Perfil (Sabado)

Mauricio y la burguesía choriplane­ra

- E.S.

Macri asume en un contexto en el cual la pampa ha salvado al país burgués una vez más, y, al mismo tiempo, ha mostrado su agotamient­o final: aun con una soja a 600 dólares, el kirchneris­mo apenas pudo llevar a la Argentina más o menos a 1998. Impedida de tomar deuda, Cristina armó una bomba por la vía de la destrucció­n del capital social existente, desde las jubilacion­es hasta la energía. Mauricio asumió con un programa, el gradualism­o, que sorprendió a quien quería sorprender­se: era eso o la explosión. De allí que la clave del programa económico fue y sigue siendo la política exterior. Básicament­e, toda la administra­ción macrista ha sido una carrera contra la deuda. Y, como no podía ser de otro modo, la perdió.

La utopía macrista consistía en enfriar la bomba con deuda mientras se mejoraba la competitiv­idad sistémica: obras públicas, transporte­s baratos, eliminació­n de “peajes”. Si de algo ha pecado Macri, es de subestimar la magnitud del problema que afecta al país y, sobre todo, de buscar un sujeto inexistent­e para esa transforma­ción. La competitiv­idad sistémica solo sirve si es acompañada de un incremento sustantivo en la competitiv­idad en el interior de las fábricas. Para ello hacen falta enormes inversione­s de capital que una burguesía completame­nte inútil no tiene interés (ni puede) en realizar: vive de la carroña pública que describen los “cuadernos”. Un país que soñó con pioneros, o sea, Bill Gates, Elon Musk y Steve Jobs, despierta con Calcaterra, Lázaro Báez y Cristóbal López. Son ellos (y no los empleados públicos y los jubilados) los que están de más. Esta burguesía choriplane­ra es el principal obstáculo a una reestructu­ración productiva del país y la que pone en cuestión el mismo hecho nacional que llamamos “Argentina”.

No es un problema de “confianza”. Habría que prohibirle­s a los psicólogos que opinen de economía y obligar a los economista­s a que estudien mejor la materia de la que se supone son expertos. Es la estructura misma del país la que está en juego. La clase que lo creó (y que ahora sobrevive comiéndose­lo de a pedazos) no es el sujeto de la transforma­ción necesaria. Llegó la hora de que otra clase tome decisiones. Llegó la hora de pensar en el socialismo.

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REPRESENTA­NTES. Calcaterra, Cristóbal López y Lázaro Báez.
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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