Perfil (Sabado)

El problema del todo

- JORGE FONTEVECCH­IA

“Argentina tiene todas las distorsion­es macroeconó­micas posibles de modo simultáneo. Un país puede tener varios problemas, pero Argentina los tiene todos y juntos, superpuest­os e interconec­tados. Argentina tiene déficit fiscal, déficit comercial, vive un proceso inflaciona­rio, atraso tarifario en todos los servicios públicos, exceso de impuestos, exceso de costos, altísimas tasas de interés, atraso cambiario, subsidios para más de la mitad del país en todos los planos. Y cada vez que el Gobierno intenta mover alguno de estos componente­s se le afecta el otro. Si sube la tasa de interés, se le atrasa el dólar. Si sube el dólar y baja la tasa, le suben los precios. Si baja los subsidios y sube las tarifas, No alcanza con ir en la dirección correcta. La nave también precisa un buen piloto los gobernador­es se le resisten y los contribuye­ntes y ciudadanos y votantes protestan. Si baja los impuestos, aumenta el déficit fiscal. Si baja el gasto público, el sistema presenta mucha resistenci­a. Si baja los costos, se le complican los sindicatos. Y así podemos estar todo el día conectando derivacion­es de cada uno de los componente­s que Macri puede mover en este esquema laberíntic­o endemoniad­o en el que el Presidente está metido”. Así comenzó uno de sus mejores editoriale­s radiales Marcelo Longobardi al terminar la semana.

Pero lo que luce endemoniad­o y laberíntic­o puede también ser muy simple. Que todos los valores estén desajustad­os al mismo tiempo demuestra que la solución también podría resolverlo­s todos al mismo tiempo. Y de la propia descripció­n surge el diagnóstic­o: falta un plan integral que ataque simultánea­mente los múltiples síntomas, y no de a uno por vez.

Parece un poco obvio decir que la economía es un sistema de homeostasi­s que responde como un globo: al apretarse en una parte se infla más en otra. No se puede esperar sacar el cepo (significat­iva devaluació­n) y que no aumente la inflación, salvo que se lo hiciera con un plan que contenga los remedios para los efectos secundario­s no deseados de las decisiones, por más correctas que estas fueran. Que las distorsion­es estén interconec­tadas indica que son todas parte del mismo problema, y las soluciones también tienen que estar interconec­tadas. Pero para ello es necesario tener una visión del todo, y Macri ve los problemas como si fueran independie­ntes. Tiene respuestas individual­es para cada uno, como un gerente especializ­ado o un militar eficiente, pero no mostró aún la visión del todo de un estadista. Para traducirlo al diccionari­o de gestión: la visión de un fundador es diferente a la de un CEO. Aunque parezca una contradicc­ión, hay todavía un parecido entre una parte de la economía de Macri y la de Kicillof, quien frente a cada problema aplicaba una solución puntual que resolvía temporaria­mente ese problema pero creaba simultánea­mente otro. Y así llegó el kirchneris­mo a que todas las variables estuvieran distorsion­adas, y así continúa el macrismo aun en una dirección opuesta y correcta.

Hay una diferencia entre el qué y el cómo: el rumbo puede ser el correcto pero el tipo de transporte, su velocidad o su costo pueden no ser los más convenient­es. Y si el camino está poblado de dificultad­es, además de técnica se requiere ingenio. Como si fuera un cronista y no el conductor económico, Dujovne dijo en febrero durante una ruidosa conferenci­a de prensa en Madrid: “Tenemos muy pocas herramient­as para derrotar la inflación”. El racionalis­mo y la disciplina metodológi­ca son condición necesaria pero no suficiente. El Gobierno, que tanto elogia el emprendedu­rismo, carece de esa cuota de creativida­d.

La falta de una solución tiene múltiples causas. Parte es atribuible al modelo beta de la prueba y el error continuo que se adapta a la cultura posmoderna líquida de las nuevas generacion­es que repelerían cualquier solidez en forma de estructura conceptual –explicado en “El modelo beta de Macri” (e.perfil.com/modelobeta) y la réplica de Jaime Duran Barba en “El gradualism­o y lo efímero” (e.perfil.com/loefimero)– que le ha sido tan exitoso electoralm­ente al PRO como frustrante en economía.

El modelo beta también es funcional a un Macri al que le aburren las abstraccio­nes por la dificultad que demanda distinguir en el campo de lo complejo lo verdadero de la pura narrativa, además de la lectura de una cantidad de libros que requiere la preparació­n para esa tarea. Las categorías que utiliza Macri para representa­r la problemáti­ca del país no son muy distintas a las simples categorías que usó para ser exitoso en Boca; hasta sus metáforas para describir la política son futboleras, aunque cada vez menos afortunada­mente.

Otra causa es la resistenci­a del Presidente a tener un ministro de Economía con “ego”, como se explicó en esta columna la semana pasada (e.per fil.com /inf lacion). Se dividió el poder de un verdadero ministro de Economía en cinco ministros del área económica y dos vicejefes de Gabinete para que no surja ningún competidor político futuro. Cavallo y Lavagna fueron candidatos presidenci­ales después de ser exitosos ministros, y en Brasil Fernando Henrique Cardoso fue electo presidente después de domar la inflación, y ahora es candidato presidenci­al el ex presidente del Banco Central de Lula y ministro de Hacienda de Temer.

También la psicología tiene su cuota de responsabi­lidad: la sobrestima­ción que hace de sí mismo quien siempre tuvo éxito, consiguió lo que se propuso y desde muy chico pudo tener todo lo que quería. Nadie podría justificar­se diciendo hoy que en 2015 no sabía que la economía tenía todas las distorsion­es macroeconó­micas juntas. El propio Macri repetía en campaña que “lo más fácil será terminar con el cepo y la inflación”.

El gradualism­o, que se explica como una necesidad política para ganar elecciones, omite la posibilida­d de un plan exitoso económicam­ente y, por tanto, también electoralm­ente. La disyuntiva entre ganar las elecciones o arreglar la economía no tiene en cuenta la posibilida­d no excluyente de ambas responsabi­lidades de cualquier gobierno.

El macrismo convierte impotencia en virtud: el no saber cómo resolver el problema es expuesto como sensibilid­ad social. Como un médico que va operando por tramos al paciente argumentan­do que es para que sienta menos dolor, cuando en realidad no sabe aún de qué operarlo y va probando.

Desde el PRO se sostie- El racionalis­mo es necesario pero no suficiente. Al método hay que sumarle creativida­d ne que lo que ellos hacen es algo distinto a lo que el círculo rojo de analistas está acostumbra­do. Que resultan inclasific­ables (ejemplo: el PRO no es “ni desarrolli­sta ni liberal sino lo que se pueda”) porque las categorías políticas y económicas con las que se pretende juzgarlos son obsoletas porque ellos son algo nuevo. Quizás el problema ontológico, más que categorial, sea del orden del no ser de un grupo de personas bienintenc­ionadas que vinieron a cumplir un papel de amortiguad­or transicion­al entre el populismo kirchneris­ta y lo finalmente nuevo que aún no emergió. Ojalá que Cambiemos en el hacer se haga y en su autopoiesi­s mejore el país. Diego Maradona - Pablo Avelluto

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NO PUDIERON. El equipo del DT se quedó sin ascenso. El ministro, sin hablar en la Feria del Libro.

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