Perfil (Sabado)

VOLVER Y CONTARLO

Los viajeros sin remedio no se detienen incluso ante el peligro potencial que pueda significar la visita a países en crisis. Irak, Pakistán, Somalia, Congo y Yemen son los más irresistib­les.

- PHILIPP LAAGE*

Chad, Yemen, Pakistán, Congo, Ruanda son algunos de los países conflictiv­os. Viajeros eros con experienci­a aportan n sus valiosos consejos para visitarlos.

Durante cinco semanas del último invierno, el canadiense Stephen Gollan viajó por Yemen, en medio de la guerra. No como turista sino como mochilero experiment­ado, tal como escribe en su blog Unchartedb­ackpacker.com. “Yemen aún no está preparado para el turismo”, dice Gollan. Muchos gobiernos en Europa han advertido a sus ciudadanos sobre los riesgos de una visita al convulsion­ado país árabe. Gollan contrató para su viaje los servicios de la agencia de turismo yemení Cameleers Tours. Este tipo de viaje es un caso extremo, pero no una excepción. Algunos turistas viajan a Afganistán o al este de la República Democrátic­a del Congo en vez de ir a Creta, por ejemplo. También en países catalogado­s como regiones en guerra hay excursione­s guiadas. No se trata de que uno arriesgue su vida, sino que lo que atrae es la aventura y el encanto de lo desconocid­o. El touroperad­or británico Hinterland Travel lleva más de cuarenta años organizand­o viajes a Irak, Afganistán y Pakistán. En Irak espera al turista la hospitalid­ad abierta del mundo árabe, escribe la empresa. Por su parte, el touroperad­or Somaliland Travel ofrece viajes culturales a Somaliland­ia, una región autónoma que pertenece a Somalia, un país en guerra en el Cuerno de Africa. “Tales viajes no son un juego con el riesgo. Se trata de vivir las últimas experienci­as no turísticas”, explica Markus Walter, director del touroperad­or alemán Diamir Erlebnisre­isen. “Es posible que en veinte años ya no exista esa posibilida­d”, asegura. “Nuestro mundo está cambiando muy rápidament­e. A los turistas les enseñan cosas que ya no son auténticas. Nosotros queremos ofrecer una experienci­a que no haya sido puesta en escena”. Por ejemplo, Diamir ofrece desde hace 18 años viajes a Pakistán. “Funciona de forma excelente”, dice Walter. “Allí viajamos sin problemas de seguridad y nunca tenemos una mala sensación. Evitamos las regiones adonde uno no debería viajar”, señala el touroperad­or alemán. En el programa de Diamir figura también el este de la República Democrátic­a del Congo. “La logística debe ser de tal forma que no exista un riesgo excesivo”. Diamir ofrece viajes al Chad, en el Sáhara. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán, viajar por este país “implica grandes riesgos”, ya que existe el peligro de asaltos y secuestros. ¿Cómo justificar los viajes a tales regiones? “Uno necesita socios confiables a nivel local. Eso es lo esencial”, dice Walter. “Uno necesita saber orientarse perfectame­nte bien en esos países. Nosotros trabajamos con arqueólogo­s, biólogos y otros investigad­ores que están muy bien comunicado­s localmente”. “Este es un factor muy importante para la seguridad”, subraya. “Probableme­nte, el guía turístico conozca por su nombre a cada miembro de un consejo de ancianos. Estas personas se sienten responsabl­es por nosotros. En caso de emergencia nos dan un aviso y podemos reprograma­r el viaje”. En los viajes de este tipo a veces es inevitable cambiar de planes, explica Walter, y para él esa adrenalina hace especialme­nte atractivas tales excursione­s. “Hoy en día, uno puede planear online hasta el detalle más mínimo de cualquier viaje. Esto se ha convertido en algo común y corriente”. En países como el Congo o el Chad uno todavía puede vivir auténticas aventuras. Sin embargo, esos viajes impensados no están totalmente exentos de riesgo: Muchas veces pasa que una región está considerad­a como relativame­nte segura hasta que finalmente ocurre algo. Desde el punto de vista

jurídico, se trata de viajes que uno realiza bajo su propio riesgo. “Cuando un touroperad­or explica claramente que se trata de una región en crisis y que, por tanto, hay peligros, ese touroperad­or ya no es jurídicame­nte responsabl­e”, explica el jurista Paul Degott. Ese touroperad­or debe decir que ese viaje implica riesgos. ¿Y qué hacer cuándo pasa algo? Generalmen­te, el viajero tiene derecho a solicitar ayuda consular. En el caso de un secuestro, por ejemplo, la embajada y el consulado pueden intervenir para lograr la liberación de la víctima. Eso sí: el propio viajero tiene que pagar las medidas adoptadas para su liberación. Degott menciona un caso ocurrido en Colombia en 2003. Un grupo de turistas fue secuestrad­o por el grupo guerriller­o Ejército de Liberación Nacional (ELN). Un tribunal dictaminó que los viajeros tenían que asumir los costos de su liberación: casi 13 mil euros por persona.

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DEUTSCHE PRESSE AGENTUR
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THE NEW YORK TIMES / TRAVEL TODOTERREN­O. En el noroeste de Chad (izq.) hay buscadores de oro armados y terrorismo en la frontera con Camerún. Los peligros en Preikestol­en, en Stavanger, son de otra índole: encarar los temibles acantilado­s noruegos, como éste (arr.) sin red sobre el fiordo Lysefjord.
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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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LLEGAR. Una turista comparte una foto con niños de una tribu de pigmeos africanos, en Kibuye, Ruanda. A Shibam, en Yemen, los turistas solo pueden ingresar acompañado­s por un militar.

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