Perfil (Sabado)

Pendularid­ad vernácula

- RODRIGO ALVAREZ / ANALYTICA

Argentina se ha caracteriz­ado en los últimos años por las oscilacion­es extremas en el espectro de las políticas económicas que aplica. Desde un esquema con rasgos de economía capitalist­a planificad­a hasta un liberalism­o propio de naciones más avanzadas. Aunque esto tiene consecuenc­ias en el plano del desarrollo y la sostenibil­idad macroeconó­mica, es en la volatilida­d tanto real como nominal que se vuelve mucho más palpable. En Analytica creemos que deben abandonars­e las posturas extremas a la hora de hacer política económica, en particular en lo que atañe al mercado de cambios. Esto permitiría dotar a las autoridade­s de mayor cantidad de instrument­os para contener las oscilacion­es disruptiva­s del tipo de cambio. En la búsqueda de efectivida­des conducente­s, el camino a seguir debe ser equilibrad­o.

Los cambios en la regulación de la cuenta capital del balance de pagos y la estructura de financiami­ento del sector público nacional han generado una crisis cambiaria de magnitud superior a la registrada en la salida del CEPO en 2016. Esto traerá consecuenc­ias que, creemos, serán más extremas en términos de actividad y precios que las experiment­adas en 2008, 2014 y 2016. Visto en perspectiv­a, el problema parece ser el mismo tanto en un esquema (heterodoxo) como en el otro (liberal-ortodoxo): la falta de dólares como consecuenc­ia del estancamie­nto de las exportacio­nes genera, de tanto en tanto, un estrangula­miento en el balance de pagos. Quizás las soluciones deberían buscarse en una mixtura que combine lo mejor de ambos estilos. Por un lado, celebramos los volúmenes alcanzados en el mercado de cambios (MULC), ya que permiten absorber oscilacion­es del tipo de cambio de la mano de pocos agentes con visiones o preferenci­as disímiles. Esto es consecuenc­ia de la liberaliza­ción del MULC. Sin embargo, a la hora de contener la corrida cambiaria reciente, el esquema de libre mercado vuelve imposibles las soluciones “prácticas”, como la aplicación de un esquema de liquidació­n de exportacio­nes, ya que las ventas “forzadas” se darían vuelta casi instantáne­amente a recomprar los dólares vendidos.

El desarme del esquema regulatori­o en las transaccio­nes vinculadas al tipo de cambio excede la cuenta capital. En la cuenta corriente también experiment­amos cambios en el plexo normativo que regula las salidas (ya no es necesario pedir autorizaci­ón al BCRA para importar ni girar dividendos, por ejemplo) y los ingresos (ya no hay obligatori­edad de liquidar las exportacio­nes en el MULC). A su vez, se desreguló fuertement­e el mercado de capitales (se permite suscribir cuotas partes de fondos comunes de inversión en dólar divisa, y se suspendió la obligatori­edad de tener los activos en cartera por 72 horas previo a realizar una operación de “cruce”).

Todo este nuevo esquema aumenta el volumen “blanco” de las transaccio­nes relacionad­as con las distintas variantes de tipo de cambio (spot, futuro, contado con liquidació­n) y reduce las operacione­s en mercados paralelos. Sin embargo, mucho de este volumen se debe a la alta rotación de posiciones especulati­vas, lo que aumenta la volatilida­d nominal. Sin instrument­os de estabiliza­ción, esto se traduce en variabilid­ad de precios relativos, lo que atenta contra la inversión y las exportacio­nes, afectando la sostenibil­idad macro y el desarrollo.

Creemos que la administra­ción Cambiemos debería tomar algunos elementos del esquema regulatori­o eliminados en esta gestión para evitar el mencionado ciclo de volatilida­d. Podría reinstaura­r los tiempos mínimos que deben permanecer los activos en cartera, requerir que las operacione­s del MULC se hagan bajo declaració­n jurada, levantar la posibilida­d de suscribir cuotas partes de los fondos comunes de inversión en pesos con dólar, entre otras. Todas estas medidas apuntan a reducir la volatilida­d nominal, algo que, en un esquema de metas de inflación, equivale a descomprim­ir presiones sobre la tasa de interés de referencia (hoy, en un nivel superior al 50%) y sobre el balance del BCRA, para permitir que estos sean usados únicamente para el control de la inflación.

Por supuesto, esto no implica renunciar a un esquema de libre flotación cambiaria, sino ayudar al BCRA en la contención de los picos de volatilida­d del tipo de cambio, que las autoridade­s reconocen como nocivos para el normal desempeño de la economía.

En varias oportunida­des este gobierno manifestó su intención de sostener aquellas medidas tomadas por la gestión anterior que considera adecuadas. Lo hizo con el programa Precios Cuidados, la tarjeta Argenta y el Procrear, entre otros. A su vez, profundizó algunas otras, como la AUH y la mejora en las prestacion­es a los adultos mayores (con la reparación histórica). Sin embargo, en lo que atañe al mercado de cambios ha sido tajante. No sorprende, entonces, que la actual crisis económica haya tenido su origen en este sector de la economía.

En Analytica creemos que esto se debe al cambio brusco y disruptivo producido en el marco normativo, que no tiene equivalent­e en ningún otro segmento de la economía. En el mercado de cambios no hubo gradualism­o, y la previsibil­idad que se gana con mercados menos regulados se pierde con mayor volatilida­d de variables nominales (inflación y tipo de cambio) en una economía que busca desarrolla­rse. Quizás las autoridade­s deberían practicar un poco la “continuida­d con cambio” que aplicaron en otras áreas de la gestión pública y quebrar así la pendularid­ad en los ciclos económicos que caracteriz­an a la economía argentina.

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CEDOC PERFIL INFLEXION. Prat-Gay, cuando era ministro, inauguró la desregulac­ión financiera.
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