Contra el teatro abarrotado de chirimbolos
El director y su actriz presentan Divino amore, en el Teatro de la Ribera. Analizan la actualidad escénica, critican las puestas “a lo Disney” y lamentan que la Argentina viva siempre en ebullición. “Trabajamos con la misma exigencia en cualquier lugar.”
EANALÍA MELGAR l nuevo espectáculo de Alfredo Arias, Divino amore, no es strictu sensu nuevo, sino que ya había sido montado en 2007 en París, pero el público fiel de Arias lo sigue en cada una de sus aventuras escénicas, sean revisitaciones de proyectos anteriores o estrenos. Así pues, en el Teatro de la Ribera (dependiente del Complejo Teatral de Buenos Aires y ubicado en Pedro de Mendoza 182), los viernes a las 20 y los sábados y domingos, a las 19, la mayoría de los espectadores sabe que asistirá a un evento en que la exquisita pulcritud se mezcla con los caprichos más bizarros, mientras se borran los límites entre la cultura popular y la alta cultura. Lo kitsch, lo camp, lo drag y diversas estrategias para construir ironías y un humor entre sarcástico y melancólico se tejen en esta pieza con impecable elenco: Alejandra Radano, María Merlino, Carlos Casella y Marcos Montes. Los cuatro, entre textos y canciones en español, italiano, francés e inglés, cuentan, entre otras historias, la de una familia romana de actores, que en la década del 70 hacía dramas religiosos, de tan dudosa calidad, que acababan resultando graciosos y ganando fama. Arias y Radano, una de sus actrices fetiche –en paralelo
hacen, en la Fundación PROA, Hello, Andy, Joan Crawford habla–, presentan juntos esta obra, se elogian mutuamente y analizan tendencias artísticas y políticas del pasado y del presente.
—Alejandra, ¿cómo caracterizarías el teatro de Alfredo?
RADANO: Alfredo utiliza la realidad y la convierte en poesía. Una gran cantidad de información, él logra convertirla en algo puntual, poético, simple y potente.
—Alfredo, ¿cómo caracterizarías a Alejandra?
ARIAS: Alejandra es la sobreviviente de aquella expe- riencia de Divino amore, con Marilú Marini, Sandra Guida y Antonio Interland. Tiene larga experiencia en el trabajo bilingüe. Asimismo, ella busca, analiza la historia. Mientras los otros van a la televisión, ella se va a la biblioteca a bus-
car textos de Le Corbusier. Puede hacer una comedia musical americana, como le tocó hacer, excelentemente. Es posible por el talento que tiene.
—Ustedes han trabajado en Francia, en Italia… ¿Qué diferencias encuentran cuando hacen una producción en Argentina?
R: Cuando Alfredo encara un trabajo, la manera de hacerlo es siempre exactamente la misma. No hay una discriminación de lugar. Trabajamos con la misma exigencia en cualquier lugar: sea en Villa Ocampo o en el Teatro Nacional de Chaillot. —¿Cómo dialogan en sus
obras la creación y la realidad inmediata?
A: Las dos cosas existen. Yo llego modificado al ensayo según mi trayecto del día. Para ir a La Boca, uno no llega indemne porque hay que pasar por la Casa de Gobierno, por Plaza de Mayo, manifestaciones. Es un país que vive constantemente en ebullición. Por otra parte, el teatro funciona como el inconsciente: no tiene un efecto inmediato sobre la realidad. No podemos decir que, por hacer la obra, nosotros modificamos definitivamente algo de la realidad, pero sí participamos en su elaboración.
—Alfredo, has vivido épocas de gran ebullición artística. ¿Qué curva ves hoy en el arte contemporáneo: creciente, en picada, una meseta?
A: Yo n a z c o d e l m o v i - miento del Di Tella con una formación de artista plástico espontánea. Eramos un
“Los políticos no están acostumbrados a pensar sino a chumbar.” (Arias)
grupo: Alberto Greco, Marta Minujín, Delia Cancela, Dalila Puzzovio, Ernesto Deira... No hay que esperar genios: los genios vienen solos. Un genio es una elaboración de una sociedad, no es un tipo solo. Esa persona aparece y es una condensación. Eso no se puede producir todos los días. —Frente a un mundo teatral en el que el escenario suele llenarse de gran despliegue audiovisual, ¿por qué el teatro de Arias se mantiene austero? A: [Eso] es el mundo de Disney. El espacio vacío del teatro, la caja negra, es el instrumento poético más fuerte. Todo lo que ponés la disminuye. Un director una vez le dijo a un actor: “Si estás muy bien, no pongo nada. Si estás menos bien, te pongo un traje. Si estás mal, te pongo un decorado”. Es un grito de-
sesperado para querer llenar un espacio al que, en realidad, no hacen más que abarrotarlo. En la medida en que el teatro es el espejo del hombre, llenarlo de chirimbolos no es absolutamente necesario: empobrece. Hacen espectáculos para pobres, pobres intelectualmente.
—Hay muchos artistas argentinos trabajando en Europa, como Marcial Di Fonzo Bo o Rodrigo García… ¿Cómo ven a estos grupos allá?
A: Estas personas ocupan ese lugar porque hubo una gran historia antes, con Jorge Lavelli, Víctor García, Jérôme Savary, Copi, conmigo. Formamos una trama que yo no inventé. Fuera de estos hitos, tantos artistas argentinos en las artes plásticas, en la literatura, que han vivido en París, construyeron un lenguaje cultural que interesa.