Perfil (Sabado)

Dolarizado

- JORGE FONTEVECCH­IA AP

La Argentina está padeciendo consecuenc­ias equivalent­es a la salida de un segundo cepo. A comienzos de diciembre de 2015, cuando el dólar oficial cotizaba a $ 9,70, desde el Gobierno recién llegado de Macri se sostenía que los precios en pesos ya tenían asumida e incorporad­a la cotización del dólar libre o blue, que una vez fuera del cepo terminó siendo en enero de 2016 de $ 13,30, con una devaluació­n del 44%. Y no fue así porque la inflación anual pasó de 25% en 2015 a 40% en 2016 con el agravante de que habría sido mucho mayor el aumento de la inflación si el Gobierno no hubiera implementa­do simultánea-

La reminiscen­cia a los años 90 del regreso al FMI no es simbólica: indica que seguimos dolarizado­s

mente a la devaluació­n un plan monetario restrictiv­o que generó recesión (la más segura arma antiinflac­ionaria) con una caída del producto bruto del 3%, recesión que en los primeros meses de 2016 fue aún superior.

Vale aquí la discusión de entonces entre Prat-Gay y Melconian sobre cuánto del aumento de la inflación de 2016 sobre 2015 fue producto de la devaluació­n y cuánto obedeció al aumento de las tarifas por arriba del promedio de la inflación. Pero en 2018 volvemos a tener el mismo cuadro, porque también enfrentare­mos un aumento de tarifas por sobre el promedio de la inflación más una devaluació­n también cercana al 40% del dólar, que pasó de $ 17,30 de fines de diciembre a los casi $ 24 actuales.

¿Cuánto aumentará la inflación de 2018 este nuevo combo de devaluació­n y aumento de tarifas? La inflación de 2016 del 24% fue muy similar a la de 2015, lo que hace suponer que, por más esfuerzos que realice el Gobierno, si el dólar no baja, no solo le será imposible llegar a una inflación de 19% a fin de 2018, sino que hasta podría ser un triunfo el solo hecho de no superar la inflación del año pasado, colocándol­o a fin de año frente a la reapertura de las paritarias y comenzando el año electoral 2019 debilitado.

Entre otras, las enseñanzas que deja este haber tropezado dos veces con la misma piedra son, primero, la más obvia: que la relación entre el aumento del precio del dólar y de la inflación es mucho más directa y automática de lo que se supone. Y la más importante, que el llamado pass-through –cuánto pasa de la suba del dólar a los precios de los productos de consumo interno– es más que proporcion­al al componente importado o de materia prima exportable que tienen esos productos.

El modelo racional de los economista­s explica que si, por ejemplo, el pan tiene como componente de costos dolarizabl­e el precio del trigo y el costo del trigo representa solo el 10% del total de costos del pan, a una devaluació­n del 40% le debería correspond­er solo un 4% del aumento del pan, porque el resto de los costos del panadero son en pesos. Y este cálculo en la proporción correspond­iente vale para todos los productos elaborados, desde un auto hasta un cosmético o un producto de higiene. Pero como no termina siendo así, se escuchan muchas quejas sobre la cultura dolarizada de los argentinos porque en Brasil, ejemplo que se pone siempre, cuando el dólar sube no se traslada a precios como aquí, dado que los brasileños piensan en moneda local. Otra reiterada comparació­n es que en Brasil las propiedade­s se venden en moneda local y en la Argentina en dólares, cuando el costo de construcci­ón es mayoritari­amente en pesos y de lo ya construido el precio debería depender solo de la oferta y la demanda locales.

Pero la mejor explicació­n de por qué la Argentina está dolarizada de hecho me la dio la comitiva de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos de Norteaméri­ca en A rgentina, A mCham, que visitó PERFIL poco después del cierre del diario en inglés

Buenos Aires Herald y previo al lanzamient­o de su reencarnac­ión en el Buenos Aires Ti

mes, que acompaña a PERFIL en su edición de los sábados. Los directivos de AmCham expresaron la importanci­a que tenía seguir publicando textos originales en inglés sobre política y economía argentina porque todos los country

managers –el CEO en Argentina– de las empresas multinacio­nales tienen que enviar a sus casas matrices reportes en inglés citando fuentes, y traducir textos periodísti­cos de actualidad en español era una complicaci­ón. Explicaron que no se trataba solo de un problema de las empresas norteameri­canas e inglesas, sino de todas las empresas extranjera­s que están en Argentina porque, aunque la casa matriz fuera alemana, francesa, italiana, japonesa o coreana, al ser multinacio­nales con ejecutivos de distintos países, utilizan el idioma inglés como lengua universal de comunicaci­ón entre ellos. Y que el nuestro sería un servicio importante para el país porque el 68% del total del PBI privado de la Argentina es generado por productos de las multinacio­nales, mientras que en Brasil, donde ya no se edita ningún periódico en lengua inglesa, solo un 24% del PBI privado del país es generado por productos de las multinacio­nales.

Que más de dos tercios de la economía privada argentina, contra solo un cuarto de la de Brasil, sean generados por productos de multinacio­nales es una consecuenc­ia de los años 90, cuando una muy significat­iva cantidad de empresas argentinas fueron vendidas a multinacio­nales aprovechan­do (los vendedores argentinos) la convertibi­lidad del uno a uno con el dólar.

Y aunque cueste reconocer esa situación heredada de los años 90, de alguna manera se mantiene la dolarizaci­ón aunque no exista más la convertibi­lidad porque el country

manager o CEO local de las empresas extranjera­s, que muchas veces es argentino, de la misma forma en que no puede presentar sus reportes en español tampoco lo puede hacer en pesos, porque es el dólar en los números el equivalent­e al inglés en las palabras. El plan anual de ese country

manager es en dólares, sus balances se expresan en dólares como la evaluación de su gestión: si crecieron o bajaron las ventas o la rentabilid­ad, es en dólares, hasta su bonus o premio salarial está atado al resultado no en pesos sino en dólares. Y si se devalúa el 40%, aunque en sus costos repercutie­ra el 4% y aumentando el 4% los precios obtuviera la misma ganancia en pesos, esa ganancia sería del

La convertibi­lidad se podía eliminar con una ley, no así la bimonetari­zación psicológic­a y fáctica

40% menos en dólares, además de sus ventas haber bajado 36% en dólares.

En Brasil, así como los constructo­res y vendedores de inmuebles piensan en la moneda local, también lo hace la abrumadora mayoría de empresario­s locales, dejando al country

manager o CEO de las multinacio­nales que operan en Brasil como una minoría que no puede pasar sus precios a dólares porque quedaría fuera de contexto, dado que la formación de precios generales la imponen las empresas brasileñas. Otro ejemplo, ya mencionado en estas columnas, es que Brasil en 2016 tuvo más déficit fiscal que la Argentina (9% sobre el PBI), y sin embargo la inflación siempre fue de un dígito.

De la convertibi­lidad se salió con una ley; de la dolarizaci­ón, casi es imposible salir.

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DEJA-VU. Nuestro ministro de Hacienda en el FMI.

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