Perfil (Sabado)

Demasiado peso para las espaldas de Lali

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AJUAN MANUEL DOMÍNGUEZ cusada busca algo que nunca encuentra: ser un thriller distinto que crea por un lado un clima, una tensión, una situación entre onírica y pesadilles­ca, y por el otro la resolución del caso que define a los personajes y la columna narrativa. Lali Espósito es Dolores, una joven acusada de haber asesinado a su mejor amiga. Es el caso del momento. O lo fue. Y antes había sido sensación por un video porno filmado. Por su mejor amiga. La acusación ya lleva dos años y medio. Ha llegado el momento del juicio. Entonces, la película de Gonzalo Tobal se queda con Lali. Ella es todo. Ella es la película.

Lejos de la estrella pop o incluso de esa fuerza del romance industrial pop argentino (versión catódica, LED o en fílmico), aquí Lali es porcelana. Dura, eso sí. Es un alma que anda, que no sabemos si es culpable o no. Es angelical pero parece desterrada. Nada pisa, y donde está pesa toneladas. Es una joven que corta el aire, o que se ha agotado de respirarlo junto a los mismos problemas. Tobal le pide eso a Espósito y por muchos instantes ella lo logra. Es mucho también: hay algo de su glamour que nunca llega a desaparece­r. No es su culpa, pero por instantes la película la obliga a ser más sufrida que lo que su rostro necesita. Le pide demasiado, porque siempre necesita marcar su castigo, su sufrir, sus arrastrars­e. Se lo pide a su cuerpo y a su rostro, y cuando puede lo subraya, con música o con un instante donde se hace intragable la presión que vive la familia (papá Sbaraglia y mamá Estévez).

La disyuntiva viene de ser distinta y no serlo. Las ambiciones de la película son muchas, y son distintas (valga la redundanci­a), pero al mismo tiempo pisa baldosas demasiado comunes para no generar, al menos estéticame­nte, confusión: los giros del guión son claves, pero pocos de ellos no son brutales (elementos nue- vos que minutos, pocos, después aportan informació­n), y buscan apoyarse fuertement­e en instantes de actuación marcada, donde el ping-pong judicial y familiar valen por igual (como siempre, Daniel Fanego dignifica).

Acusada cree en Lali. Nadie debería no hacerlo. Pero la hace su religión antes de saber realmente qué necesita de ella, si su halo o sus pecados. Allí es donde empieza la confusión de una película que cree en bestias salvajes, en el cine con ideas distintas sobre lo tradiciona­l, pero que termina aferrándos­e a su guión mucho más de lo que uno creía posible en un comienzo.

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WARNER REGULAR. Todo recae en Espósito, y ella no logra rendir.

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