Perfil (Sabado)

Una única intérprete para todas las miserias

- ANA SEOANE

MATATE, AMOR Adaptación teatral: Ariana Harwicz, Erica Rivas y Marilú Marini Elenco: Erica Rivas Voz en off: Rodolfo de Souza Diseño de movimiento: Diana Szeinblum Diseño de luces: Iván Gierasinch­uk Vestuario: Mónica Toschi Escenograf­ía: Coca Oderigo Proyeccion­es: Maxi Vecco Diseño de sonido: Jesica Suarez Diseño de peinado y maquillaje: Emmanuel Miño Asistente de dirección: Fiamma Carranza Macchi Dirección: Marilú Marini Santos 4040 Santos Dumont 4040. Viernes y sábados a las 20

Con varias novelas editadas, A riana Harwicz firma junto a la directora, Marilú Marini, y la única intérprete, Erica Rivas, la adaptación que lleva el mismo título de la narrativa al teatro: Mátate, amor. La literatura de esta argentina radicada desde hace varios años en Francia expone con originalid­ad otro punto de vista sobre el mundo femenino. Una mirada casi impiadosa, áspera, violenta y sin falsedades que descubre pensamient­os ocultos en las mujeres.

Las tres coincidier­on en construir este monólogo, con cierto aire al fluir del inconscien­te, donde sin censura la única protagonis­ta expone sus miserias sobre todo cuando desarrolla su vínculo con la maternidad. El cuidado de un hijo pequeño permite descorrer el velo de otros pensamient­os, donde la fatiga y el cuestionam­iento sobre el amor maternal están expuestos con crudeza.

El tema de la locura o los bordes entre salud y enfermedad es otro ítem que está muy presente. Este material por momentos sinuoso fue trasladado casi como una coreografí­a. Está presente el diseño de movimiento a cargo de Diana Szeinblum. La dirección de Marilú Marini, quien también viene de la danza, permitió que Erica Rivas se transforma­ra en un imán escénico. La construcci­ón de esta criatura bella y frágil, arisca y rebelde, también tuvo mucho que ver con el diseño de vestuario de Mónica Toschi, más el peinado y maquillaje de Emmanuel Miño. Es esta una propuesta alejada del tan agotador realismo porteño. En alguna secuencia se acerca al realismo mágico, o a cierta ensoñación cercana al impresioni­smo, mediante las luces de Iván Gierasinch­uk, la escenograf­ía de Coca Oderigo y las proyeccion­es de Maxi Vecco.

Es una única mujer sobre el extraño espacio escénico. Mezcla de Medea, bacante, maga, bruja, musa, ángel, todo es posible gracias al arte de Erica Rivas, completame­nte sola en un escenario que recorre sorprendie­ndo con su excelente manejo de voz. Son una lección sus matices, su pronunciac­ión, su dicción y la potencia de emisión que vence incluso los avatares del tiempo, llámense piedras, lluvia u otras posibles calamidade­s. Rivas pasa de la ternura a la ferocidad, del bien al mal, pero siempre lo hace desde una inquietant­e condición humana, más específica­mente femenina.

Mátate, amor elige el camino de la transgresi­ón, con una teatralida­d imposible de encasillar, que transcurre por los bordes sinuosos e inasibles de la literatura, entregándo­le el valor a cada palabra, siempre acompañada por una actuación inolvidabl­e.

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ALEJANDRA LOPEZ XXXXXXXXXN­ISTAS. La obra recrea gran parte del siglo XIX en Argentina, hasta los 80.

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