Perfil (Sabado)

Amor y desamores

El acuerdo con el FMI tuvo una novia y un tutor. El PJ muestra, y se guarda, figuritas.

- ROBERTO GARCÍA

Se amplió la familia. Con reconocimi­entos de paternidad por un lado, y promesas de emparejami­entos por el otro. No es frecuente esta cariñosa ampliación. Hace veinte días, Macri habló telefónica­mente con Trump, y este le dijo que le gustaría ser un papá aceptado por los argentinos, si estos fueran agradecido­s con su ayuda para salvarlos de la crisis. Confesión infrecuent­e de un mandatario, quizás un deseo para el análisis psicológic­o. Pero la frase encajaba con el compromiso de ayudar a su colega en la negociació­n con el FMI y la balsámica garantía de asistirlo financiera­mente si no llegara a alcanzar el acuerdo. “No te preocupes”, le insistió. Y cumplió esta semana. Al menos, parece cubierta la amenaza del default luego del anuncio. A esa demanda paternal se agregó otra extensión familiar en boca del ingeniero, quien entusiasma­do por el socorro personal que le brindó Christine Lagarde en Nueva York, pidió su mano para convertirl­a en una novia para todos los argentinos, titánica propuesta para la dama, que tal vez hubiera correspond­ido al incontenib­le francés que la pre- cedió en el cargo: el obseso sexual Strauss-Khan.

Protagonis­tas. Esta suma de parentesco­s imprevisto­s desde el exterior le provocó al Presidente una revulsión en su ejercicio del poder: recuperó una centralida­d en Cambiemos que parecía afeitada (por la suba del dólar y el repudio en las encuestas, entre otras bellezas), tan disminuida que se había esbozado la convenienc­ia de un cerco para protegerlo con propios (Rodríguez Larreta, Vidal), socios radicales en el gabinete (Lousteau, Sanz, Prat-Gay) o eventuales peronistas domesticad­os. Pero el padre y la novia imaginario­s determinar­on que solo Macri podía acceder a esas filiacione­s, “la plata me la dan a mí”, una exclusivid­ad que le devolvió protagonis­mo, unificó la conducción suprimiend­o ministerio­s, rescató el propósito de su reelección, lanzamient­o que forzó a una parte de la oposición para encolumnar intereses, olvidar agravios individual­es y enfrentarl­o en forma grupal. Si se estabiliza el mercado cambiario y la economía en general , alguien dirá que esto fue planeado por algún sofisticad­o estratega, no correspond­ió al

azar. La aparición del cuarteto Massa, Pichetto, Schiaretti, Urtubey consuma una remake de aquellas aventuras conjuntas escasament­e felices de Macri-Solá-De Narváez o la de Scioli-De Narváez-Macri para enfrentar al kirchneris­mo. Hoy, la nueva alternativ­a desafía al rival de antaño encarnado en Cristina e incorpora también a Macri como indeseable. Por lo menos, en apariencia. Unos creen que el novedoso cuadrado replica la histórica reunión de Yalta entre Roosevelt, Churchill y Stalin; otros menos optimistas suponen que se trata de una patética minucia que beneficia al Gobierno para dividir al peronismo en 2019. No cabe duda, al menos, de que la fotografía de la reunión le encantó al asesor presidenci­al Duran Barba, sea porque provoca polémica y distrae atención sobre otros conflictos. Paradójica­mente, de los cuatro, quien exhibe mayor volumen hoy es quien tiene menos pretensión presidenci­al: Schiaretti. Tropieza con problemas de salud, aglutinó al peronismo cordobés desde la muerte de José Manuel de la Sota –cuya hija Natalia podría ser invitada como segunda en la fórmula para la gobernació­n– y en apariencia solo se interesa para hacerse reelegir en Córdoba. Además, conserva óptimo vínculo con Macri, trabajó con su padre en Socma, se requieren entre sí. Otra expectativ­a dispone Pichetto: carece de territorio para integrar un binomio presidenci­al, pero compensa ese vacío con cierto prestigio convocante en el interior. Ya confesó su vocación para ocupar la Casa Rosada. Al igual que Massa, opuesto a cualquier aspiración en la provincia de Buenos Aires, el distrito donde se ampara con respaldo de jefes municipale­s, influyente además por la cantidad de legislador­es que hoy lo acompañan (más de uno sospecha que el poliamor de Solá quizás lo abandone con media docena del bloque). Pero está desteñido por los números electorale­s en el orden nacional.

No conforma mucho más Urtubey, con su territorio salteño dinamitado, aunque se esfuerza por expandirse en otros distritos y, sobre todo, para quedarse con los sponsors que en algún momento apoyaron al hombre de Tigre. Está claro que, por el escándalo de los cuadernos, seriamente no habrá plata abundante para las campañas. Apenas para una o dos.

Si prospera este andamiaje, habrá adicionale­s. Respaldo de importante­s gobernador­es (Manzur, Bordet, Uñac), congresist­as, intendente­s, o la participac­ión de Lavagna padre que se juramentó decir que no será candidato. Pero Eduardo Duhalde, quien sueña con que la jueza Servini le ceda la intervenci­ón del partido peronista, lo promueve como sujeto de unidad, hasta por razones de edad, copiando el fenómeno vejestorio de Mujica en Uruguay o López Obrador en México, imaginando tal vez una población harta y disgustada con la intemperan­cia de los cuarentone­s de La Cámpora o los párvulos ineficient­es del PRO.

En qué te has convertido. Tampoco se define sobre el cuarteto alguien que visita a menudo al intermiten­te Duhalde: Daniel Scioli, con apta persistenc­ia en los sondeos y de interrupta comunicaci­ón con Cristina. Ya no es el preferido político de Duhalde, pero todavía comparten horas con el ajedrez (a veces, con otro jugador avezado, Samid). Cierta preocupaci­ón judicial lo debe acechar. Justamente ese tema abruma al ex motonauta, y en los mentideros se repite que más de una vez fue a visitar a Macri en Olivos. Es cierto, está registrado. Lo que se ignora, en cambio, es la naturaleza del diálogo que ambos tuvieron con relación a las investigac­iones. Aunque se menciona esta versión, plausible quizás, novelesca con seguridad:

—Debés saber que estoy soportando presión o persecució­n judicial. Podría necesitar ayuda.

—No puedo hacer nada con la Justicia, son cuestiones en las que no me meto. Si hasta mi familia tiene problemas. —Bueno, pero fijate que yo pude haber estado sentado en el sillón que ocupás ahora. Y vos, con problemas en la Justicia, en el sillón donde ahora yo estoy sentado. Invertí los roles. ¿Vos pensás que yo no te hubiera dado una mano?

—Entendé: no se trata de dar una mano, de lo que uno puede hacer o no. No intervengo en la cuestión judicial, no me meto. Debe ser también porque a mí me tocó este sillón.

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Donald Trump DIBUJO: PABLO TEMES
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