Perfil (Sabado)

Triunfo de un relato discreto que no se priva de casi nada

- JUAN CARLOS FONTANA

Chloé decide consultar a un terapeuta porque sufre de constantes dolores en la zona abdominal y ella intuye que puede atribuirse a un viejo conflicto psicológic­o de su traumática infancia.

El terapeuta que la atiende, Paul –interpreta­do por Jérémie Renier, que estuvo en nuestro país filmando Ele

fante blanco, con Darín y dirigido por Pablo Trapero–, también carga con un secreto sin resolver: uno de ellos es que tiene un hermano gemelo.

A partir del encuentro entre esos dos personajes, el francés François Ozon comienza a desarrolla­r un contrapunt­o escénico típico de su filmografí­a, en el que caben el constante juego de espejos, la dominación de un personaje por otro, el sometimien­to y ese suspenso de climas enrarecido­s en los que la sensualida­d y la sexualidad le permiten sostener una constante de dominador-dominado.

Con influencia­s de produccion­es propias, como La pis-

cina y Frantz, Ozon se apoya en el libro de Joyce Carol Oates para ir desenredan­do una trama que tiene un vértice extraño y misterioso, el de los “gemelos caníbales”, un fenómeno biológico para el que la ciencia tiene una explicació­n clara al respecto.

Acá los gemelos de la historia son psicoanali­stas y están peleados, uno niega al otro. A medida que avanza el metraje el espectador se entera de que ambos guardan celosament­e un secreto, tanto como el que atesora la confundida Chloé, paciente y amante, que trabaja en uno de los museos más sofisticad­os de París, el Palais de Tokyo.

Con estas cartas sobre la mesa, el cineasta construye un thriller psicológic­o, en el que realidad y fantasía se dan la mano para “tirar” sobre la platea un menú en el que como ocurre siempre con Ozon no se priva de nada y en el que el cuerpo de sus intérprete­s es forzado a experiment­ar diversas funciones.

En esta producción como en otras de Ozon el contenido y la forma están muy bien distribuid­os, aunque el guion esquiva situacione­s más profundas, para regocijars­e en un vacío estético agradable de ver, pero que no aporta demasiado a un complejo relato, en el que la actuación de Marine Vacth es superlativ­a, al lado de un Renier que asume el compromiso de un doble papel, el de personific­ar a los gemelos Paul y Louis.

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SBP CARISMA. Gran parte de la energía y misterio de la película proviene del actor Jérémie Renier.

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