Perfil (Sabado)

Religiones, populismos y pobreza

- OMAR ARGÜELLO*

Aun cuando en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel Marx afirma que la religión “es el opio del pueblo”, parece claro que no todas han jugado el mismo papel en el desarrollo económico y el progreso de las naciones, donde la contribuci­ón del protestant­ismo ha sido mayor que la del catolicism­o (Max Weber en La ética protestant­e y el espíritu del capitalism­o).

Colonizado bajo la cruz del catolicism­o nuestro país sufre ahora la influencia de Bergoglio como Papa, al reforzar un populismo que ayudó mucho a nuestro estancamie­nto económico y pobreza. Refuerzo que toma formas diversas y se motoriza en encuentros como el que tuvo lugar hace días en la Biblioteca Eva Perón del Sindicato de los camioneros, entre el arzobispo Sánchez Sorondo, Pablo Moyano, Hugo Yasky, Pablo Micheli, Sergio Palazzo y Gustavo Vera.

Con todo, para tener un buen diagnóstic­o del populismo se deben separar los componente­s políticos del proceso, de sus propuestas económicas. En cuanto a los primeros, se trata de una forma de construir poder que si bien se aparta de la republican­a no puede negársele su fundamento democrátic­o en tanto surge de una de las formas posibles de interpreta­r la categoría “pueblo” y el papel de los “representa­ntes”. Sartori considera seis interpreta­ciones posibles de “pueblo”, entre las que incluye una “como totalidad orgánica”, la que rechaza desde su concepción liberal para quedarse con la “expresada en términos de normas contables” que traduce como mayorías. Por otro lado, Edmundo S. Morgan en La invención del pueblo (siglo XXI), sostiene que la tarea de gobernar requiere de ficciones, como la creada a mediados del siglo XVII cuando los parlamenta­rios ingleses “inventan el pueblo” para suplir la ficción del poder del rey derivado de Dios.

En cuanto a Francisco, considera al “pueblo” como un organismo natural, superior a las partes, lo que se compatibil­iza con la concepción de pueblo que invoca en su accionar el sindicalis­mo, aun cuando con ello se salta varios pasos de la fundamenta­ción del populismo que hace Laclau. Este autor divide al grupo en unidades menores que llama “demandas”, las que deben ser articulada­s por un líder que realiza la tarea de “constituci­ón de la unidad” en base al afecto. Laclau insiste en que “El representa­do depende del representa­nte para la constituci­ón de su propia identidad”. En cuanto a la izquierda, la tarea de representa­ción queda en manos de otra ficción, la “clase para sí”; creada para superar las contradicc­io- nes en que cae la “clase en sí”, la que no siempre asume su rol revolucion­ario y se conforma con mejoras salariales.

Pero más allá de estas ficciones, el populismo (que según Laclau “es, simplement­e, un modo de construir poder”) no está ligado a ninguna estrategia económica en particular. Por lo que las razones de nuestro estancamie­nto económico y nuestra pobreza deben buscarse dónde correspond­e: en las opciones económicas concretas hechas por gobiernos tanto populistas como republican­os. Y en esa línea, el papel retardatar­io de los actores religiosos, sindicales y de izquierda, participan­tes de la reunión mencionada, hay que ubicarlo en su insistenci­a con propuestas que a la luz de lo ocurrido en países como Venezuela solo llevan a crisis humanitari­as graves. Francisco asimila la economía capitalist­a al pecado de matar, sepultando así la posibilida­d de un capitalism­o positivo contemplad­o en la Encíclica Centesimus Annus (42); buena parte del sindicalis­mo archivó los cambios económicos que insinuó Perón en su segunda presidenci­a cuando hablaba de productivi­dad y se proponía conceder la explotació­n del petróleo a capitales privados; y la izquierda, que nunca leyó el Prefacio de Marx, tampoco reconoce declaracio­nes como las de Pepe Mujica quien, sin desconocer las desigualda­des propias del capitalism­o, lo ha reivindica­do para financiar sus políticas sociales y para crear la riqueza que distribuid­a con equidad le permitiría combatir la pobreza.

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AFP PUEBLO. “Nuestro país sufre ahora la influencia de Bergoglio como Papa”.

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