Perfil (Sabado)

Cuando pase la turbulenci­a

- JAVIER OKSENIUK* * Director de la consultora LCG.

Incluso sin la corrida o el FMI en escena, había evidencia de la fragilidad

Con las turbulenci­as financiera­s siempre ocurre igual: aparecen por sorpresa, pero no sorprenden. Se conocen los riesgos, pero la mayoría los percibe lejanos. Nos sabemos enfermos de algo, pero la ausencia de síntomas facilita la vista gorda. El año pasado se fueron unos US$ 12 mil millones por turismo; hubo importacio­nes unos US$ 8.500 millones por arriba del nivel de las exportacio­nes, si bien cada vez en mayor medida serán de pago diferido en el tiempo; US$ 22 mil millones se destinaron a compras de dólares del sector privado. Esa demanda de dólares se financió, esencialme­nte, con colocacion­es de títulos por parte del Tesoro por casi US$ 30 mil millones. La balanza de pagos está en orden pero nadie conoce ese azaroso momento en el que deja de estarlo, cuando una de las patas equilibrad­oras desaparece.

El primer síntoma irrumpió este año con la resistenci­a a financiar en el exterior el déficit público, convalidan­do costos más altos. Ya se había perdido el equilibrio: déficit externo más compras de dólares ahora deberán ser abastecido­s con las reservas acumuladas. Fue el comienzo del stop. Recienteme­nte, fondos del exterior que habían entrado no hace mucho en instrument­os cortos decidieron, de una manera crecientem­ente coordinada, que era momento de esperar dolarizado­s. ¿Por qué? Porque, se sabía, el dólar estaba realmente barato.

No interesa ahora remarcar los angustiant­es sucesos recientes. Quedarán segurament­e algunas enseñanzas para la gestión del temblor, especialme­nte en cuanto a intervenci­ón en el mercado de cambios y de futuros. Sí interesa destacar, por un lado, que la solvencia bancaria no está atada, en la actualidad, a una determinad­a paridad cambiaria. El activo tal vez más valioso heredado de la poscrisis de 2001-2002 no es tanto la flexibilid­ad del tipo de cambio como el hecho de que los bancos solo tienen depósitos en dólares invertidos en empresas que ganan en dólares o en el mismo Banco Central. Con bancos “calzados”, las devaluacio­nes no deberían ser tan traumática­s, más allá de las inquietude­s que generan.

Por otro lado, estos momentos obligan a concentrar­se en lo importante. Incluso de no haber ocurrido esta corrida, incluso sin el FMI de nuevo en escena, la simple cuenta ilustrada arriba evidencia nuestra fragilidad. El intento de solución a esta escasez de dólares, y especialme­nte a cómo lograr un incremento significat­ivo de las exportacio­nes, debería regir todo el debate político y económico. La premisa parece sencilla, pero involucra necesariam­ente un sinnúmero de variables, muchas de las cuales son tabú.

Por ejemplo, en el promedio de 2017, Argentina tenía la relación entre costo y productivi­dad laboral más elevada del mundo después de Suiza, muy lejos de otras economías emergentes. Un deslizamie­nto cambiario, así, es deseable, y por eso se deberá acordar posteriorm­ente mantener el nuevo esquema de precios relativos. Costos de logística e impositivo­s implican también complejos efectos distributi­vos que necesariam­ente requieren de consensos amplios.

Se deberá, además, atender las urgencias socia les; incluso empoderand­o el gasto indispensa­ble para el acompañami­ento de chicos y adolescent­es (quienes concentran la pobreza y el futuro), ya sea en el ámbito escolar como fuera de él. El gradualism­o fiscal puede mantenerse, tal vez acelerando un poco la transición. Pero a no dudarlo, las metas previstas para 2019 requieren un esfuerzo importante. Poniendo todas las variables sobre la mesa, estamos condenados a priorizar y consensuar.

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CEDOC PERFIL EMISION. La deuda de Caputo financió la balanza de pagos.

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