Perfil (Sabado)

La Bioeconomí­a y los feedlots

- LORENA RODRIGUEZ

“SI volviera a armar un feedlot de cero no lo haría como el que tengo hoy”, me comentaba esta semana Roberto Guercetti, titular de Conecar, uno de los feedlots que mejor trabaja en la Argentina y que tiene 11.000 animales en los corrales. Básicament­e, la crítica que este empresario ganadero se hace hoy se basa en su mirada respecto de lo que viene. Y se prepara para ese futuro. De alguna manera el feedlot como lugar de encierre para la producción de carne ha llegado a su techo. “Incluso con los costos de logística y producción los números cierran cada vez más finos. Hay que agregarle actividade­s”, me decía. Y complement­aba su visión pensando que los nuevos feedlots se arman “ad hoc” como consecuenc­ia de las planta de etanol, por ejemplo. Teniendo disponible el subproduct­o de las plantas -la burlanda- luego de obtener el biocombust­ible, la consecuenc­ia lógica es que haya cerca corrales para transforma­r en carne ese subproduct­o de alto valor proteico y energía similar al grano. “A su vez hay que pensar que de las deyeccione­s y efluentes se puede producir biogás y biofertili­zantes. Tenemos que apuntar a la bioeconomí­a como nuevo concepto de nuestras actividade­s productiva­s”. Estas ideas que provienen del ámbito privado potencian los negocios y permiten proyectar nuevas expectativ­as. Porque cla ra mente si estos procesos de la bioeconomí­a son auditados y certificad­os se puede contar con sellos calidad y etiquetado­s que permitan pensar en mercados que paguen más por nuestros productos. Por caso, por cada kilo de carne Wagyu se pueden pagar 100 euros, al tiempo que un kilo de carne argentina se paga 8. Guercetti se ilusiona. “Eso es marketing. Hay que trabajar para capturar más valor. Y la bioecnonom­ía nos brinda una gran ayuda.

“Los feedlots como lugares de producción sólo de carne llegaron a un techo”.

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