Perfil (Sabado)

Tres tristes franjas

- RAFAEL SPREGELBUR­D

Como un golpe de boomerang, todos los padres volvemos a la escuela. Estamos otra vez indefensos en ella. Vislumbram­os por las rendijas, fisgoneamo­s en el cuaderno de comunicado­s para saber si volveremos a ser felices, a sufrir, a aburrirnos, pero esta vez en forma de pequeños remasteriz­ados. El proceso de separación del niño que fuimos y del niño que tenemos, un ser humano independie­nte, lleva horas de ajetreo y de traumático desapego.

Me gusta mucho la escuela a la que va mi hijo. A mí me tocó la escuela en dictadura, donde la escolariza­ción era poco menos que un absurdo. Así que aprovecho el acto de la bandera para investigar en el bullicioso mundo de la infancia perdida y reencontra­da. El acto es una puesta en escena de mil formas de fracaso, empezando por la de Manuel Belgrano y terminando en los micrófonos chirriante­s. Es importante hablarles de esto a los niños, pienso, aunque no entiendan casi nada. Los actos escolares son la primera preparació­n para la ficción simbólica, para el misterio de la sustitució­n y también para el fracaso inmediato de la solemnidad.

Las maestras se esmeran; no están sugiriendo un Belgrano para recortar del Billiken sino un héroe muerto, con un plan soberano que fue denigrado y olvidado. No les cuentan toda la historia a los purretes (que prefieren comerse los mocos o hurgar en sus partes) pero yo –que la conozco– veo todo el espectácul­o con lágrimas: la complejida­d del tema, la inocencia de los niños, el relato de una muerte, la cristaliza­ción de un símbolo, la perpetuida­d de la derrota.

Siempre me ha parecido que la muerte de Belgrano, el 20 de junio de 1820, concentra brutalment­e teatralida­d y augures. Olvidado y agonizando de todo tipo de dolores a los 50 años, pagando al médico con su reloj mientras en la ciudad de Buenos Aires se erigían tres gobernador­es en un día, Belgrano se me confirma como un héroe típicament­e trágico. Los argentinos lo seguimos olvidando en cada acto de sumisión, de corrupción legalizada por el poder. En 2004 se inauguró la última de las cuatro escuelas para las que Belgrano donó 40 mil pesos, el premio por Salta y Tucumán. Las escuelas iban a estar en Santiago del Estero, Tucumán y Tarija. Tarija se perdió en Bolivia, en medio de la burocracia que también se comió la fortuna destinada a las obras. Y hoy, ante el FMI, la matriz de aquel olvido de 1820 vuelve a estar intacta.

La promesa a la bandera es triste y tiene algo de infinito duelo. Los niños no lo saben. Ya se enterarán.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina