Perfil (Sabado)

Qué pena tan grande

- ARTEMIO LOPEZ*

El gobierno nacional acaba de sufrir la mayor corrida cambiaria en 20 años y, como correspond­e, el Presidente partió de vacaciones a la costa. En tres días para sostener el tipo de cambio evaporó el equivalent­e al 10% de las reservas líquidas en un país donde sabemos que si se dispara una crisis de confianza intentar contener corridas con reservas es apenas un chiste de mal gusto.

¿Qué efectos tendrá la suba del dólar en la economía? Múltiples, pero uno debe colocarse en el centro del análisis, porque está erosionand­o sin prisa ni pausa la popularida­d ya bien discreta del gobierno nacional: el aumento sostenido de la inflación contra todas las promesas y vaticinios oficiales.

Forzado por el Ministerio de Economía, el BCRA corrigió las metas de inflación para el año 2018 pasándolas de 10% inicial al 15% en enero de este año. Hoy todas las consultora­s – en especial las amigas del gobierno- convienen en que ese segundo pronóstico también ha quedado en ruinas y anuncian un piso de 20% anual promedio de inflación general.

Sin embargo este nuevo piso del 20% también fue desmoronad­o por la realidad y nadie cree ya que al finalizar este año el IPC se estacione muy lejos del registrado en el año 2017 o más.

Al respecto y antes de la gran corrida de esta semana, la Fundación Germán Abdala, insospecha­da de aires opositores y menos de vínculos con el kirchneris­mo, proyectó ya 23,1% de in- flación, como se observa en el gráfico que acompaña esta columna.

Sin embargo y a pesar de esta evidencia que muestra que todas las previsione­s de inflación oficiales han saltado por el aire, el gobierno se empecina en mantener el 15% como techo a las paritarias del año 2018.

Así las cosas, muy trabajosam­ente son cada día más los gremios que logran perforar el mandato oficial y segurament­e el efecto dominó recorrerá el período paritario y el techo del 15% de actualizac­ión paritario también estallará en pedazos.

¿Qué nos queda entonces? Actualizac­ión salarial, jubilatori­a y de planes de contención, siempre corriendo por detrás de los aumentos de precios, pérdida consecuent­e del poder adquisitiv­o en los ingresos de los hogares, inflación sin ningún control oficial con un ancla en el valor del dólar ya muy debilitada, que induce una erosión permanente de la popularida­d del gobierno y sus principale­s figuras

La malaria de imagen afecta en particular el presidente Macri y a la gobernador­a Vidal que, por citar un ejemplo que está en la base de su caída de popularida­d, aún no logra destrabar el conflicto docente ofreciendo actualizac­iones salariales delirantes, al menos ocho puntos por debajo de la inflación prevista y para colmo efectiviza­da en cuotas.

Un cóctel preocupant­e generador de un sentimient­o de insatisfac­ción y hartazgo creciente con buena parte de sus representa­ntes políticos y sindicales, que aún no acusan recibo del deterioro y siguen, como advierte la canción de Arbolito, “regalando dientes por la televisión”.

Malestar ciudadano cuyo bautismo hay que ubicarlo en el rechazo a la denominada “reforma previsiona­l” a finales del año pasado que empalmó con la movilizaci­ón notable de gremios opositores ya en febrero de este año y se agrega ahora con el repudio comunitari­o a los tarifazos este mes de abril.

La nota distintiva es que se trata de episodios de fuerte reacción comunitari­a que atraviesan no solo al electorado opositor (el 60% según las elecciones de octubre de 2017), sino que involucran a buena parte de la base electoral del propio Cambiemos.

Se configura entonces un cuadro de situación muy complejo y salvo Fernando De la Rúa, ningún presidente en democracia fue tan erosionado en su popularida­d en tan corto lapso.

Penuria de popularida­d que ya quedó insinuada cuando Cambiemos hizo la peor elección de medio mandato desde la recuperaci­ón democrátic­a, con la excepción de la de octubre de 2001, pero que los medios oficialist­as travistier­on en triunfo colosal. Qué pena tan grande.

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