DE LAS OSTRAS AL SUSHI
La costa de Kinsale, las iglesias devenidas centros culturales y los espacios gastronómicos con menú japonés o ayurveda hablan de una ciudad que se sabe tradicional pero que supera los estereotipos de los tréboles y la cerveza.
LLos viajeros que van y vienen de Dublín a menudo pasan por alto la segunda ciudad más importante de Irlanda, Cork. La ciudad “rebelde” está orgullosa de su herencia irlandesa –los recientes festejos de San Patricio así lo demuestran–, vienen asomando establecimientos asiáticos, africanos y del Medio Oriente a lo largo del río Lee. En otro momento, las cervezas locales Beamish y Murphy llenaban todos los tarros de la ciudad, pero florecen las nuevas cervecerías artesanales que maridan con la vibrante selección de alimentos de los distintos restaurantes de Cork. Luego del sorpresivo huracán Ofelia que arrasó el último otoño, Cork se recuperó y volvieron los puestos de comida callejera y la rueda de la fortuna que ofrece deslumbrantes vistas de la ciudad.
Día 1. Neogótico irlandés
Pasea por el prolijo campus de la University College Cork, fundada en 1845. El majestuoso corredor del edificio principal de estilo neogótico que rodea un patio cuadrangular tiene la mayor colección de piedras con el alfabeto ogámico expuesta al público (sin costo). Estas enormes rocas con inscripciones, que datan del siglo V, constituyen la fuente escrita más antigua de la lengua irlandesa. En la Galería Lewis Glucksman de la universidad se exhiben obras mucho más recientes (por una donación sugerida de € 5). El edificio envuelto dramáticamente en madera, alberga exposiciones temporales de arte visual. La densa población de iglesias hace de Cork el destino perfecto para quienes gustan de utilizar antiguos recintos de oración para propósitos no religiosos. El Centro Artístico Triskel
es un buen ejemplo ya que se ubica en una iglesia neoclásica restaurada, en el centro de la ciudad. Los invitados se acomodan en bancos de iglesia bajo los altos techos y los vitrales para mirar proyecciones cinematográficas o conciertos musicales. El sitio histórico, donde se construyó la primera iglesia de Cork hace mil años, también incluye una galería de arte. En muchos de los pubs en Irlanda se sirven papas fritas con un intenso curry, pero la auténtica cocina india de Iyer es absolutamente única. En este diminuto establecimiento de diez asientos se sirve un menú ayurveda con verduras de temporada. Las opciones cambian a diario y por lo general presentan una versión innovadora del chaat, una tradicional comida callejera (una mezcla crujiente de masa frita y garbanzos) cubierta de pistachos y chutney de ajo. Los postres también siguen la línea ayurvédica, como por ejemplo los brownies de masala chai. La cena para dos, € 35. Si lo prefiere, podría cambiar los brillantes sabores de la India por el oscuro y moderno interior del Elbow Lane Brew & Smoke House, un restaurante con una nanocervecería. Si en vez de cena solo quiere probar la marca, ofrece una ronda de tres cervezas hechas en casa (por € 9,90). De acuerdo con la legendaria ley de pureza de la cerveza o German Reinheitsgebot, las cervezas sin añadidos se producen únicamente con agua, cebada, lúpulo y levadura, pero eso no significa que carezcan de sabor. Arrow Weisse, por ejemplo, es una cerveza de trigo estilo bávaro con toques cítricos.
Día 2. Punto de partida
No sería un viaje a Irlanda sin una buena dosis de desayunos abundantes con salchicha, tocino y morcilla, pero vale la pena darle un descanso a la carne y comenzar el día con un desayuno saludable en The Rocket Man Food Co., en el centro de la ciudad. Si está en plan de compras, podrá ir a Carousel, donde los vestidos veraniegos de diseño irlandés muestran extravagantes telas adornadas con motivos marinos. Pase por alto las tiendas para turistas recargadas de adornos de tréboles y diríjase al mercado de pulgas Mother Jones, un tesoro de pasillos abarrotados en los que se pueden ver anuncios de época de Guiness for Strenght, así como señales de tránsito irlandesas (desde € 14) entre las herrumbrosas latas de dulces. A 30 minutos de la ciudad, en dirección al sur, se encuentra Kinsale, quizá la costa más pintoresca en el condado de Cork. Las angostas calles están flanqueadas por encantadoras boutiques y podrá sentarse en una las mesas del bar Bulman, para sumergirse en un plato de pescado y papas (por € 14,50) con vista al puerto; si el mes termina en “bre” también encontrarás ostras irlandesas bañadas en puerros y queso gruyere (€ 15,50). Justo sobre la colina, se encuentra el Fuerte Charles (€ 5), una fortaleza del siglo
El Centro Artístico Triskel se ubica en una iglesia neoclásica restaurada
XVII, muy bien conservada, en forma de estrella, que ofrece una imagen de la historia del puerto, así como magnificas vistas de la ciudad entera. Aunque Kinsale es conocido por ser un destino para comer mariscos, en fechas recientes ha cobrado fama como un favorito del estilo de-la-granja-a-su-plato, con lugares muy originales como Bastion. La comida para dos ronda los € 100.
Día 3. De las ostras a las algas
Nano Nagle Place (€ 7,50) es un espacio cultural de valor patrimonial que cuenta la historia de Cork dentro del recién restaurado complejo de edificios históricos. Está repleto de exhibiciones acerca de la vida de Nano Nagle, una monja del siglo XVIII que fundó siete colegios para niños pobres en Cork, junto con un convento construido por la orden de Santa Ursula en 1771. Las exhibiciones interactivas ofrecen un apasionante panorama de la paupérrima vida de los católicos bajo el mando sajón, mientras que sus alrededores están dotados de prístinos jardines exteriores donde las tiernas plantas se mezclan con la herrería antigua. Está abierto de 10 a 17 y la entrada para adultos cuesta € 7,5. Takashi Miyazaki cocinaba en un lujoso hotel antes de casarse con una mujer irlandesa y poner un negocio en un antiguo lugar de comida china para llevar donde las ofertas han aumentado cada vez más. Identificado por un enorme mural de una geisha frente al local y un llamativo portón de madera, allí solo hay seis taburetes y una cocina abierta, pero los comensales internacionales entran y salen constantemente. Todos ellos son atraídos por el dashi, el platillo especial del chef, un caldo con unami hecho de algas kombu y láminas de bonito que se utiliza para la sopa de fideos udon o soba (€ 12,50), así como por unos deliciosos platos de arroz donburi (desde € 10,50) cubierto de cortes de cerdo enharinado, delgadas láminas de carne o pollo hervido con huevo. Siéntese en uno de los codiciados taburetes y observe a la gente a través de la ventana que da hacia la calle mientras saborea estas delicias de otras latitudes.