VOLVER Y CONTARLO
Los viajeros sin remedio no se detienen incluso ante el peligro potencial que pueda significar la visita a países en crisis. Irak, Pakistán, Somalia, Congo y Yemen son los más irresistibles.
Chad, Yemen, Pakistán, Congo, Ruanda son algunos de los países conflictivos. Viajeros eros con experiencia aportan n sus valiosos consejos para visitarlos.
Durante cinco semanas del último invierno, el canadiense Stephen Gollan viajó por Yemen, en medio de la guerra. No como turista sino como mochilero experimentado, tal como escribe en su blog Unchartedbackpacker.com. “Yemen aún no está preparado para el turismo”, dice Gollan. Muchos gobiernos en Europa han advertido a sus ciudadanos sobre los riesgos de una visita al convulsionado país árabe. Gollan contrató para su viaje los servicios de la agencia de turismo yemení Cameleers Tours. Este tipo de viaje es un caso extremo, pero no una excepción. Algunos turistas viajan a Afganistán o al este de la República Democrática del Congo en vez de ir a Creta, por ejemplo. También en países catalogados como regiones en guerra hay excursiones guiadas. No se trata de que uno arriesgue su vida, sino que lo que atrae es la aventura y el encanto de lo desconocido. El touroperador británico Hinterland Travel lleva más de cuarenta años organizando viajes a Irak, Afganistán y Pakistán. En Irak espera al turista la hospitalidad abierta del mundo árabe, escribe la empresa. Por su parte, el touroperador Somaliland Travel ofrece viajes culturales a Somalilandia, una región autónoma que pertenece a Somalia, un país en guerra en el Cuerno de Africa. “Tales viajes no son un juego con el riesgo. Se trata de vivir las últimas experiencias no turísticas”, explica Markus Walter, director del touroperador alemán Diamir Erlebnisreisen. “Es posible que en veinte años ya no exista esa posibilidad”, asegura. “Nuestro mundo está cambiando muy rápidamente. A los turistas les enseñan cosas que ya no son auténticas. Nosotros queremos ofrecer una experiencia que no haya sido puesta en escena”. Por ejemplo, Diamir ofrece desde hace 18 años viajes a Pakistán. “Funciona de forma excelente”, dice Walter. “Allí viajamos sin problemas de seguridad y nunca tenemos una mala sensación. Evitamos las regiones adonde uno no debería viajar”, señala el touroperador alemán. En el programa de Diamir figura también el este de la República Democrática del Congo. “La logística debe ser de tal forma que no exista un riesgo excesivo”. Diamir ofrece viajes al Chad, en el Sáhara. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán, viajar por este país “implica grandes riesgos”, ya que existe el peligro de asaltos y secuestros. ¿Cómo justificar los viajes a tales regiones? “Uno necesita socios confiables a nivel local. Eso es lo esencial”, dice Walter. “Uno necesita saber orientarse perfectamente bien en esos países. Nosotros trabajamos con arqueólogos, biólogos y otros investigadores que están muy bien comunicados localmente”. “Este es un factor muy importante para la seguridad”, subraya. “Probablemente, el guía turístico conozca por su nombre a cada miembro de un consejo de ancianos. Estas personas se sienten responsables por nosotros. En caso de emergencia nos dan un aviso y podemos reprogramar el viaje”. En los viajes de este tipo a veces es inevitable cambiar de planes, explica Walter, y para él esa adrenalina hace especialmente atractivas tales excursiones. “Hoy en día, uno puede planear online hasta el detalle más mínimo de cualquier viaje. Esto se ha convertido en algo común y corriente”. En países como el Congo o el Chad uno todavía puede vivir auténticas aventuras. Sin embargo, esos viajes impensados no están totalmente exentos de riesgo: Muchas veces pasa que una región está considerada como relativamente segura hasta que finalmente ocurre algo. Desde el punto de vista
jurídico, se trata de viajes que uno realiza bajo su propio riesgo. “Cuando un touroperador explica claramente que se trata de una región en crisis y que, por tanto, hay peligros, ese touroperador ya no es jurídicamente responsable”, explica el jurista Paul Degott. Ese touroperador debe decir que ese viaje implica riesgos. ¿Y qué hacer cuándo pasa algo? Generalmente, el viajero tiene derecho a solicitar ayuda consular. En el caso de un secuestro, por ejemplo, la embajada y el consulado pueden intervenir para lograr la liberación de la víctima. Eso sí: el propio viajero tiene que pagar las medidas adoptadas para su liberación. Degott menciona un caso ocurrido en Colombia en 2003. Un grupo de turistas fue secuestrado por el grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN). Un tribunal dictaminó que los viajeros tenían que asumir los costos de su liberación: casi 13 mil euros por persona.