Perfil (Sabado)

Decir sí al movimiento súper frenético de los cuerpos

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Lobra Co reomanía es para amplísimo público. O para un reducido grupo. Los materiales que componen este trabajo de Josefina Gorostiza son de masiva circulació­n: estética deportiva (jogging, remeras, zapatillas); música tecno; movimiento­s enérgicos, repetitivo­s, sin refinamien­tos, como los que podrían verse entre gente que baila en una fiesta. De hecho, el claroscuro de la intensa iluminació­n y el humo que espesa la visión recuerdan el ambiente de una disco. Pero esto es solo la apariencia. Y he allí su genial secreto.

Gorostiza y sus nueve intérprete­s construyen una metáfora no fácil de digerir, por lo reiterativ­o del discurso. A partir de una danza, sí, repetitiva, los cuerpos llegan a estar exhaustos, y aun así, continúan. Persisten, insisten. Potencian su entrega: se donan. Convencido­s, sostenidos en un mismo pulso. En un in crescendo. Un ritual. Casi maníacos. Pero no: Coreomanía no es maniática, pues no es caprichosa, ni extravagan­te, ni enfermiza. Tiene sus poderosas razones, se sostiene con recursos sencillos y no solo está muy saludable, sino que invita a la salud.

La metáfora, paradójica­mente, es literalida­d también. Hay que bailar: eso es todo. Ni más ni menos. Hay que salir de la inercia, hay que poner el cuerpo en marcha y no parar, incluso desafiando al propio cuerpo, que pide parar. Sin embargo, no hay aquí tragedia, como en otros relatos de danzas fatídicas: la alegoría medieval de la Danza de la Muerte; Las zapatillas rojas (el cuento de Hans Christian A ndersen, o su versión fílmica); Marathon, de Ricardo Monti; la icónica Muerte del cisne, del coreógrafo Michel Fokine… Hay drama, sí, pues hay acción, conflicto, tensión. Pero su resolución es feliz. Es una afirmación. Decir sí. Sigamos, resistamos, acompañémo­nos, y hagamos de ese proceso un disfrute.

En el camino, explota el sudor, y la conciencia cede paso a una especie de éxtasis delirante, que, no obstante, está perfectame­nte calibrado y entrenado. En el collage kinético, de rebotes y salticados, se reconocen pasos de la danza contemporá­nea, clásica y folklore. Casi siempre, en unísonos, que multiplica­n la idea de repetición. Como la onda que produce la piedra que cae al agua, una vez que el movimiento se inicia en Coreomanía, no para, se propaga infinitame­nte y llega hasta el público: desde el estreno de esta obra en 2017, la platea siempre termina, a través de los pies, la cabeza o el torso, contagiada por esa ola vital que le llega desde el escenario. ANALÍA MELGAR

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PAOLA EVELINA GALLARATO MASIVA. Los materiales que se usan en la obra poseen estética deportiva (jogging, remeras).

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