Las fases para llegar al público
La investigación farmacológica se divide en fases progresivas de experimentación. (…) La segunda etapa se hace con un número reducido de personas afectadas por la dolencia para cuyo tratamiento la droga se está desarrollando. La fase III se realiza con los mismos parámetros pero con una mayor cantidad de personas, potenciales beneficiarios de la nueva droga. Los laboratorios ensayan en simultáneo en diversas poblaciones, con distintos ambientes, etnias y genotipos. Aquí el móvil de los involucrados es más evidente: enfermos que no presentan una evolución satisfactoria de la medicación existente. Estas personas tienen la esperanza de curarse o mejorar su calidad de vida a cambio de un tratamiento gratuito y personalizado. Se ponen en riesgo, pero su salud ya está deteriorada, aun sin someterse al experimento. En Argentina se desarrollan cientos de investigaciones clínicas en fase II y fase III, patrocinadas por diversos laboratorios multinacionales que prueban simultáneamente las mismas drogas en distintas partes del planeta. Hoy en día, miles de argentinos con patologías diversas se someten voluntariamente a estos tratamientos experimentales. Ponen sus cuerpos para probar medicación nueva, o vieja pero con nuevos usos. El método de investigación más habitual es el llamado doble ciego. La mitad de los involucrados recibe la nueva droga; la otra mitad recibe placebo, o sea, nada: algo disfrazado de pastilla, o de producto inyectable o de aerosol inhalante que no contiene medicación alguna. Se llama doble ciego porque ni el médico ni el paciente saben qué les depara la ruleta: ¿medicina o nada? De este modo se evita que la percepción subjetiva de los implicados influya. Pero en los protocolos donde se investiga una droga que podría reemplazar a otra preexistente no se la compara con un placebo sino con la mejor droga disponible hasta el momento.