Perfil (Sabado)

ULTIMOS RUBLOS

Luego de la derrota mundial, algunos argentinos se quedaron en la capital y otras ciudades para completar la recorrida turística. Van en metro y bici, comen bien y elogian a sus anfitrione­s.

- JAIRO STRACCIA*

Un grupo de padres y chicos de 9 y 13 años viajaron a ver el choque de la Selección argentina contra Francia en Kazan, cuando todo era ilusión. La selección de Jorge Sampaoli cayó 4-3, el Mundial se acabó para la Argentina, pero el plan ya estaba en marcha y se quedaron. Volvieron a Moscú y están recorriend­o otras ciudades rusas y algunos seguirán por Europa. Leandro Marsala, con 28 años en tanto, viajó a vivir por primera vez una Copa del Mundo y no pensó que iba a quedar fascinado con el país más grande del mundo. Unos y otros conforman un grupo selecto que ni con la eliminació­n del equipo argentino ni con el dólar récord dieron por terminado su viaje: son los que se quedaron en Moscú. Para ellos, recomendac­iones para unos pocos días que ya arrancan con una ventaja cambiaria: como el dólar vale 62 rublos y se puede redondear en $ 30 en la Argentina, cualquier valor que se vea en rublos se traduce a pesos dividiendo por dos. El costo de la comodidad.

Qué hacer.

La ciudad, que se organiza en forma de anillos, invita siempre para moverse en el subte. PERFIL la recorrió en el marco de una invitación para conocer la cobertura de TNT Sports durante el torneo. Una vez que sacan la tarjeta troika, como se llamaban los tres caballos que tiraban de las carretas, con el metro se recorre toda la ciudad. Hay 14 líneas con estaciones­palacio, con grandes arañas de luces y escaleras mecánicas interminab­les. El boleto cuesta alrededor de 70 centavos de dólar pero hay descuentos si se sacan más pasajes. Arbatskaya, la estación de la calle top de la capital, es inolvidabl­e. Pero hay decenas de museos bajo tierra: se inauguró en 1935. Clave: bajarse la aplicación del Metro. Los nombres de las estaciones pueden resultar inentendib­les. Quedarse implica dejar el fútbol en un segundo plano. De cuartos de final para adelante, las entradas, que pueden conseguirs­e por sitios de reventa legal como Sutbhub, no bajan de 14 mil pesos argentinos. Así que lo mejor es aprovechar el tiempo para pasear. El clima que en estos días va del calor agobiante a un fresco que obliga a un abrigo, llama a usar el sistema de bicicletas públicas. Sponsoread­o por un banco, al igual que en Nueva York, se puede usar 30 minutos sin cargo, y luego se va pagando por fracción de hora. Eso sí. Que a nadie se le ocurra olvidarse de devolverla. La multa puede llegar a 400 dólares. No es recomendab­le por el tránsito, pero también funciona Uber o su versión rusa, Yandex, con quien está asociado.

Spasiba.

A medida que amainan las aglomeraci­ones bien del Mundial, aparece la diversión propia de Moscú y la amabilidad de los rusos a los que se les dice gracias con

un “spasiba”. Más allá del disfrute de las atraccione­s típicas o los gigantes edificios tipo monoblocks soviéticos que se confunden con increíbles construcci­ones zaristas de tamaño imponente, vamos a lo importante después de la tristeza mundial. Los placeres. Para comer, hay mil lugares y todo es imperdible, pero dos recomendac­iones. Una, encontrar escondido el restaurant “La cocina sincera”. Un ambiente íntimo ideal para comidas típicas que rankea entre los lugares top del Europa. Allí se puede probar un borsch (sopa de remolacha irrechazab­le), un pelmeni,, algo así como unos sorrentino­s con carne hervida, y un postre que le compite en recuerdo a la Plaza Roja, la Plaza San Basilio o el Puente del Patriarca (todos obligatori­os): el llamado postre Napoleón, denominado así porque “conquista todos los sentidos”. Una especie de hojaldre o alfajor santafesin­o pero con una crema fría tirando a pastelera dentro. La otra, no irse sin comer alguna carne rusa, como la que venden en el restaurant­e “Los del sur”, en el segundo anillo, donde hay un tipo de asado, cordero o un exquisito pato a la parrilla. Las verduras para acompañar, increíbles. Son opciones equivalent­es a un restaurant top de Palermo o más. Se puede pagar 40 a 50 dólares con vino. Pero se puede comer por muchísimo menos también. Con la tristeza del fin de la copa, hace falta diversión. El dato: sábado a la noche, detrás del Teatro Bolshoi, otro punto obligatori­o, hay que ir a una peatonal que rebalsa de jóvenes. Puede haber un con música a todo volumen, una marea que baila y canta alrededor. Todo con bares y pubs a full con bandas en vivo. Ideal para olvidar cualquier mal resultado. Lo único negativo: la noche del verano moscovita dura poco. Anochece a las 21 y amanece alrededor de las 3 de la madrugada.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK ULTIMO ESFUERZO. El dólar vale 62 rublos y una buena comida con vino no baja de los US$ 40, aunque haya opciones más gasoleras. Una propina por la música, no viene nada mal.
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OBRAS DE ARTE. ( Sup.) Algunas estaciones de Metro de las 14 líneas de Moscú fueron diseñadas con el oropel de un palacio, pero para el pueblo. Los ídolos (inf.) también son populares.
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