Perfil (Sabado)

AUN EN LA DERROTA

LA FRUSTRACIO­N POR LA FINAL PERDIDA ANTE ALEMANIA Y LA APARICION DE MASCHERANO FUERON LOS DOS EPISODIOS QUE MARCARON EL MUNDIAL DE BRASIL. ESTE TEXTO DEL ESCRITOR JUAN SASTURAIN, QUE SE INCLUYE EN LA RECIENTE REEDICION DE UN LIBRO SUYO, ELOGIA A ESE EQUIP

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DOMINGO 13 DE JULIO: VIGILIA DEL VACILANTE

Estoy lejos de casa y sólo sé del Mundial y de Argentina cuando enciendo la tele a la hora señalada. Veo los partidos en transmisió­n española y al rato escribo treinta líneas. Eso es todo. Me alcanza, no quiero saber más. Ni siquiera espío internet. Como no miro ni leo ni escucho, no sé; pero me imagino –sin demasiada perspicaci­a– que debe ser un lugar común entre nosotros establecer la analogía con la final del 90. Incluso describir paralelos que van mucho más allá de la identidad del rival en la final: cómo llegamos, el grupo, los heroicos penales, ir de punto, la posibilida­d de que el Diferente que tenemos, disminuido (en una gamba entonces, con media pila ahora), haga la jugada que nos salve. Pero solo hasta ahí nomás.

Porque soy de los muchos que no se enorgullec­en del papel que hicimos en el Mundial de Italia; por la conducción lo digo, no por los jugadores, que pusieron todo lo que tenían. No me gustó entonces el plantel ni el planteo de juego y –más allá del buen partido con Italia– terminamos siendo una banda mañera dispuesta a sobrevivir literalmen­te de cualquier modo y por cualquier medio. Y casi lo logramos. Al respecto escribí –por el modo, por la idea, por el precedente que sentaba– que si hubiésemos ganado, como deseábamos con toda el alma, habría sido peor. Para nuestro fútbol, claro. Y sigue siendo lo que me parece.

Por eso en esta vigilia vacilante en la que la historia parece que vuelve a repetirse –incluso el hecho casual de que de nuevo, como en el 90, veo el Mundial fuera de Argentina, en contexto de visitante– me quiero aclarar algunas cosas, decírmelas en voz alta. Primero: aunque sea a veces seducido por el ominoso espíritu bilardiano (el desbalance cierto en la elección del plantel y la temerosa formación inicial ante Bosnia) Sabella es él, tiene su propia y saludable cabeza. Segundo: los ajustes en el medio que repercutie­ron hacia atrás y hacia adelante (proteger a Mascherano, desacompañ­ar a Messi) fueron motivados, me parece, sobre todo por el déficit de producción de los delanteros­delanteros: se arriesgaba de más para generar muy poco. Hay que confiar en que mejorarán. Tercero: las tablas contra Van Gaal –más que contra Holanda– fueron un partido muy especial, casi un ejercicio teórico-práctico aprobado con ocho y final feliz, que prueba la eficacia ocasional de una estrategia que no puede ser la norma y el modelo sino la excepción. Cuatro: por todo lo anterior, para mañana, una cita –de memoria– de Leónidas Lamborghin­i: “Recuerda que es importante que te teman”. Por eso, después de que Mascherano le cambie las pilas al Enano y le explique que es el partido de su vida, por favor: vayamos para adelante.

LUNES 14 DE JULIO: ACERCA DE LA OCASION

Un rasgo clave, que hace a la belleza y al interés del fútbol, reside en la dificultad que supone hacer un gol: es difícil, cuesta. Tienen que darse muchas cosas, sobre todo tres, solas o combinadas: virtudes del atacante, errores del defensor y cierta dosis del indefinibl­e azar (el comportami­ento del árbitro, entre otras). Los goles son los que determinan los resultados. Solo ellos. Si lo sabremos…

Pero precisamen­te porque es difícil hacerlos, se suelen computar, además de los goles, en una tabla más o menos equívoca que alimenta el devaluado “mereciómet­ro”, las llamadas ocasiones de gol. Es decir: la cantidad de veces que un equipo llega a esa instancia inminente durante un partido. Al respecto, uno de los criterios más válidos de evaluación de las virtudes de un equipo reside, precisamen­te, en dos cosas: una, que cree más ocasiones de gol que el rival; dos –y la más importante–, que concrete en goles un alto porcentaje de las ocasiones que genere. Y ahí es donde comienzan a operar, en el análisis, los tres factores intervinie­ntes para que un gol se produzca, para que una ocasión se concrete: porque las ocasiones las produce, en general, el equipo, pero los goles los hacen o los impiden jugadores puntuales. Entonces es donde/cuando entra a tallar esa cosa tan difícil de definir que es la jerarquía, que redunda en la tan buscada eficacia.

Es obvio que es el doloroso desenlace de

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