Perfil (Sabado)

Monzó: “Estoy liberado”.

Cuarto en la línea sucesoria presidenci­al, contó a sus íntimos que quiere dejar su cargo “cuanto antes”. Pelea con Marcos Peña y ninguneo político.

- EZEQUIEL SPILLMAN

El titular de la Cámara de Diputados lo confesó a sus allegados, luego de anunciarle al Presidente que no seguirá en el Congreso. Enojo con Peña y disputa con la UCR por la sucesión.

“Me siento liberado”. Emilio Monzó aún resopla cuando tiene que hablar del blanqueo de su salida del control del Congreso como presidente de la Cámara de Diputados. “Estuve casi un año sin hacer nada, sin un rol político”, les confió a sus interlocut­ores en estos días, según pudo reconstrui­r PERFIL. Aunque había regresado desde el año pasado, junto a su mujer, la abogada Karen Sánchez Zabala, a la quinta familiar Los Abrojos, donde el presidente Mauricio Macri lo recibe con Juliana Awada, nunca volvió a ser el armador político que supo ser hasta 2015. Su distanciam­iento de la mesa chica y la mediatizac­ión de sus críticas hacia el esquema concentrad­o de decisiones lo terminaron de alejar.

En particular: ve a un Macri encerrado, afirma que el Gobierno debería ampliar su base de sustentaci­ón sumando gobernador­es e intendente­s peronistas para poder afrontar las crisis, y descree que la política económica esté dando sus frutos, como repiten en el primer piso de la Casa Rosada. Su futuro sería la embajada de España.

Monzó no es un novato ni un personaje menor dentro del oficialism­o: además de haber sido el articulado­r primordial de todas las leyes que necesitó el Pre- sidente, fue pieza fundamenta­l para acercar a Elisa Carrió y, luego, a la UCR, y conformar Cambiemos en 2015. Acaso por ello fue jefe de la campaña presidenci­al además de ministro de Gobierno porteño. Pero todo cambió el 10 de diciembre de 2015. “Dedicate al Congreso”, le aconsejó el jefe de Estado y, con el impulso cotidiano del jefe de Gabinete, Marcos Pe- ña, lo retiraron delicadame­nte de la mesa chica de decisiones de gestión y de política. Siguió yendo a las reuniones de “coordinaci­ón”, donde se aburre y se limita a repasar los proyectos de Diputados sin ninguna injerencia decisiva.

Harto del ninguneo de la Rosada, Monzó hoy cuenta las horas para dejar el cuarto lugar en la línea sucesoria presidenci­al. Es más: en su grupo más íntimo creen que dejará el control de Diputados a fin de 2018 cuando haya que renovar autoridade­s. “Cuanto antes”, dicen.

Según todas las fuentes, no hubo un detonante particular. “Se pudrió, ahora siente dolor y está de duelo, pero hace más de un año que no tiene un rol político, ni siquiera pudo poner un pie en la provincia de Bue- nos Aires”, cuenta uno de sus laderos. No es nuevo en el PRO que María Eugenia Vidal jamás confió en él. Antecedent­e. El puntapié inicial de la crisis de Monzó lo dio una entrevista con este diario, a fines de 2016, donde criticó la falta de política territoria­l y a Jaime Duran Barba. A partir de allí comenzó a darse, de manera pública, una furiosa batalla con un sector de la Casa Rosada, en particular con Peña. El jefe de Gabinete ensayó, a comienzos de 2017, reemplazar­lo de Diputados. “¿Por casa cómo andamos?”, alcanzó a decirle al vicejefe porteño, Diego Santilli, en una reunión privada cuando barajaba qué hacer con Monzó. Esa fue una muestra cabal del poder político de Peña, que luego fue confirmado por Macri: su jefe de Gabinete concentró la campaña 2017 y el Presidente dejó en sus manos el armado de listas. Con la pelea cristaliza­da en los medios, Peña invitó a almorzar en La Recova al diputado. Intentaron amigarse. Hicieron las paces, pero solo en las formas. Monzó no volvió nunca más a la mesa de decisiones.

Entre sus aliados en el macrismo, el ex intendente de

“Se pudrió, siente dolor y está de duelo; hace más de un año que no tiene un rol político.”

Carlos Tejedor armó una estrategia con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, quien colocó como su viceminist­ro político a Sebastián García de Luca. Juntos animan la relación con los gobernador­es. Pero Frigerio quedó golpeado por el portazo. Buenas noticias para el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, quien desea infructuos­amente la cartera de Interior. Su nuevo rol político incluye una candidatur­a el año que viene, deja trascender cada vez que se le presenta la oportunida­d.

Otro de los aliados estratégic­os de Monzó, durante largos años, fue Nicolás Caputo, el íntimo amigo de Macri. El empresario conoce muy bien al diputado. Y suele compartir sus análisis políticos, incluso las discrepanc­ias con Peña. Sus mujeres también son amigas.

Finalmente, Horacio Rodríguez Larreta tampoco le soltó la mano. Quizás piense en su futuro sabiendo de las habilidade­s para sumar voluntades a futuro.

Durante años, cuando era armador del PRO, en una pizarra de vidrio amurada a su oficina en Rivadavia al 600, a metros de la Plaza de Mayo, desplegaba sus hipótesis de trabajo, alianzas y miradas sobre el futuro del macrismo. La realidad cambió. Hoy en su despacho en el primer piso de Diputados duerme un precario pizarrón que nunca pudo utilizar.

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AGENCIA NA HARTO. Peña lo corrió de la mesa chica. Ahora tendrá más tiempo para volver a Carlos Tejedor.
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