COMPROMETIDOS
Hay cosas en este país que a lo largo del tiempo se mantienen inalterables: 1. Pity Álvarez va a protagonizar algún escándalo. 2. Chano va a chocar. 3. El gobierno va a prometer bajar la inflación. 4. Para atraer inversiones extranjeras hay que chupar las medias. Dicen los que saben que las agachadas nacionales no nacieron con la famosa frase “relaciones carnales”, paradigma del menemismo cuando quiso insertarse en el mundo (estamos evitando todo lo posible plantear el chiste obvio que despierta el término “insertar”). Muchos se remontan más atrás, en frases como la de Nicolás Avellaneda: “Millones de argentinos economizarían hasta sobre su hambre y sobre su sed para responder a los compromisos con los mercados extranjeros”. Entendiendo, con malicia quizá, que él no iba a estar entre esos millones. Otra frase histórica por el estilo es la que pronunció Julio Roca (h) luego del polemiquísimo Pacto RocaRunciman: “Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico”. Guillermo Leguizamón, director de una empresa ferroviaria, fue más explícito: “La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad” (lo de “graciosa” debe ser porque se reían de ellos). La cuestión es que por ese camino comenzó a transitar la obsecuencia argenta. Pero como este es un país ciclotímico que puede pasar climáticamente hablando de los 10 a los 36 grados de un día para el otro, la política se contagió y un día Perón enfría la relación con Estados Unidos y bardea a su embajador, para que el gobierno siguiente lo considere el amor de su vida. Hoy, que estamos en uno de esos frecuentes y sistemáticos “retornos a lo mismo” históricos, donde lo que se sostenía ayer como bueno hoy está mal y al revés, se mezclan Nietzsche, Adam Smith y Aranguren para buscar la lluvia de inversiones que va a salvarnos. Pero es época de sequía, no hay ni garúa, entonces las viejas mañas de seducción estatal afloran. Mauricio Macri recibió al presidente de España, Mariano Rajoy, y pronunció una frase de pura raigambre económico-franelera: “España y la Argentina son como dos amantes que se reencuentran”. Admitiendo que es posible que dos países se profesen afecto, ¿cómo interpretar la frase? ¿Nuestros productos van a penetrar en su mercado? ¿La balanza comercial se va a dar vuelta? ¿Es sexo seguro? ¿Nos van a hacer la cama? Nada de esto se sabe aún. Macri cree, tal vez con buena voluntad, que la palabra “acercamiento” entre dos naciones tiene connotaciones amorosas. Los dos países vienen de relaciones turbulentas y busca fumar la pipa de la paz, e interpreta que, dada la debilidad argentina, no importa quién haga de fósforo. Pero el amor y el compromiso también tienen que tener un límite. Después de todo, los sadomasoquistas dicen amar, ¿no?