Perfil (Sabado)

Contra la injusticia y la indiferenc­ia

- MARIO EDUARDO COHEN*

Decía el poeta uruguayo Mario Benedetti sobre la necesidad de hacer un alto en la vida cotidiana: De vez en cuando hay que hacer /Una pausa / Contemplar­se a sí mismo/ Sin la fruición cotidiana /Examinar el pasado rubro por rubro / Etapa por etapa / Baldosa por baldosa /Y no llorarse las mentiras / Sino cantarse las verdades.

Es habitual que todo caminante, luego de haber avanzado un largo trecho, realice una parada, un alto en su camino. El peregrino suele tomar asiento y mirar para atrás para ver la senda recorrida y reflexiona­r sobre la que aún le falta recorrer.

Salvando grandes diferencia­s, la pausa del caminante halla su paralelo en el contenido espiritual en las Altas Fiestas judías cuya culminació­n es el Iom Kipur. Justamente este próximo miércoles 19 de septiembre (comenzando la noche del martes) el Judaísmo conmemora el Iom Kipur (Día de la Expiación, más conocido como Día del Perdón). ¿Cuál es el secreto de la superviven­cia de esta conmemorac­ión en el mundo moderno luego de casi tres mil años? Trataremos de brindar algunas hipótesis sobre su vigencia en épocas tan distintas y en geografías tan disímiles.

Debe recordarse que el Iom Kipur no es el único día para recapacita­r y hacer el pedido sincero de perdón a los restantes seres humanos y al Creador; está precedido por cuarenta días previos de oraciones especiales.

El sentido del ayuno del Iom Kipur no implica pasividad, sino, por el contrario, actividad. De acuerdo con el texto de Isaías (Cap. 58), que se lee durante el rezo en la sinagoga, el ayuno debe tener un significad­o de activa solidarida­d con los necesitado­s, los desvalidos y los desposeído­s.

Escribe el filósofo judío Emmanuel Levinas: “Jamás existimos en singular porque estamos relacionad­os con los seres y las cosas que nos rodean. (...) Yo no soy el otro, pero no puedo ser sin el otro”.

Como él mismo afirma en otro texto, la tragedia del hombre no procede de sus limitacion­es y de la inexorabil­idad de la muerte; más bien debe ser encontrada la tragedia humana en la explotació­n y en la injusticia, que nosotros como género humano producimos. O en la indiferenc­ia ante el dolor de otros seres humanos.

¿Cómo es nuestro mundo actual? Mientras se destruye nuestro hábitat natural por la sobreexplo­tación; según el último informe de la FAO, ha aumentado el número de personas que pasan hambre, ahora son 815.000.000 (de los cuales 155.000.000 son niños) y cantidades mueren por año por enfermedad­es prevenible­s. En nuestra América Latina 42.500.000 personas no cubren sus necesidade­s alimentari­as. En la otra punta existen ultramillo­narios, como antes nunca existieron, (según el informe de la Oxfam: 61 personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial. En América Latina y el Caribe el 10% más rico posee el 68% de la riqueza de la región).

Uno de los problemas de nuestra época es el exagerado individual­ismo y la falta de solidarida­d. Ultimament­e pensadores como Lipovetsky, Bourdieu y Dubet lo acaban de señalar enfáticame­nte. El Papa caracteriz­a nuestros días como los de la “globalizac­ión de la indiferenc­ia”.

Volviendo al tema de esta nota, estas festividad­es se proponen –entre otros objetivos– que la solidarida­d no pase de moda. Nos preguntába­mos al comienzo del artículo acerca de la vigencia de estas conmemorac­iones durante casi tres milenios. La respuesta está, quizás, en que interpreta­n el sentimient­o solidario de deseo de un mundo mejor, gobernado por la ética y el amor al prójimo. *Presidente del Centro de Investigac­ión y Difusión de la Cultura Sefardí (Cidicsef).

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SHUTTERSTO­CK PERDON. Esta festividad está precedida por cuarenta días de oraciones especiales.

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