EL FUEGO SAGRADO
Fue un gran placer y honor haber sido el representante de un basquetbolista y ser humano como Manu Ginóbili. No le pregunté cuán difícil fue tomar la decisión de retirarse, pero puedo asegurar, conociéndolo como lo conozco, que no le resultó para nada fácil. Creo que sus 41 años fueron el principal detonante para anunciar su retiro.
Lo conocí cuando él estaba jugando en Italia y todavía no era tan conocido. La persona que me lo presentó fue mi socio, Luciano Capicchioni, y desde la primera charla que tuvimos me di cuenta de que tenía un fuego ardiendo en su interior, que no era ni más ni menos que hambre de gloria. Y a medida que los años fueron pasando llegué a la conclusión de que ese fuego era su gran deseo de ganar, de convertirse en un jugador famoso.
Constantemente hablaba de su gran amor por Argentina y qué importante había sido jugar y ganar títulos con la Selección. Siempre estuvo orgulloso de ser parte de la Generación Dorada que tantos logros y reconocimiento internacional le dieron al básquet argentino. Nunca tuvo una alegría mayor que la de ganar partidos con la Selección.
Esa misma devoción y entrega fue la que prodigó durante estas 16 temporadas con los Spurs. Lo único que le preocupaba era que el equipo ganara, más allá de si le tocaba jugar o no. Tuvo la enorme for tuna de haber sido elegido para formar parte de un equipo perfecto con compañeros que también jugaban para el bien del equipo y no para las estadísticas personales.
De una cosa estoy totalmente seguro, y es de que Manu es una persona muy inteligente y cerebral, tanto adentro como fuera de las canchas. A pesar de su retiro y de que yo dejaré de ser su agente, para mí será siempre mi cliente favorito. Es fantástico. Un gran hombre, marido, padre y compañero. Un deportista excepcional. Por eso, él sabe mejor que nadie que siempre estaré a su lado. ¡Gracias por todo, Manu! *Representante de Manu Ginóbili.