Un joven asesino tan impune como glamoroso
El glam rock setentista se filtra en la imagen de Carlitos, el impune asesino y héroe andrógino protagonista de este film con el que Luis Ortega se divierte, como si fuera un eficaz aprendiz de Quentin Tarantino.
Ortega se mueve a través de imaginativas escenas que provocan y golpean en el público, pero lo hace como si fuera un chico cometiendo una travesura para que los adultos lo reprendan.
Si bien la historia está inspirada en Robledo Puch, ese es un dato menor, que solo se menciona al final. Pero eso no es lo importante de esta producción sino su eficaz y muy bien elaborado diseño de producción que impacta y divierte, más que su guión, conceptualmente flojo, que se apoya mayormente en los golpes de efecto, que Ortega conoce muy bien y sabe en qué momento ubicarlos para que sorprendan al espectador.
Carlitos bien podría decirse que es un álter ego de Luis Ortega. El cineasta es tan personal y se apoya en sus propias convicciones creativas, y aunque no se sabe si es así, es capaz de derribar cualquier obstáculo con tal de que nadie se interponga en el camino de su derrotero creativo. Eso es algo que se le admiró desde su primer film Caja negra, pasando por Monobloc o Los santos inocentes.
Acá hay mucho de Historia de un clan, aquella serie de intensa llegada fue el campo de prueba para esta producción en la que un pibe de secundaria, de un hogar de clase media, mata por el simple hecho de divertirse o querer ganarse la simpatía de los otros, claro que cuando se siente traicionado su venganza es tan premeditada como salvaje.
Luis Ortega tiene la virtud de no cuestionar a su personaje. Lo expone, lo somete a situaciones que a él mismo como cineasta lo divierten, como la escena del baile, o la injustificada muerte de dos hombres durmiendo, a la vez que desliza una elaborada ironía en escenas como el final al mejor estilo estadounidense.
A la exquisita recreación de época se suman la buena elección musical y actuaciones tan valiosas como las de Mercedes Morán, Daniel Fanego, o Chino Darín. Lo flojo es la poco creíble actuación del debutante Lorenzo Ferro.