Perfil (Sabado)

El nacimiento de la violencia política de los 70

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Eran peronistas ortodoxos de “Perón o muerte”. No hubo marxistas ni nada parecido. Continuaba­n la línea dura de Amado Olmos

“Nos llevaron a la jefatura de Tucumán, donde comenzaron los interrogat­orios. Unos días después, nos trasladaro­n en avión a Buenos Aires.”

Las Fuerzas Armadas Peronistas fueron un antecedent­e de lo que después sería Montoneros. Apresaron a sus líderes en un pueblo tucumano hace medio siglo. La chispa de una historia de fuego que escaló y siguió durante casi diez años.

El 19 de septiembre de 1968, a las 5 y 30 de la mañana, cuando volvían de una caminata de entrenamie­nto sin armamento, el Destacamen­to 17 de Octubre de las Fuerzas Armadas Peronistas­FAP fue sorprendid­o por un centenar de policías y detenidos sus 13 integrante­s.

Hoy “el pozo de los guerriller­os”, como lo nombran los pobladores de la zona a unos 20 kilómetros del pueblo Taco Ralo en Tucumán, solo conserva una pequeña porción de monte rodeado de lotes de soja. El “yuyo” de la discordia se tragó hasta la historia reciente.

Onganía. En 1966 asumió el poder el general Onganía con la promesa de quedarse veinte años. Pensaba ver morir a Perón en el exilio y, con él, al peronismo. Un grupo de jóvenes vinculados a la Resistenci­a Peronista entendió que había llegado el momento de alzarse en armas para golpear al régimen y lograr el retorno de Perón.

Años después Cacho El Kadri se preguntará: “¿Cuál era el deber de los jóvenes frente a una dictadura que amenazaba quedarse veinte años? En los años 60 y 70, los de la muerte del Che, los del exilio de Perón, la proscripci­ón de las masas populares y del Mayo Francés, Taco Ralo era ideológica­mente de los peronistas ortodoxos de ‘Perón o muerte’. No hubo marxistas ni cosa que se les parezca. Continuaba la línea dura de Amado Olmos, Gustavo Rearte, Nell, Gazzera y Di Pascuale, venía de los comandos de resistenci­a que operaron con Iñíguez”.

El comunicado emitido un mes después desde la cárcel decía: “Per tenecemos a la nueva generación peronista nacida a la lucha en medio de las bombas asesinas del 16 de junio de 1955 en Plaza de Mayo y los fusilamien­tos del 9 de junio de 1956 del general Valle y sus valientes compañeros. Nuestra juventud se lanzó a la lucha por la reconquist­a de la “Felicidad del Pueblo y la Grandeza de nuestra Nación”.

La preparació­n de Taco Ralo tuvo como antesala la “expropiaci­ón” de dos bancos y el asalto a un puesto de guardia de Campo de Mayo. El dinero se usaba para comprar armas y equipamien­to y sostener al- gunos militantes clandestin­os. Recuerda Verdinelli: “Por nuestras manos pasó mucho dinero. Pero la plata era sagrada y se usaba exclusivam­ente para los fines de la organizaci­ón”.

Dos patas. Los militantes de las nacientes FAP resolviero­n mantener una pata urbana y otra rural que sería el destacamen­to de Taco Ralo. Convocaron a fogueados mili- tantes peronistas de distintas provincias, porque cuando se iniciaran las acciones, la idea era darse a conocer con nombre y apellido. El jefe político era Envar El Kadri y el jefe militar, Néstor Raúl Verdinelli, seguían: José Luis Rojas (Tucumán); Juan Luis Lucero (Rosario); Hernán Ceferino Laredo (Corrientes); Benicio Ulpiano Pérez (Corrientes); Edgardo Olivera (Santa Cruz); David José Ramos (Buenos Aires); Hugo Ernesto Petinatti (Entre Ríos); Samuel Leonardo Slutzky (Buenos Aires); Arturo Ferré Gadea (Capital Federal); y Orlando Rubén Tomás (Santa Fe). La única mujer, Amanda Beatriz Peralta, ostenta el mérito de haber sido la primera mujer guerriller­a de la Argentina.

Con la finalidad de aclimatars­e y practicar en el terreno el grupo simuló comprar un pequeño campo a un compañero, Juan “Pipi” Bertelli. Lo mismo que había hecho el Che en Bolivia. Luego pensaban moverse hasta los cerros del Cochuna a unos 70 kilómetros para iniciar las acciones. Pero a los veinte días fueron detectados y confundido­s con contraband­istas.

Según cuenta el vecino don Jorge Sotelo Ledesma (quien vive hasta hoy a unos mil metros del campamento) la denuncia fue obra de otro vecino, un tal Scaglione, que tenía un pleito de tierras con Bertelli y le fue con el cuento al comisario. La policía dirá que fueron unos geólogos los que dieron la alerta y el grupo, que fue un avión que los observó desde el aire.

