Una noche mágica con Radagast
El extraño título de Serendipia proviene de “serendipity” palabra inglesa usada por “el escritor y político británico Horace Walpole a mediados del siglo XVIII.” La definición es “hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando estás buscando una cosa distinta”. Con este nuevo espectáculo vuelve a los escenarios quien nació como Agustín Aristarán, pero hoy es más conocido como Radagast. Sus comienzos artísticos fueron en su ciudad natal –Bahía Blanca– siendo él muy joven. Tiene varios espectáculos teatrales entre sus antecedentes desde Vacaciones mágicas (2001) hasta el más cercano Radagast into the World (2016). Está nominando a los Premios Martín Fierro de cable por La culpa es de Colón y tiene su programa Soy Rada, por Netflix.
Desde hace pocas semanas está en uno de los escenarios más grandes de la avenida Corrientes y se apropia con profesionalismo. Con bastante material autobiográfico consigue entablar empatía con los espectadores, ya que compone a un joven torpe, que busca sobrevivir con su trabajo. La primera imagen que elige para esta presentación es un disfraz, Simba, el protagonista de El Rey León. Entreteje canciones con su supuesta historia de vida que se inicia a los seis años y concluye en la madurez, ya siendo padre. Hay intención de crear una es- tructura circular y parte del sostén dramático también residente en el entrecruce entre la ficción y los temas que canta junto a los músicos: Charly Palermo, en bajo, Juanjo Gaspari, en guitarra y Pablo Vignati, en batería. Todos también se suman en los cantos. Solo que en varias ocasiones el volumen de sus instrumentos impiden comprender las letras de las canciones. Problema solucionable.
Suma también su larga experiencia de mago y lo hace de manera sutil y perfecta. Recorre con seguridad el amplísimo escenario y cuenta con el diseño de escenografía de Magalí Acha. Es minimalista con módulos de distintos tamaños que se componen, desarman e iluminan, dando ritmo a la propuesta. La dirección de Pablo Fábregas le hace recorrer el escenario, aunque la acción mayoritariamente ocurra en el centro.
Agustín A ristarán como autor busca que el público se identifique con sus relatos y lo logra con una mirada por momentos ingenua e incorporando un vocabulario directo, que nunca llega a molestar. En estos rasgos de humor se puede entablar un paralelismo con Enrique Pinti, aunque la historia nacional aquí no está tan presente. En esta herencia de humor hay que subrayar que no hay agresiones, sino que impera cierta ternura. Voz, presencia escénica, una notable plasticidad corporal suman más rasgos para un intérprete para seguir y tener muy en cuenta.