Perfil (Sabado)

Más de la mitad de los presos alojados en penales bonaerense­s tuvo un celular

- NADIA GALAN LEONARDO NIEVA

El uso de teléfonos celulares en las cárceles argentinas está prohibido, pero cada vez más detenidos tienen acceso a uno de manera clandestin­a. Alrededor de ellos se genera un comercio ilegal interno, permite que bandas narco sigan operando desde el encierro y hasta abre la posibilida­d de que un detenido pueda organizar su propia fuga desde adentro, como ocurrió hace 12 días en el copamiento de la comisaría de San Justo, donde una mujer policía terminó gravemente herida.

En el Servicio Penitencia­rio Bonaerense (SPB), que actualment­e cuenta con una población carcelaria que supera los 38 mil internos, se confiscaro­n más de 26 mil aparatos el año pasado, lo que representa que, en promedio, más de la mitad de los detenidos tuvo en sus manos un celular.

El plan de fuga de la seccional de San Justo es el caso más reciente de una larga lista. En diciembre pasado, por ejemplo, se desbarató a una organizaci­ón vinculada a la piratería del asfalto en la que tres de sus miembros operaban desde los penales de Sierra Chica, la Unidad Penal 40 de Lomas de Zamora y la 24 de Florencio Varela. Allí, según los pesquisas, se secuestrar­on celulares y anotacione­s de interés para la causa en las celdas de dos de ellos.

Según el reporte del SPB, en 2017, secuestrar­on 26.704 celulares en requisas sorpresiva­s realizadas en los 56 penales que tienen bajo su órbita, entre otros elementos prohibidos. Mientras que en el primer cuatrimest­re de este año se confiscaro­n 7.822 teléfonos, según los datos a los que accedió PERFIL.

Si los agentes logran identifica­r a quién pertenece ese celular, a ese interno se le inicia un “parte disciplina­rio”. Tener este objeto es considerad­o una “falta grave”, mientras que el hallazgo de una faca o elemento punzante es una “falta muy grave”.

“El parte disciplina­rio lo que hace documental­mente es bajarle la conducta numérica que tiene el interno, y esto después le influye en los beneficios. Por ejemplo, cuando se pide la libertad condiciona­l se solicita lo que se llama ‘concepto y conducta’ y cada parte disciplina­rio le hace un descuento en el puntaje de su conducta”, explica a este diario una fuente del SPB.

Los penales bonaerense­s no cuentan con inhibidore­s de celulares, y esta situación se replica en la mayoría de las cárceles del país.

Por ejemplo, en el penal de Devoto (bajo la órbita del Servicio Penitencia­rio Federal) no se pudieron colocar por su cercanía a propiedade­s particular­es. De aplicarse, los inhibidore­s dejarían sin señal a los presos y a los vecinos de los alrededore­s.

“En Marcos Paz no necesitan porque directamen­te no hay señal de celular”, ironiza una fuente del SPF consultada por este diario. Un caso opuesto, es el de la cárcel de Santiago del Estero que allí un juez autorizó el uso de teléfonos móviles porque el penal no contaba con teléfonos fijos y es un derecho del la persona privada de su libertad poder comunicars­e con su familia.

“No existe una ley que prohíba usar celulares en los penales por eso no se puede hacer una denuncia formal al interno. Sino que se le aplica una sanción disciplina­ria que afecta su calificaci­ón”, describe un agente penitencia­rio.

Los internos se la rebuscan para esconder los celulares de tal manera que no sean encontrado­s en las requisas sorpresiva­s que encabeza el SPB. En la Unidad 42 de Florencio Varela hallaron algunos aparatos y facas en cañerías de las cloacas y en inodoros. Allí secuestrar­on hasta una webcam.

“Adentro de los penales hay un mini comercio alrededor de los celulares. Las partes se venden o alquilan. El valor

“Hay un mini venden o alquilan en los pabellones”

Los detenidos conocidos en la jerga como “limpieza” son los vendedores.

depende de la dificultad para ocultarlo y para ingresarlo. No es lo mismo camuflar un chip, que un celular”, explica otra fuente. Los ingresan generalmen­te los familiares de los internos, pero también hay algunos guardiacár­celes que hacen de nexos.

En algunos pabellones solo falta instalar un stand de venta con marcas y modelos. Eso sí, nadie acepta tarjeta ni existen planes de financiaci­ón. Los internos conocidos en la jerga carcelaria como “limpieza” manejan l a oferta y la demanda, según un ex convicto consultado para este informe.

“Los guardias se lo entran a los ‘limpieza’ y éste lo vende a los presos que tienen poder adquisitiv­o”, revela a PERFIL un ex presidiari­o que conoce muy bien el submundo carcelario.

Según esta fuente, las principale­s autoridade­s de los penales no participan del negocio aunque no interfiere­n porque “teniendo aparatos telefónico­s en lugares estratégic­os la pobla- ción está tranquila”.

Los teléfonos públicos tampoco ayudan. Muchos no funcionan, y los que están operativos son caros. Acceder a una tarjeta tiene un costo mucho más elevado que usar un celular con tarjeta y conexión 4G. “A veces se mira, pero no se ve”, indica el mismo informante a PERFIL.

Además de obtener “dinero extra”, los celadores suelen introducir aparatos pinchados para hacer inteligenc­ia. Obviamente, sin autorizaci­ón judicial. “La inteligenc­ia de penales, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, provee de celulares a gente que está presa para después escuchar sus conversaci­ones. No es inteligenc­ia legal por pedido de un tribunal. Se los chupan a los narcos para tenerlos controlado­s y después caerles en las cuevas, para mexicanear­los y sacarles la droga y la plata, o para chuparles la informació­n”, revela otro ex convicto que pasó por varias unidades del país, entre ellas Sierra Chica y Devoto.

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Infografía: S.U.
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CEDOC PERFIL PAREJA. Leandro Aranda y su novia, presos por el plan de fuga.
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TIROTEO. En el copamiento resultó herida una sargento de policía.

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