Vanguardia teatral de regreso a los barrios
El dramaturgo, director y actor interpreta y traduce Cuando llueve, obra experimental canadiense, en la que también participa la actriz y cantante. Los dos reconocen seguir sintiendo nervios antes de salir al escenario.
“Antes de salir uno se pregunta “¿Por qué hago esto?”. Siempre hay nervios” (Carrá).
El Teatro 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444) viene programando espectáculos que, avalados por la experiencia de algunos nombres propios, se animan a la experimentación en las artes escénicas. Es el caso de
Cuando llueve, obra escrita y dirigida por el canadiense Anthony Black, traducida del inglés por el reconocido dramaturgo argentino Rafael Spregelburd, quien también es uno de los cuatro actores, junto a Gloria Carrá, Matthieu Perpoint y (Mariana) Moro Anghileri. La apuesta, cuya versión en español se estrena en nuestro país, ya pasó por Halifax (Nueva Escocia, Canadá), Nueva York, Edimburgo y Mumbai (Bombay) y llega aquí con el apoyo de instituciones públicas canadienses, como el Consejo de Artes Canadiense, Arts Nova Scotia, la Embajada de Canadá en Argentina y la Ciudad de Halifax. Se juega a reducir el espacio escénico y a trabajar la interpretación casi en dos planos, una suerte de cuadro o pantalla en la que el texto se realza plasmado sobre proyecciones diseñadas por Nick Bottomley. Allí, dialogan dos parejas: una que dice ser feliz y otra que no.
Spregelburd, elocuente, verborrágico, consagrado por obras como la reciente
La terquedad – exitosa doble temporada (2017 y 2018) en el Cervantes– y Gloria Carrá, quien selecciona sus trabajos, entre TV, cine, teatro y su banda de música Los coronados de Gloria, dan más coordenadas de esta pieza que se da los martes a las 21, y
reflexionan sobre aspectos del medio artístico.
—¿Qué particularidad estética encuentran en la propuesta?
SPREGELBURD: En general, hay en el teatro inglés o canadiense, o incluso en el independiente norteamericano, una enorme preeminencia al realismo. Me interesó que la pieza está amenazando con una forma de realismo; las palabras están un poquito fuera de foco. La obra ocurre en dos dimensiones, nos sentimos como egipcios, estamos aplastados. La obra es tan extrema en cuanto a la falsedad de su puesta en escena, que requiere cuerpos, personas y presencias muy reales, para las cuales el lenguaje es la primera herramienta.
CARRA: Es un poco un experimento. Uno debe verse cómodo en esa especie de prisión que tenemos, atados a las luces, a las marcas.
“A mí me interesa un teatro de arte, que cuestiona las cosas” (Spregelburd).
—Tienen mucho recorrido escénico. ¿Todavía les sigue produciendo nervios salir al encuentro del público?
C: Por supuesto. Cuando no sienta eso, voy a estar muerta. Antes de salir, uno se pregunta: ¿Por qué hago esto?
S: Yo, que podría ser director o solamente autor de mis piezas y no participar en ellas, decido, siempre que puedo, estar. Para mí, estar sobre el escenario es lo que justifica mi pertenencia al teatro. Yo no entendería cómo escribir si no fuera actor. Ese temor, esa desesperación, esa angustia son buscados como una droga que hace mal. Hay algo de ese sufrimiento, de ese lugar, que las sociedades contemporáneas le han dejado reservado al teatro, que es muy noble. Es decir,
asistimos a una especie de ceremonial ancestral en el que, a la vista de todos, alguien ocupa el lugar del sacrificio. Y los demás, [los espectadores], venimos a juzgar sus comportamientos, sus actitudes. Cuanto más virtual se torna el mundo, más real empieza a sentirse esa necesidad de volver a encontrar eso en el teatro: ser actor es un privilegio. A veces yo me siento una especie de sacerdote de un tiempo sin religión. —¿Todos los actores lo viven así?
S: En el campo de la actuación, hay mucha diversidad. Hay actores que rigen sus elecciones por la frivolidad, quieren ser famosos: casi nunca terminan volcándose al teatro; más bien, van a encontrar un alimento, más propio para su ansia, en la televisión o en el cine. El teatro sigue conservando cierta nobleza. No tengo muchos registros de ese teatro más frívolo: no lo veo, no sé de qué se trata, no sé para qué se hace, no sé quién va. A mí me interesa un teatro de arte, que cuestiona las cosas, que les devuelve a las personas algo importante, y que por eso las invoca a ir al teatro.
C: Yo pienso que también el teatro es para divertirse…
S: Sí, pero yo no creo que pensar esté reñido con la diversión.