Perfil (Sabado)

¿Hasta cuándo seguirá abusando de su suerte?

- RAUL FERRO*

Con la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la presidenci­a, el Perú entra una vez más en una profunda e imprevisib­le crisis política. Sin embargo, la Bolsa de Valores de Lima reaccionó al alza tras la renuncia del presidente, subrayando nuevamente el convencimi­ento de que la economía y los negocios en el Perú transitan por un camino separado al de la política.

Es cierto que la renuncia de Kuczynski no fue una sorpresa. El ahora ex presidente carecía de liderazgo y de capacidad política. Así que es probable que el mercado haya leído su renuncia como un paso positivo dentro de los graves problemas de gobernabil­idad del país.

La reacción de la Bolsa no hace sino subrayar la gran paradoja del Perú en los últimos 28 años: haber podido mantener altas tasas de crecimient­o económico a pesar de las recurrente­s crisis políticas y los constantes fantasmas populistas que han marcado estos últimos años.

No hay que olvidar que cuando ganó la presidenci­a, en 1990, Alberto Fujimo- ri, ejecutor de la apertura de la economía peruana al mercado, era el candidato de la incertidum­bre mientras su contrincan­te, Mario Vargas Llosa, era el candidato liberal y pro mercado que prometía dejar atrás el infierno hiperinfla­cionario de Alan García.

Los años siguientes trajeron todo tipo de peripecias políticas: fuga y renuncia de Fujimori por fax, el regreso de Alan García, el triunfo de un candidato de origen chavista, como Ollanta Humala, y su evolución hacia el pragmatism­o por obra y gracia de influyente­s consejeros brasileños cercanos al PT de Lula, y la recomposic­ión y crecimient­o político del fujimorism­o alrededor de la hija del dictador, Keiko Fujimori.

En contraste con esta volatilida­d política, la economía peruana ha crecido durante los últimos 28 años claramente por encima de la de los otros países de la región y, durante ese período, no ha sufrido ninguna recesión.

Pero ¿podrá seguir la economía peruana apostando a su suerte? La des- composició­n política del país es claramente una amenaza. Las reformas estructura­les de la economía peruana no estuvieron acompañada­s de una reforma institucio­nal y política. Esta grave falencia, en un entorno de alto crecimient­o económico, ha agravado los históricos niveles de corrupción y de informalid­ad –tanto económica como funcional– que enfrenta el Perú.

Cerca del 20% de la economía peruana es aún informal, mientras que el 75% de la población económicam­ente activa tiene un empleo informal y el 65% de las empresas son informales. Sí, estos números pueden ser señales de vigor emprendedo­r, pero nos hablan de un entorno que funciona como caldo de cultivo para la corrupción y las malas prácticas.

El reto inmediato del Perú sigue siendo la gobernabil­idad, imprescind­ible para liderar la reforma del aparato institucio­nal. ¿Qué vendrá después de Kuczynski? Difícil saberlo. La clase política está desprestig­iada, pero un sec- tor importante de la población podría optar por apoyar al fujimorism­o, pese a su división actual, como alternativ­a de estabilida­d y gobernabil­idad. Esto posiblemen­te ayudaría a mantener el crecimient­o de la economía, pero ahondando los problemas de institucio­nalidad y probidad que están detrás de la crisis política del país.

Los peruanos podrían, por el contrario, apoyar una opción no tradiciona­l, como la de la izquierdis­ta Verónika Mendoza. Pero si bien una opción renovadora puede traer un necesario aire fresco al clima político del Perú, no garantiza, ni mucho menos, gobernabil­idad ni un manejo realista y prudente del país.

El Perú no necesita un cambio de rumbo económico. Necesita un cambio cultural y moral junto con una profunda reforma de las institucio­nes. No es una tarea fácil. Pero es imprescind­ible acometerla para sustentar el progreso económico y social del país a largo plazo.

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