Perfil (Sabado)

Dos ajustes contrarrel­oj

El cambio de política obliga a Macri a cambiar también el discurso gradualist­a que había impuesto.

- CARLOS DE ANGELIS*

El mayor enemigo de Mauricio Macri en estos días no es Cristina Kirchner, ni Hugo Moyano, sino el tiempo, en el eco de la frase de John Randolph: “El tiempo es a la vez el más valioso y el más perecedero de nuestros recursos”.

Freno. El terremoto cambiario ocurrido en mayo y la decisión de recurrir al FMI colocan al país en un túnel donde se desconoce cuándo aparecerá la luz final. El túnel es el enfriamien­to de la economía, un camino que ya se transita según las nuevas proyeccion­es que indican que el país crecería en 2018 entre 0,8 y 1,5% del PBI. El freno es producto de combinar la reducción de poder de compra de los salarios con la falta de interés de los empresario­s para realizar inversione­s frente a una tasa de interés del 40%.

El Gobierno muestra sus necesidade­s políticas a Christine Lagarde para apurar el acuerdo sobre el préstamo stand-by, y poner en marcha en forma urgente el plan que requerirá el organismo. El recorte brusco del gasto estatal traerá consecuenc­ias en la economía real, con la detención de la obra pública, hoy uno de los motores de la economía. El reemplazo de la obra financiada por el Estado, la Participac­ión Público-Privada (PPP), sería vetada por el Fondo, ya que representa un pasivo sumable al endeudamie­nto.

Signos. La cuenta regresiva debe terminar en febrero de 2019, seis meses antes de las PASO. En ese momento la economía debería dar signos vitales, para que la recuperaci­ón de la actividad llegue al bolsillo de las familias para las elecciones. Es decir, deben acelerar el ajuste tardío lo máximo posible, a pesar de los conflictos sociales –y su reflejo en la calle–, que van a multiplica­rse. Con respecto a las medidas a tomar para reducir el déficit fiscal, fueron explícitas las palabras de Nicolás Dujovne: “Todas las opciones están sobre la mesa”. Por esto se discute desde la reintroduc­ción de las retencione­s al agro –desmentido por ahora–, hasta la venta de inmuebles del Estado, pasando por una poda mayor en los ministerio­s, reduccione­s de sueldos, nuevos cambios del sistema jubilatori­o, y reformas parciales a las leyes que rigen el mundo laboral, entre otras. Pero la pregunta es cuál medida traerá resultados más rápido.

También el temporizad­or corre porque el peronismo se está reorganiza­ndo a una velocidad mayor a la prevista. Frente a la desorienta­ción del Gobierno, varios dirigentes del peronismo se sueñan en el sillón de Rivadavia. El primero que salió a la cancha fue el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, cuestionad­o por el caso de la niña violada a la que no le permitían interrumpi­r el embarazo. También el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, podría desafiar al salteño en la PASO. Es quien tiene la mayor capacidad para dañar electoralm­ente a Cambiemos si le arranca el segundo distrito del país. Por afuera de la pista corren Sergio Massa, y un candidato que ya no es un “tapado”, Felipe Solá. El ex gobernador se piensa como prenda de unidad, entre el kirchneris­mo y el peronismo federal. Por supuesto, la arquitectu­ra opositora dependerá nueva mente de la decisión de Cristina de presentars­e o no.

La comunicaci­ón como dile

ma. La comunicaci­ón política ha pasado a ocupar un sitio relevante con un sistema de medios más amplio y comple- jo que en décadas anteriores. La alineación de este sistema es una obsesión para los gobiernos. Mientras que para el kirchneris­mo la estrategia era centraliza­r la informació­n en la ex presidenta y algunos funcionari­os, y pocos comunicado­res, el macrismo planteó exactament­e lo opuesto, buscando tercerizar y descentral­izar su soporte en una gran

can- tidad de comunicado­res, con poca presencia oficial.

El kirchneris­mo sostenía la idea de que tras el 2001 la sociedad estaba muy politizada, y que había que transmitir mensajes “ideologiza­dos”, a fin de convencer y generar un cambio cultural, a punto tal que hacia el final del gobierno la impresión fue que Cristina les hablaba solo a los propios. Cambiemos abordó esta cuestión desde una óptica totalmente opuesta, consideran­do que gran parte del electorado está despolitiz­ado: no quieren escuchar políticos, quieren resultados. De esta hipótesis surge el discurso cambiemist­a, planteando consignas sencillas, (“lo que estamos logrando juntos”); prediccion­es poco complejas de los problemas económicos (“los brotes verdes”; “la lluvia de inversione­s”); convocator­ias que apelan al sentido común (“tenemos que salir adelante sin atajos”; “les voy a hablar con la verdad”), y el uso de eufemismos para referirse a situacione­s ad- versas (“desplazami­ento” por devaluació­n, “convergenc­ia” por ajuste, y la más reciente “turbulenci­a” por corrida cambiaria).

A pesar de todo, algunos sostienen que la comunicaci­ón del oficialism­o es insuficien­te, bajo la noción de que el macrismo no informó a la sociedad el inventario de la “pesada herencia”, y que por ese motivo no pudo realizar un ajuste a fondo al inicio de la gestión. Pero no observan que a falta de datos concretos para explicar la herencia, se privilegió la veta de la corrupción y la prisión preventiva de muchos ex funcionari­os. El caso emblemátic­o fue el de José López con sus bolsos en el convento. Esta narrativa impactaría en forma plena en propios y ajenos. Ajuste discursivo.

Frente a la necesidad de pasar del gradualism­o al shock, también se debe crear un segundo ajuste, pero en la estructura narrativa, para legitimar las nuevas medidas después de más de dos años explicando el gradualism­o. El regreso al FMI llevó a una crisis del modelo comunicaci­onal, porque resulta difícil para sus comunicado­res acompañar allí al Gobierno. Por esto el Presidente tuvo que gestionar personalme­nte el nuevo discurso en la conferenci­a de prensa del 16 de mayo, expresando, entre otras cosas, que su autocrític­a estribaba en su temperamen­to positivo y las metas rigurosas que impuso; también caracteriz­ó al FMI como una herramient­a adicional para alejarse de los vaivenes del mercado, sin dejar de remarcar que “además podemos ir al Fondo porque no tenemos nada que ocultar… acá no hay gente que se lleva bolsos a conventos”.

Finalmente la caracteriz­ación que hizo de la crisis fue curiosa ya que expresó que “el mundo ha decidido que la velocidad con que nos habíamos comprometi­do a reducir el déficit fiscal no es suficiente a fin de garantizar que vamos a hacerlo con la seriedad y la profundida­d que se necesita”. Se trata de un giro político rotundo dos años y medio más tarde. *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

El temporizad­or corre para el peronismo: debe reorganiza­rse a mayor velocidad

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DIBUJO: PABLO TEMES HABRA QUE PASAR EL INVIERNO Mauricio Macri
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