Ese maravilloso instante en que una mujer dice basta para siempre
Puede una mujer permanecer durante cuarenta años bajo la sombra de un hombre y sonreír siempre cuando a él lo felicitan por sus logros? Glenn Close, a través de una actuación sobria y contundente, va a demostrar a lo largo del film que no. Aunque ella es capaz de mostrarse gentil frente a las cámaras, hay algo en su mirada que indica que está dispuesta a enfrentar uno de los grandes desafíos de su vida.
A Joe Castleman (Jonathan Pryce, también excelente) le entregan el Premio Nobel de Literatura y lo recibe como si fuera digno de tal galardón.
Ella lo conoció siendo su alumna y la admiración hacia ese profesor hizo que la mujer fuera construyendo una idolatría, que podría definirse de absoluta devoción. Pero esa esposa atenta, siempre dispuesta a cobijar en su pecho los desaciertos de su marido, a responder a sus dudas, a atenderlo hasta en los detalles más mínimos del hogar, luego de varias décadas juntos, parece dispuesta a una venganza.
Todo está muy bien fotografiado en el film del sueco Björn Runge, el que le aporta hasta cierto tono humorístico a situaciones que Close y Pryce parecen disfrutar al extremo. La sutileza con la que el director resuelve ciertas escenas, junto a sus dos actores en estado de gracia, podría sugerir hasta una lejana impronta bergmaniana.
Por su parte la relación entre el periodista Christian Slater y Close es la dosis de suspenso, que permite disfrutar con admiración este film, que también aporta el dato interesante de que la propia hija de Glenn Close, Annie Stark, hace el papel de Joan en su juventud.