Madres e hijas que nunca logran ser más que una pobre caricatura
El título De tal madre, tal hija y la premisa que implica que una madre de 50 años, pero con vida adolescente y mantenida se embaraza dos meses después que su adulta hija (quien la mantiene bajo su techo), crean expectativas falsas: una comedia de situaciones donde parejadespareja desarrolla un salto evolutivo gracias a la situación que ambas comparten. Pero la película de Noémi Saglio nunca termina de saber exactamente lo que hace.
Por un lado, está el primer detalle, el obvio podría decirse, que es que genera en el espectador una cierta alegría ver a Juliette Binoche, la madre, en plan Pomelo, más relajada pero igual de luminosa que en toda su carrera envidiable, surfeando una película que solo sabe hacer olas antes que entender qué está contando.
Pero, por otro lado, hay otro asunto, el más patinoso, que es el detalle no menor de que la película decide volcarse hacia el rematrimonio, hacia el vínculo de madre con ex marido (papá de la hija también embarazada) y también el vínculo doméstico de la hija (Camille Cottin, quien ya había trabajado con Noémi Saglio) con su novio, padre de su bebé por supuesto, que es un adolescente adulto y, claro, con su madre.
Esa elección narrativa no es criticable de por sí, como ninguna elección artística lo es por sí misma. El problema es el contexto y las consecuencias de esa elección. En ese sentido, el embarcarse con el timón con ese rumbo tan específico termina por desarticular cierta comedia más rápida, más veloz, que se podría haber dado.
En definitiva, el problema o conflicto narrativo del techo común entre madre, hija y futuro padre se convierte en una sitcom mejor filmada que la televisiva, donde la hija deviene un personaje (a pesar del esfuerzo de la actriz que trasluce la pantalla) más caricaturesco que humano.
Y si va a ser alguien que debe poner puntos sobre íes, era necesario darle un poco más vida, de luz, y no hacerla una versión del padre de La guitarra, la canción de Los Auténticos Decadentes. Allí es donde esos nueve meses se van convirtiendo más en ver a un personaje casi blindado, del cual no se entiende su contexto (¿por qué ese novio? ¿tan solo para tener una excusa de guión para hacer todavía más agobiado al personaje principal?). Binoche termina, también, siendo simpática de ver, pero no termina de crecer en un personaje querible: es más divertido creer que ella la pasa bien.