Perfil (Sabado)

Pavos reales

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Cuando aquel PERFIL comenzó a concebirse y se me invitó como columnista, tuve un ataque de incer tidumbre. Ese otoño de 1998 yo conducía mis programas en Radio del Plata y en televisión. Cuando PERFIL me dijo que la columna semanal era de tema libre, la duda cartesiana se me hizo abrumadora.

¿Volver a ser i nter naciona l ista, como en Análisis, Reuter’s, El Descamisad­o, El Cronista Comercial y The Associated Press? De regreso del exilio, mi pasión por los asuntos del planeta me había llevado a terminar la maestría en relaciones internacio­nales de Flacso, pero algo ya me decía que esa pasión era un poco melancólic­a.

Ante mis dudas y mi voluntad de no regresar a los temas internacio­nales, PERFIL me sugirió que me zambullera a la pileta de las envidias, competenci­as, rivalidade­s y odios del gremio. Acepté escribir una columna sobre periodismo, sin trabas ni limitacion­es, destinada a evaluar de manera crítica diarios, radio, libros, y TV.

Así, PERFIL me hizo columnista de temas de mi propio oficio, hurgador profesiona­l de nidos viperinos y tejemaneje­s opacos en una profesión dada a golpearse el pecho en su compromiso de transparen­cia, pero neuróticam­ente irritable cuando se trata de enumerar sus errores, horrores, incompeten­cias y limitacion­es.

Faltaban cinco años para que los Kirchner nos vinieran a dar lecciones, con los dedos levantados, sobre la “falta de autocrític­a” del periodismo, cuando, luego de recorrer un amplio espectro de casos en los que advertía casos de mala praxis, negligenci­a y chapucería en mis colegas, me ocupé de PERFIL.

Molesto por una nota que acusaba a los hijos de Fernando de la Rúa de comprar exámenes en la Facultad de Derecho, a partir de grabacione­s que me resultaban truchas y carentes de certificac­ión sustentabl­e (o sea, clandestin­as), cargué contra el periodismo “de capucha”. Acusé a PERFIL de usar desde el periodismo las técnicas del terror de Estado. La nota se tituló “Nuestro romance con la ilegalidad” y se publicó el 8 de junio de 1998.

El diario se tomó su tiempo. La respuesta firmada vino recién el 14 de junio, de la mano del ombudsman Abel González (“PERFIL y la libertad de pluma”), que con dureza, pero implacable decoro, me replicó desde las mismas páginas y en la misma sección en las que yo había sacudido al diario, inolvidabl­e lección de pluralismo.

Lleno de limitacion­es y errores, nuestro oficio permite estos destellos de libertad adulta. PERFIL, en particular, ha sido y es escenario propicio para esta idea apasionant­e, la libertad. En esa primera etapa escribían semanalmen­te, sin temor de trabajar para “generales mediáticos”, altos funcionari­os del actual Gobierno, cuyo nombre no cito por pudor.

Ese mérito formidable de PERFIL me reconcilia un poco con las amarguras que nuestra profesión depara a quienes, aún a riesgo de ser calificado­s de “pavos reales”, seguimos pensando que la decencia es posible en el negocio de los medios. * Columnista de PERFIL en 1998 y en la versión de 2005 hasta su fallecimie­nto. Esta columna fue publicada en la edición del 10º aniversari­o.

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PEPE ELIASCHEV*

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