Cumbre en Teherán discutió el asalto final a los yihadistas sirios
Aliados en defensa del régimen de Bashar al Assad, discrepan sobre cómo expulsar a los rebeldes de su último bastión. Ankara teme una nueva ola de refugiados sirios.
Irán, Rusia y Turquía no lograron ayer superar sus diferencias sobre la provincia siria de Idlib, dejando así en suspenso el destino de este último bastión rebelde de Siria, donde la comunidad internacional teme un desastre humanitario.
Reunidos en una cumbre en Teherán, los presidentes de estos tres países acordaron continuar “cooperando” para encontrar una solución permanente que evite las pérdidas de civiles en esta región del noroeste de Siria, alrededor de la cual el poder de Bashar al Assad reunió tropas de cara a un asalto que parece inminente.
Duelo. La cumbre estuvo marcada por un duelo de declaraciones entre los presidentes turco, Recep Tayyip Erdogan, y ruso, Vladimir Putin.
Erdogan pidió un “alto el fuego” y advirtió sobre una “masacre” en caso de asalto de las tropas leales al régimen, apoyadas por Teherán y Moscú.
Pero Putin rechazó esta proposición argumentando que no había “representantes de los grupos armados alrededor de esta mesa” habilitados para negociar un alto el fuego.
En general, los tres países parecieron mantenerse firmes en sus posiciones. Irán y Rusia insistieron en la necesidad de combatir el terrorismo, y en el derecho de Damasco a recuperar todo su territorio, mientras Turquía, que apoya a los rebeldes y acoge a refugiados sirios llegados en masa a su territorio, advirtió sobre un “baño de sangre” por venir.
“Combatir el terrorismo en Idlib es una parte inevitable de la misión que consiste en restaurar la paz y la estabilidad en Siria”, declaró el presidente iraní, Hasan Rohani, que advirtió que “este combate no debe hacer sufrir a los civiles ni conllevar una política de tierra quemada”.
Apoyo. Los tres países adquirieron un importante papel en la guerra en Siria a través del apoyo militar a las partes beligerantes y del proceso de Astaná, que eclipsó las negociaciones lideradas por la ONU para intentar poner fin a la contienda, que dejó más de 350 mil muertos desde 2011.
Sin aludir a un acuerdo, el comunicado final del encuentro se limita a decir que los tres presidentes “decidieron solucionar” la cuestión de Idlib “en un sentido de cooperación que caracteriza al proceso de Astaná”.
Bastión. Idlib, conquistada en 2015 por los insurgentes, es su último gran bastión en el país. También es el lugar al que se enviaron decenas de miles de rebeldes y civiles evacuados de otras regiones que las fuerzas del régimen recuperaron en varios puntos del país.
El gobierno de Al Assad, decidido a recuperar el conjunto del territorio, reunió refuerzos en los alrededores de la provincia, fronteriza con Turquía y dominada por los yihadistas de Tahrir al Sham (HTS), aunque también acoge a importantes facciones rebeldes.
En la provincia de Idlib y en los reductos rebeldes de las vecinas Hama, Alepo y Latakia viven en total unos tres millones de personas, según la ONU, de los que más de la mitad son desplazados.
Cientos de civiles comenzaron a huir de la zona el jueves ante el temor de un asalto inminente del ejército sirio.
Ayer, nuevos bombardeos rusos contra posiciones rebeldes y yihadistas en la provincia dejaron cinco muertos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
En Idlib viven tres millones de civiles y decenas de miles de rebeldes armados