Perfil (Sabado)

La combinació­n weberiana

- DAMIAN TOSCHI* *Lic. Comunicaci­ón Social (UNLP) Miembro del Club Político Argentino.

En su ensayo El político y el científico, Max Weber plantea la diferencia que existe entre la ética de la convicción y la ética de la responsabi­lidad, aplicadas ambas a la práctica política. En el primer caso, la acción se rige por principios morales inamovible­s en cualquier circunstan­cia. En el segundo, en cambio, quien decide prioriza los efectos previsible­s de la medida a ejecutar por sobre sus ideales, sopesando el impacto que la medida tendrá en el conjunto. Dicho esto, algunas cuestiones actuales bien pueden analizarse en función de estos términos.

En el plano económico, el anunciado cobro de retencione­s a las exportacio­nes va a contramano del ideario presidenci­al, encajando redondamen­te en la ética de la responsabi­lidad. Tal como lo ha dicho, Mauricio Macri cree que cualquier gravamen o arancel que caiga sobre el campo o la industria conspira contra el crecimient­o económico y el desarrollo productivo. Sin embargo, mientras no faltan empresario­s que se sienten traicionad­os por uno de los suyos que llegó a la Casa Rosada, el mandatario buscará en una franja de su base electoral 280 mil millones de pesos para intentar bajar el déficit fiscal. En este punto, entonces, los fines pesan más que la cruda ideología. Entretanto, habrá que observar el comportami­ento de los grupos que, a fuerza de devaluació­n, multiplica­ron su margen de rentabilid­ad en dólares.

En la esfera política la ecuación se invierte. Por encima de las reduccione­s ministeria­les y el pretendido ahorro estatal, se imponen los nombres. Al respaldar la continuida­d de casi todos los miembros del gabinete, frente a una realidad financiera que pone a prueba la gobernabil­idad y patentiza la inexistenc­ia de Cambiemos como coalición de gobierno, el jefe de Estado se apoya en la ética de la convicción.

Desde este enfoque, Mauricio Macri considera que correr del escenario al jefe de Gabinete en un contexto de crisis económica, derivada en parte de una mala praxis política, constituye una claudicaci­ón personal. Quizá lejos del cálculo político posible, el Presidente parece no advertir que, en ocasiones, la conservaci­ón del poder implica acordar con los adversario­s y, al mismo tiempo, sacrificar tropa propia. Raúl Alfonsín lo hizo con Bernardo Grinspun y Carlos Menem con Domingo Cavallo, por citar ejemplos.

Así las cosas, Mauricio Macri y los popes del gobierno nacional corren un riesgo: cerrarse todavía más en un círculo decisorio palaciego que, justamente por ser tal, le quita perspectiv­a y margen de acción con los demás referentes del sistema político. Hay que decirlo: no pocas veces la convicción se asemeja a la soberbia. Y si los conceptos se confunden, cualquier interpreta­ción de la realidad puede caer en el absurdo.

Con todo, mientras busca la confianza de los mercados, la credibilid­ad de un sector de la ciudadanía y la colaboraci­ón de una parte de la oposición, el oficialism­o está obligado a emprender una combinació­n weberiana. En otras palabras: desde los valores y las conviccion­es, impulsar lo que en su libro El refugio de la memoria Tony Judt llama ética pública, en tanto objetivo alcanzable de la austeridad económica. A su vez, la sensatez institucio­nal, entendida como la conducción racional del andamiaje gubernamen­tal, debe propender a lo que el intelectua­l británico denomina “Seriedad moral en la vida pública”. Según el historiado­r, ésta “Describe una coherencia entre la intención y la acción, una ética de la responsabi­lidad política”.

En cualquier caso, para acometer dicha tarea Cambiemos necesita nuevos actores, argumentac­ión política sólida, autocrític­a y apertura de gestión. En suma: debe corregir las variables que, conjugadas con un escenario de recesión económica, explican el complejo presente.

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