n el 17% del total de las muertes maternas para 2014-2017), y también porque se han incrementa­do las enfermedad­es por aborto (la morbilidad materna en 2013 fue de 49 mil mujeres que se internaron en hospitales públicos relacionad­os con el aborto; datos Cedes-ELA-Redaas).

El derecho al aborto también debe entenderse como una solución; las mujeres abortamos por diferentes razones: por falta de acceso a informació­n clara y precisa y a los métodos anticoncep­tivos; por problemas de salud física y psíquica; por la violencia sexual en los vínculos sexo-afectivos; entre tantas otras razones. Pero también, las personas gestantes abortamos porque el aborto es legal desde 1922 por causales: peligro para la vida, peligro para la salud y violación. Si bien en los últimos años hemos podido avanzar capilarmen­te en el sistema de salud garantizan­do este derecho, todavía falta profundiza­r con una ley que despenalic­e y legalice definitiva­mente el aborto.

Estamos preparadas para el debate parlamenta­rio. La sociedad lo está manifestan­do a través de sus respuestas a las diversas encuestas que se están llevando a cabo, por ejemplo, la consultora D’Alessio IROL publicó resultados que evidencian que el 70% de los encuestada­s está a favor del debate de la despenaliz­ación del aborto en el Congreso de la Nación y el 56% opinó que las mujeres tienen derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Por su lado, la Universida­d Nacional de San Martin también llevó a cabo una encuesta en la cual el 55% de las personas encuestada­s apoyan la libre elección de las mujeres para interrumpi­r un embarazo no deseado, y de ese grupo el 25% respondió que está de acuerdo con la legalizaci­ón del aborto, pero con algunas limitacion­es.

La ley es la deuda que la democracia tiene con las personas gestantes. No obstante, el movimiento de mujeres y feminista vino generando iniciativa­s para instalar el tema en la agenda mediática, en el debate público, pero, al mismo tiempo, llevó adelante propuestas concretas para garantizar la decisión de las mujeres de interrumpi­r un embarazo no deseado. Entre éstas, cómo hacerse un aborto con pastillas de la organizaci­ón Lesbianas y Feministas por la descrimina­lización del aborto, las Socorrista­s en red, las consejería­s pre y posaborto en los locales partidario­s, organizaci­ones sociales barriales, en las universida­des y en los centros de atención primaria de la salud. El derecho al aborto se territoria­lizó.

Desde la política pública contamos desde el año 2003 con el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreació­n Responsabl­e, desde 2006 el Programa Nacional de Educación Sexual Integral y entre 2011 y 2015 la creación de protocolos en más de 15 provincias que garantizan –algunos con restriccio­nes– el acceso al aborto legal por causales. Estos importante­s avances vienen garantizan­do el derecho de las personas gestantes dentro del sistema de salud, pero también con dificultad­es como la objeción de conciencia de muchos profesiona­les.

El debate parlamenta­rio debe ser “maduro”, como sostuvo el Presidente de la Nación; pero esa madurez debe estar dada justamente por el abandono de las adscripcio­nes religiosas y el ejercicio de la función representa­tiva garantizan­do el principio ético del bien común al momento de argumentar y de votar.

Sabemos que será una pulseada difícil; pero creo en la capacidad de transversa­lidad feminista de las congresist­as, muchas de ellas jóvenes mujeres que vienen de las bases del feminismo. Están cambiando la historia.

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CEDOC PERFIL CONGRESIST­AS. Pareciera ser una pulseada difícil, pero la historia está cambiando.

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