Signos de alarma a tener en cuenta
No es algo de lo que quienes lo padecen suelan hablar. Los signos de que un niño o niña puede estar viviendo una situación de este tipo aparecen de manera menos manifiesta.
Para los niños que han vivido una situación así es muy difícil poder hablar del tema. Tampoco aparece la situación del maltrato en sus dibujos o en el juego. Lo que sí puede ser un indicio es que el mismo niño interrumpa el juego cuando se aproxima a evocar la situación traumática. O también, en el momento de hablar de otras cosas, puede irrumpir el llanto.
Las marcas corporales del abuso: “muchas veces hay temblores, llanto. O no poder continuar hablando cuando se acerca a algo que pudiera recordarle la situación del abuso”, dice Suana Toporosi. do la sexualidad como arma. Las personas que hacen esto, en realidad tienen fallas desde muy temprano en la constitución de su psiquismo, que no pudieron ser contenidas por alguien mayor. Predomina en ellos un odio temprano que los lleva a repetir estos actos compulsivos. Ambito familiar. Susana Toporosi afirma que habitualmente “el abusador hace una amenaza al chico o al adolescente: no lo puede contar; si no le va a pasar algo grave al chico. Las amenazas suelen ser del estilo tu mamá no te va a querer más si lo contás’. O que no la va a poder ver más: hay que imaginar qué significa para un niño semejante amenaza. Se lo amenaza con perder lo más importante, ya que el niño depende del afecto de un adulto.
—Lo cual es mucho peor cuando el que amenaza es el padre.
—Siempre sucede en una situación de asimetría y de poder, que tiene que ver con la dependencia que tiene un niño de un adulto. Un niño no se puede criar solo. Necesita de afectos y de cuidados físicos también de parte de los adultos que lo cuidan. Entonces, ese terreno se transforma en uno de vulnerabilidad para que pueda suceder una situación de abuso.
— ¿Siente vergüenza un abusador?
—Un abusador tiene un modo de funcionamiento mental en el que los chicos o las otras personas no son considerados sujetos. No tienen instaladas ciertas legalidades que hacen que ciertas cosas les produzcan un freno a los impulsos. Algo como la vergüenza o el repudio de lo que hace. En general, lo que vemos es que las personas que son abusadoras,
La especialista señala que “muchas veces los pediatras de adolescentes refieren que las chicas van al consultorio y no cuentan por qué van a la consulta. Es más común que aparezca, por ejemplo, en el momento de ser revisadas. En esos momentos, es común que no se dejen revisar. O cuando tienen que revisarles los genitales no aceptan”.
En los adolescentes también aparece el tema ante la pregunta por su sexualidad, sobre si tienen relaciones sexuales. Expresan que “no quieren tener relaciones sexuales nunca”.
Poder abordar la cuestión es “un trabajo de construcción del profesional que muchas veces tiene que encontrarlo, porque no viene el relato directo, salvo en algunas excepciones”. por lo general no sienten angustia ante lo que hacen. No piden ayuda.
Sociedad. Toporosi es taxativa: “Lo que hace que el abuso se repita o se perpetúe es que existe una sociedad que tiene naturalizados los abusos. Los abusos de poder, las diferencias sociales que ha- cen que haya tanta desigualdad. Está naturalizado que la palabra del hombre sea más creíble que la de la mujer. Todo eso que hace que sea difícil demostrar que un varón adulto, heterosexual, más si tiene dinero, pueda no ser creíble. Siempre hay una sospecha sobre la voz de la mujer o de los niños. Está instalado a nivel social que hay personas cuya palabra es más creíble que la de otros. Por eso es tan importante para el niño que fue abusado el hecho de que alguien le haya creído. Y luego, que quien le creyó denuncie al abusador. Porque eso rompe los pactos de silencio, de aislamiento y de terror”.
—¿Tiene un efecto sobre el futuro?
—Es un paso importante. Pese a que ahora, el que sufrió el abuso no pueda comprenderlo, romper ese pacto es esencial para una recuperación futura. Que pueda volver a sentirse un sujeto: que haya habido alguien que haya puesto un límite a quien agredió.
—¿Aun cuando el abuso haya sido hace mucho tiempo? Pienso en quienes denunciaron situaciones en escuelas o internados...
—Claro. Pensemos que hay contextos distintos. Ahora se puede denunciar más. Y decir que determinado cura generó tanto sufrimiento o malestar, tanto padecimiento, eso queda inscripto y visibilizado. Y arma una verdad que al sujeto individual que fue abusado le va a permitir su recuperación psicológica.
—¿Hay categorías en cuanto al abuso? ¿Hay matices? ¿Cualquier maltrato a menores es abuso? Una familia que tiene actitudes promiscuas con niños y niñas, ¿ya está encuadrada dentro del abuso?
—Hay gradaciones en este tema. En realidad, hay familias o situaciones familiares en las que no hay tantas regulaciones para el erotismo. Por ejemplo, están acostumbrados a que los chicos se puedan bañar con los padres o se dan besos en la boca. O los padres se muestran desnudos. Inclusive, hay subculturas familiares. También hay países donde es común que los padres se besen con sus chicos en la bo-
Para que exista el abuso tiene que haber una sociedad que tiene naturalizados los abusos, que le crea más al hombre que a la mujer.”
ca. Pero, en realidad, cuando hablamos de abuso, estamos hablando de otra situación: la de un adulto que está usando una oportunidad en la que en vez de usar la ternura –dado que está cuidando a su hijo, lo está protegiendo–, aparece la sexualidad.
No lo puede pensar como una personita, a la que tiene que cuidar o proteger. No: lo ve como una oportunidad, precisamente para su satisfacción propia y empieza a tratar de que el chico empiece a querer de a poco hacer cosas que a él, al adulto, lo gratifiquen sexualmente, olvidándose del daño que produce. Por eso decimos que el lugar del padre, que es que cuidar y proteger, en vez de poder transitarlo, sabiendo que ahí el erotismo no se puede descargar y dejar que fluya, sino que eso es para otro espacio, allí no se cumple. En esos casos, se avanza sobre los chicos no considerándolos personas, sino una cosa para su propia satisfacción. En las entrevistas es notable cómo uno puede reconocer a los abusadores: llama la atención lo poco preocupados que están por los chicos.