José López declaró que fue usado como “chivo expiatorio” y descolocó incluso a su abogada
El ex secretario de Obras Públicas dijo que los US$ 9 millones que llevó al convento no eran de él sino de “varias personas de la política”. Aclaró que no daba detalles por temor.
Al convento fui escoltado por tres personas, me entregaron el dinero y me siguieron. Hay un dato que da crédito a esa versión. Está claro que López estuvo dando vueltas desde que salió para el convento, tras discutir con su mujer. Nadie supo dónde estuvo esas horas. Pero nadie vio tampoco a las tres personas. Ese dinero no es mío, es de personas vinculadas a la política de las cuales no puedo hablar. En la causa no hay elementos que permitan sostener esa frase. La acusación testaferros. Y que el dinero estuvo guardado en un tanque de agua. Me usaron como chivo expiatorio, como una maniobra distractiva. Esa aseveración suma misterio. ¿Quién buscaba eso? En su relato alguien buscó “perder” US$ 9 millones que pertenecían a varias personas para entregarlo a él. No hay elementos que acrediten esta hipótesis.
Llegó con el mismo saco marrón que lució en cada una de las audiencias de su juicio oral. Entró sonriente, mirando hacia donde estaban los periodistas y se sentó ante los jueces del tribunal con ojos grandes y ganas de hablar. Sin embargo, su intervención sorprendió a todos, incluso a su propia defensora oficial a la que dejó literalmente descolocada cuando se negó a responder las preguntas que estratégicamente habían acordado.
Lo que dejó el relato de José López, en su nueva versión, sobre lo que sucedió en la madrugada del 14 de junio de 2016 fue más confusión, misterio y desconfianza.
Ahora, el ex secretario de Obras Públicas aseguró que fue forzado por tres hombres –a los que no identificó– a llevar unos US$ 9 millones al convento, que esa plata no le pertenecía y que solo fue un “chivo expiatorio, una maniobra distractiva”. “Ese dinero no me pertenecía, me usaron a mí para no quedar expuestos ellos”, dijo. Jamás explicó quiénes eran “ellos”, pero advirtió: “No lo sé, ni quiero saber”.
Sus declaraciones llegaron cuando entre el cuarto y el quinto piso del edificio de Comodoro Py 2002, el juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli veían desfilar al ex ministro de Planificación Julio De Vido y a empresarios que hacían fila para “arrepentirse” por el escándalo de los Cuadernogate.
A López, sin embargo, le tocó el subsuelo, después de pedir no cruzarse con De Vido. El mismo había avisado que rompería el silencio. En tribunales se corrían apuestas para saber a quién acusaría. “¿Se arrepiente?”, preguntaban curiosos para ver si el ex funcionario se sumaba a la moda de Retiro. Nada de eso ocurrió. “De lo que sí me arrepiento es de no haber tenido la claridad y fortaleza para no haber resistido las presiones que recibí”, disparó.
Primero dijo que su nuevo relato era “la verdad”, aclarando que guardaría algunos silencios o evitaría “detalles y precisiones” para evitar poner “en riesgo la seguridad de mi familia y la mía propia”. Y, tras justificar su nivel de vida y asegurar que no tiene testaferros, afirmó que no se enriqueció de manera ilícita.
“Ese dinero no es mío. Cuan- do dije que es dinero de la política es porque así me lo indicaron. Era de personas vinculadas a la política de las cuales no puedo hablar. No es una, sino varias. Yo mismo no sé bien quiénes son todos, ni quiero saberlo”, aseguró. Según su versión, en junio de 2016, en un auto en el que viajaban varios miembros del Parlasur, como él, le comentaron que la SIDE los estaba siguiendo.
Tiempo después, alguien le habría encomendado “trasladar los bolsos al convento”. El dinero se lo habrían llevado esa misma noche e iban a retirarlo después del convento “para darle otro destino”.
Pero algo pasó. Llegó la policía y lo detuvieron. Para esa altura, los tres hombres ya no estaban. Cuando la defensora oficial Pamela Bisserier hizo las únicas preguntas que el acusado había avisado que admitiría, la sala quedó congelada. Es que el propio López eligió no contestarlas, sembrando más misterio a su postura. La idea de una estrategia armada quedó descartada para todos los testigos. “No voy a contestar más preguntas”, la cortó. El TOF le ofreció custodia en el penal, pero también la rechazó. El martes volverá a tribunales para declarar por los cuadernos.