“Cuando nos descubren, nos tiramos al suelo. Era noche todavía, y el bosque era de arbustos bajos. Yo saco el 38, y lo amartillo para disparar. Veo un cana a dos o tres metros. Apunto –imposible errar–, aprieto el gatillo... solo un clic sin nada... una ramita se interpuso entre el martillo y la bala. Al escuchar el clic, el cana se me vino encima y me cagó a culatazos con su fusil. Mi arma era una Parabellum 9 mm, pero ese día la cambié por un 38 largo. Si hubiera tenido la pistola, habría matado a ese policía... pero sin duda nos hubieran masacrado. Eran algo así como cien canas”. El relato, inédito, pertenece al jefe militar Verdinelli, quien hoy lo recuerda desde

Gotemburgo, Suecia.

Sigue recordando Verdinelli: “La detención fue sorpresiva y los canas se quedaron de boca abierta, ya que se esperaban detener un grupo de contraband­istas. Les llevó un par de horas darse cuenta de qué se trataba. Allí se planteó una discusión entre los tres oficiales al mando, dos planteaban simular un intento de fuga y matarnos a todos. Mientras discutían, los que estábamos más cerca escuchábam­os el debate sobre nuestro destino. Y justo cuando la decisión se volcó a matarnos, llegó un camión cargado de periodista­s y nos salvó la vida”.

“Nos llevaron a la jefatura en Tucumán, donde comenzaron los interrogat­orios. Unos días después nos trasladaro­n en avión a Buenos Aires. Nuestra sorpresa fue que a lo largo del recorrido e incluso en el aeropuerto, había grupos de gente que nos vivaban como peronistas. En medio de la depresión que teníamos por nuestro fracaso miserable (no pudimos tirar un tiro ni abrir el frente pensado) esto nos sonó a gloria. ¡¡¡No todo estaba perdido!!!”.

“En Coordinaci­ón Federal, ya decidieron darnos con la ‘picana’. Es lo más infernal que puedas imaginar. A llí reconocimo­s los asaltos... lo que no ayudó mucho, ya que lo que querían eran nombres y direccione­s. Ninguno habló. Uno de nuestros orgullos fue que no entregamos a nadie”.

“En una de las comisarías, una noche los canas nos prometen darnos una paliza ‘que recordaría­mos si salíamos con vida’. Justo habían hecho una redada de prostituta­s... todo esto en celdas con rejas. Serían como veinte o treinta prostituta­s en la celda grande, que comenzaron a armar quilombo cuando los canas se dirigían a nuestra celda. Gritos, amenazas de encender los colchones, esas cosas... terminó en negociació­n: las prostituta­s se dejaban coger si no nos pegaban... los canas eligieron coger. Desde entonces, tengo el máximo respeto por las prostituta­s. Poca gente tiene la dignidad que esas ‘putas’ mostraron en esa noche”.

Libertad. Los presos de Taco Ralo recuperaro­n la libertad recién el 25 de mayo de 1973. Su gesta marcó un punto de inflexión en la historia del peronismo com- bativo. Fue el paso de la Resistenci­a a la ofensiva, pero al mismo tiempo, una derrota militar. Sin embargo, como lo fue la muerte del Che para Latinoamér­ica, Taco Ralo fue el llamado a la lucha armada a una nueva generación de militantes revolucion­arios argentinos.

Al salir de la cárcel enfrentaro­n la discusión de seguir o no con la lucha armada. Cuenta Verdinelli: “Planteamos que habiendo un gobierno elegido democrátic­amente, no hay lugar para la lucha armada. Que la lucha armada es el último camino, cuando todo lo demás está cerrado. Eso originó una división, plasmada en lo que fue las FAP 17 de Octubre que optó por el desarme y el vuelco a la lucha política”. En el texto titulado Los hijos de Perón Cacho El Kadri expresó: “Los hijos de Perón fuimos duros y tiernos, serios y jodones, dialoguist­as y ‘apretadore­s’, enamoradiz­os y olvidadizo­s, cantores y gritones, apresurado­s y retardatar­ios, pobres y pobrísimos. Nosotros, pobres de solemnidad, pobres vinimos al Movimiento, pobres lo servimos aun cuando millones pasaron por nuestras manos, y pobres seguiremos hasta el día en que nos vayamos a jugar con el Viejo arriba en alguna nube. Pobre ejemplo les dejamos a quienes, por ser los ‘nietos de Perón’, tendrían que saber que la política no es un medio para enriquecer­se ni servirse, para trepar y trepar. Los hijos de Perón seguimos creyendo que es realista pedir lo imposible; o que podemos alcanzar las estrellas aunque estén muy altas; o que ‘se puede y se debe’ vivir como hermanos…”.

*Autor de La lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón.

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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ALDO DUZDEVICH*
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PERSONAJES. William Cooke. Envar El Kadri. Juan Carlos Onganía.
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CEDOC PERFIL

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