Perfil (Sabado)

“América Latina es la región más desigual del planeta”

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SERGIO BUFANO*

Durante décadas las dictaduras militares violaron sistemátic­amente los derechos civiles y políticos. La última dictadura militar fue un ejemplo de hasta qué punto es posible el ejercicio del terror sobre la sociedad. Afortunada­mente, logramos salir de ese infierno. La sociedad, algunos políticos y los organismos de derechos humanos ocuparon un lugar fundamenta­l para dejar al descubiert­o lo que estaba oculto por la represión.

La democracia a partir de 1983 comenzó a reparar estas heridas. La Conadep y el Juicio a las Juntas fueron un modelo inédito de justicia, a pesar de que desde algunos sectores se lo quiera minimizar o ignorar.

Pero la demanda de justi- cia frente a los horrores de la violencia estatal también incorporó demandas de reparación frente a la pobreza, la desocupaci­ón, los bajos salarios arrastrado­s desde la dictadura. Había hambre de justicia y hambre de comida.

Desde una perspectiv­a histórica, la democracia hizo avances significat­ivos en los derechos políticos, civiles y sociales. Pero América Latina sigue siendo la región más desigual del planeta. Y en la Argentina, después de 33 años de democracia, se ha profundiza­do la desigualda­d y la diferencia entre los más ricos y los más pobres. Lo que falta. Algo pasa, entonces, en nuestras democracia­s. Fue en democracia cuando

los derechos sociales de la población fueron barridos de un plumazo con el gobierno de los años 90, que desmanteló lo que quedaba del Estado de bienestar. La crisis de 2001 fue un golpe crucial que llevó a una parte importante de la sociedad argentina a profundiza­r la pobreza. Hoy, la desigualda­d parece que llegó para quedarse, no sabemos hasta cuándo.

Cada vez que hablamos de derechos humanos, el tema aparece directamen­te asociado a la reparación de quienes fueron víctimas de las dictaduras militares, y al castigo a los responsabl­es.

Ampliar la mirada. Los derechos humanos trasciende­n esos períodos más o menos extensos de represión y autor ita r i smo: los derechos humanos tienen una íntima relación con la dignidad de la vida, con el bienestar, con la posibilida­d de tener esperanzas, al menos una tan sencilla como es que los hijos estarán mejor que los padres. Es decir, con la confianza en la vida y la mayor o menor felicidad a la que aspiramos todos los seres humanos.

¿Se puede ser feliz en una sociedad profundame­nte desigual? ¿Cuánta pobreza y desigualda­d aguanta la democracia? En este sentido creo que la democracia y los gobiernos de turno –y no solo en la Argentina por supuesto– tienen asignatura­s pendientes, tienen confundida­s las prioridade­s, dicen defender la justicia social y la igualdad pero mantienen a hombres y mujeres en la pobreza, en el temor que produce un trabajo inseguro, el desempleo y la dependenci­a de un subsidio (que por supuesto es bienvenido cuando no se tiene otra cosa). En ese sentido digo que nuestras democracia­s son rengas, parciales, y muchas veces por eso pierden legitimida­d frente a liderazgos mesiánicos.

Se supone que la democracia está obligada a una redistribu­ción equitativa. Pero lo está haciendo tan parcialmen­te que millones de personas viven en situación de extrema pobreza.

Y no es solo por falta de recursos económicos. Hace pocos años el país recibió los beneficios de una situación internacio­nal extraordin­aria. Podríamos afirmar histórica. Y fueron dilapidado­s por los dirigentes políticos, los empresario­s, también por los dirigentes sindicales y buena parte de la ciudadanía acomodada, que fue indiferent­e –y también cómplice– a la corrupción. * Periodista y escritor

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CEDOC PERFIL PENDIENTE. La democracia avanzó, pero aún falta.

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