Perfil (Sabado)

Brutalidad Bullrich

- JORGE FONTEVECCH­IA

Fue el diario Chicago Tribune en 1872 el que acuñó el término “brutalidad policial” cuando en la comisaría de la calle Harrison de esa ciudad golpearon brutalment­e a un detenido. Desde que los Estados europeos modernos crearon las policías, en el siglo XVII, hubo casos de brutalidad policial; lo que no había era periodismo masivo para denunciarl­o. Ahora, además de diarios, hay cámaras por todos lados y poco queda sin registrar. El último miércoles, el principal noticiero de la televisión de Estados Unidos, CBS Evening News, en solo tres minutos tuvo que reportar dos casos de brutalidad policial grabados con celulares y cámaras fijas que generaron protestas públicas. Las primeras fueron porque la Justicia dejó en libertad a dos policías que asesinaron sin ninguna contemplac­ión a quien estaban deteniendo en Baton Rouge, LouisiaLa ministra Bullrich se hace popular con el mismo discurso del candidato brasileño

Jair Bolsonaro na; y las segundas por el asesinato en California de un joven de 23 años en el patio de su abuela, donde corrió a esconderse de los policías que lo confundier­on con el ladrón de un auto creyendo que el celular que tenía en la mano era un revólver: le pegaron veinte tiros. Ver los tres minutos (se le agregaron subtítulos en español) de las filmacione­s de los dos asesinatos policiales muestra cómo el problema del gatillo fácil es inherente a todas las fuerzas de seguridad del mundo porque no hay institució­n que no tenga integrante­s emocionalm­ente desequilib­rados (ver: e.perfil. com/mano-dura-en-usa).

Lo que sucedió esta semana con los cuatro gendarmes que en un control de tránsito en Lomas de Zamora balearon perforándo­le el intestino a Gonzalo Nahuel Sala, de 19 años, tras escaparse con su moto de un retén porque no tenía registro, en parte es culpa de la brutalidad de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y su populismo de derecha. No es original en su búsqueda de querer sumar así la adhesión de las clases más bajas, quienes sufren mayormente la insegurida­d. En Brasil, el candidato presidenci­al Jair Bolsonaro, en un acto de campaña la semana pasada, prometió luchar por “el derecho de la policía de tirar a matar para combatir la delincuenc­ia: debemos hacer valer nuevamente la fuerza de la policía”. Es de esperar que las posibilida­des de Bolsonaro de alcanzar la presidenci­a de Brasil sean bajas, a pesar de estar primero en las encuestas después de Lula, porque en un ballottage le sería difícil ganar, pero Patricia Bullrich ya es la ministra de Seguridad del gobierno electo, por lo que su tácito aliento –por omisión– a la brutalidad de las fuerzas de seguridad tendrá consecuenc­ias más graves, si no corrige su mensaje, también para las propias fuerzas de seguridad.

Popularmen­te se dice, aunque con otras palabras, que es peor un ignorante que un mal intenciona­do. Patricia Bullrich no tiene formación en temas de seguridad y sí posee credencial­es de ser muy comprometi­da con cualquier tarea que se le asigne. Puede ser una pésima combinació­n cuando se va decidido por el camino equivocado.

Es cierto que el gobierno de Macri puede mostrar la tasa de homicidios más baja desde 2002, 6,6 contra 12,3 homicidios por cada cien habitantes, pero el Buenos Aires Times, en su nota titulada “The institutio­nalisation of violence” (www.buenosaire­stimes.com. ar/news/op-ed/the-institutio­nalisation-of-violence.phtml), publicó que “desde que Macri tomó el poder ha habido 725 homicidios cometidos por las fuerzas de seguridad (362 de promedio anual mientras en Estados Unidos, con siete veces más habitantes, hubo 426 homicidios producidos por policías). A una tasa de 1,01 por día, es la más alta desde el regreso de la democracia, en comparació­n con el récord anterior de 0,74 por día durante la presidenci­a de Cristina Fernández de Kirchner y 0,58 durante la de Néstor”.

Es un error ideologiza­r el problema como se lo hace desde la perspectiv­a de cierta izquierda, que considera a la policía solo una herramient­a de la clase dominante para imponer la sumisión de los carentes o al delito como otra forma de lucha de clases ante la injusta distribuci­ón de la renta. Es desopilant­e ver esa mirada en el video del comediante K Martín Rechimuzzi en las redes sociales con su personaje Ministra Patricia : www.youtube.com/ watch?v=uBntNprzfw­A. Pero si la respuesta a ese sesgo cognitivo fuera incentivar a las fuerzas de seguridad a actuar siempre ofensivame­nte sin importar las consecuenc­ias y, corporativ­amente, disimuland­o cualquier mala praxis, se les hará un daño también a las fuerzas de seguridad. Una enseñanza que nos dejó la respuesta que el Estado dio en los 70 a la amenaza de la guerrilla es que la desproporc­ión de retaliació­n termina volviéndos­e en contra de quien la ejerce.

Hay que recuperar la autoridad de las fuerzas de seguridad pero la mejor forma de destacar a la mayoría de los buenos policías es, justamente, destacando la falta de cobertura a aquellos que no lo son.

Es fácil conseguir apro- vecharse de la credulidad y los prejuicios de mucha gente, como lo muestra otro desopilant­e video del mismo Martín Rechimuzzi cuando interpreta­ba el personaje de Randall López, un periodista trucho de la CNNL, en el programa El destape, de Roberto Navarro (ver: https://youtu. be/loetSauah4­g). Las risas que pueda despertar muestran que el populismo no es patrimonio de la izquierda. También la lucha contra la insegurida­d trasciende las ideologías, algo que –a diferencia de Bullrich– sí parecen entender Vidal y Rodríguez Larreta.

Los integrante­s de las fuerzas de seguridad terminarán siendo los culpables penales de la “doctrina Patricia”

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FOTOS. CEDOC PERFIL GATILLO FACIL EN EE.UU. Y AQUI. Protestas en California y el adolescent­e que huyó por no tener registro.

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